Este fin de semana lo hemos pasado en Glasgow visitando a unos amigos y haciendo un poco de turisteo. Es cierto que después de la de visita express de hace un par de años y la de las pasadas compras navideñas ya conocíamos los sitios más emblemáticos, pero hasta ahora nos habíamos perdido (entre otras cosas) una de las grandes atracciones de la ciudad: el metro.

Glasgow no es una ciudad muy grande, tiene poco más de medio millón de habitantes, pero tiene 15 estaciones de metro repartidas a ambos lados del río Clyde. Y es gracioso, por que si le preguntas a cualquier Glaswegian (que divertido es aprender gentilicios), te dirá que el metro tiene dos líneas circulares: una que va por dentro y otra por fuera y que circulan en sentidos opuestos. Pero claro, mirando el mapa…resulta que de eso de dos líneas nada de nada. Mucho fardar, pero lo que tienen  es una sola línea con dos andenes, como el metro de todo hijo de vecino. No se a quien le querrán vender la moto o si estarán intentado engañar al turista, pero bueno, al menos tienen la ventaja de que se pueden agarrar las melopeas que les plazca y luego coger el metro. Total…como mucho pueden equivocarse de tren y hacer 14 paradas de más o estar dando vueltas en circulo eternamente, pero tarde o temprano llegarán a casa y no abandonados en Arroyo Culebro o pasando el rato o con Ramón en Pitis (http://www.youtube.com/watch?v=5kZf2LzknGE).

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Que el metro cruce el río puede ser gracioso, pero yo creo que tiene sus riesgos. Cuando te sumerges en las tinieblas y bajas las escaleras mecánicas tienes la sensación de estar entrando en una sauna. Y es que yo no se si han construido el metro bajo el río o lo que han hecho ha sido canalizarlo. Las vías están completamente inundadas, la humedad en la estación debe ser parecida a la de Dundee y al fondo, desde el oscuro agujero negro se oye el agua caer cual catarata del Niágara. Es una sensación rara, por que estás ahí de pie como un pasmarote esperando a que aparezca el tren…o un gondolero o una barca del parque de atracciones.

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Y  llega el momento en que hace aparición el tren. Y que cosa más cuca, que monada, que ricos son estos Glaswegians! Qué estilo diseñando trenes! Desde luego no son como las barcas del parque de atracciones, no, pero a lo que realmente se parece es al mismísimo Tren de la Bruja. No se como definirlo, pero son como unos vagoncitos pequeños y naranja butanero en el que no caben más de 10 personas de pie haciendo la conga y poniendo el culo literalmente sobre las narices del pobre que vaya sentado. Menos mal que a menos que seas un vicioso no tienes que sufrir más que 24 minutos de agobio si te haces las 15 estaciones, por que sino no hay ser humano que sobreviva a eso durante mucho tiempo en hora punta.

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Y ninguna buena historia que transcurra en Escocia terminará sin algún detalle embrutecedor. En el metro de Glasgow, una vez que la gente esta dentro y se cierran las puertas…ocurre el fenómeno más fascinante. Y es que para qué poner un sistema de control de cierre de puertas,  para qué poner un espejo retrovisor, para qué gastar en tecnología si eso mismo lo puede hacer el ojo humano. El sistema que tiene el conductor para saber si puede salir es….bajar la ventanilla, sacar la cabeza por la ventana, mirar que todo está en orden…y arrrr marinero, ojo avizor, viento en popa a toda vela. Todo listo para navegar por los oscuros túneles del Clyde! Os prometo que está gente nunca dejará de sorprenderme.

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