He pasado miedo, pero no puedo explicar fácilmente por qué, así que voy a intentar dar una breve y sencilla explicación para los profanos que sea más fácil de entender.

Esta semana me estoy enfrentando al complejo mundo de la citometría de flujo. Se trata de una técnica que mediante un láser analiza las células discriminándolas en función de su tamaño y su complejidad, además de distinguir si son de distintos colores y si una células es más «colorida» que otra. Poniendo un ejemplo que todo el mundo pueda entender, es como si llenaras un autocar en Lavapiés, les llevaras al Aquopolis de Villanueva de la Cañada y les hicieras tirarse a todos por un tobogán. El tío que controla como y cuando se tira la gente sería el que haría las veces de láser y el que discriminaría primero cuantos gordos, flacos, altos o bajos han pasado y de esos cuantos eran indios, cuantos chinos y cuantos africanos. Luego mediante un programa de ordenador analizaría «fácilmente» las distintas poblaciones de interés que han pasado durante el día. Es decir, cuantos indios gordos, cuantos africanos albinos o cuantos chinos negros tengo en una población (¿por cierto, alguien ha visto un chino negro alguna vez?).

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La máquina se presenta ante tí como una televisión vieja con una varilla por la que se aspiran las células para ser analizadas. En un principio parece imposible de controlar, pero una vez que le coges el truquillo puedes hacer las cuatro cosas básicas sin problema. Eso siempre y cuando no se atasque, que no suene raro y que el ordenador se encienda como es debido. Estos aparatos son más caros que todos los toboganes del Aquopolis juntos, así que generalmente están bajo el control de un servicio que se encarga de su mantenimiento y de la formación a los usuarios. Y en mi corta vida como científico he de decir que sorprendentemente  en todos los sitios que he estado (dos), los responsables del servicio comparten una serie de características: son mujeres, son escurridizas, tienen un humor variable y tienen como ayudantes a unas chicas infiníííííítamente más agradables, simpáticas y comprensivas que sus superiores.

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Como ya soy lo suficientemente mayor como para que se fíen de mi y me dejen usar la máquina sin que haya dos ojos y un hacha detrás de mí analizando cada dedo que muevo y esperando el momento oportuno para darme el golpe de gracia, pues hago mis experimentos con mis celulitas de colores sin mayor problema aparte de que el 95% de las veces el experimento no funciona y el otro 5% el resultado no tiene ni pies de cabeza. Así es la ciencia, no se puede hacer nada más que darte cabezazos contra la poyata e irte al pub a desahogarte cuando acabas el experimento, cosa que el ayuntamiento de Dundee fomenta increíblemente. Pero hoy he dado un paso más en este extraño mundo del citómetro y he tenido que usar una técnica que sólo los responsables pueden hacer: el sorting.

Volviendo a usar el ejemplo del autobús de Lavapies en el Aquopolis, esto sería equivalente a dar un paso más allá e imaginando un tobogán que fuera móvil y sin querer ser racista, por ejemplo tirar a los indios gordos a una piscina y a los chinos negros a otra en el mismo momento que van pasando por el tobogán. De esta manera, se puede juguetear con cada población y hacerles perrerias varias por separado para ver en que se diferencian. Trasladando el ejemplo a mis experimentos, significa que quiero distinguir de entre mis placas de cultivo las células que se están dividiendo de aquellas que ya lo han hecho o las que todavía no han empezado. Esto se consigue por que aquellas que se están dividiendo incorporan en el ADN un colorante que les he añadido, y las otras no lo tienen. Fácil, ¿no?BU_flow_cytometer

Por lo que empezaba la historia esta y al final «me he liau», es que la señorita responsable a la cual denominaré Srta.Awful a partir de ahora, me da miedito. El lunes quedé con ella para explicarle lo que quería hacer y debí pillarla en un momento óptimo, por que fue muy agradable y muy colaboradora. Me dio unas cuantas instrucciones y me dijo que me pasara hoy a la 1. Y así ha sido, hoy Viernes Santo día de guardar, Alberto ha preparado sus células como es debido (con mucho mimo) y se ha presentado allí a la 1. Hoy no debía tener tan buen día por que su cara presentaba un color rosaceo extraño y el brillo de sus ojos excedía los límites tolerables. Aparte de eso ha llegado y le ha dado una patada a una silla, pero es un detalle que no le tendré en consideración a la Srta. Awful. Tras esto, ha empezado a analizar mis células y su cabeza ha comenzado a moverse con tics y balbucear palabras extrañas. Lo primero que he podido entender de la boca de la Srta. Awful ha sido precisamente: «this is awful» («esto es horroroso»). Perdone señora, Awful será usted, por que mis células son monísisisisimas, así que no se meta con ellas por que compartimos muchas cosas (de sobra es conocido entre la gente que trabaja con cultivos celulares, que son nuestras mayores confidentes, las que conocen todos nuestros secretos). Me ha devuelto el tubo y me ha dicho que le añadiera otro potingue y que volviera rápido por que se tenía que ir y que no tenía tiempo para esto. Vamos, una desconsiderada. Me ha hecho correr escaleras arriba en busca de un tubo que no existía y revolverlo todo hasta que he dado con el. No se, esta señora no debe tener muchos amigos o los que tenga deben tener «un tiqui dao». Ahora he tenido que bajar un par de veces y, efectivamente, el experimento no tiene muy buena pinta, pero al menos lo está haciendo la otra persona (no me he quedado con su nombre), pero es muuuuuucho más agradable y al menos te mira con una sonrisa aunque sepa que lo que está haciendo probablemente no sirva para nada.

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