No, no he empezado a jugar a la lotería ni he vuelto a intentar hacer quinielas tras los estrepitosos fracasos en mi época universitaria. Por suerte tengo al gen ludópata bastante reprimido y no tengo la necesidad de dejarme los cuartos –de libra, guiño guiño– en hacer cruces en casillas al tuntún y esperar hasta después del telediario para saber si me he untado más que el del anuncio de la lotería.

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En ocasiones, el niño de El sexto sentido ve muertos y en otras, una auténtica combinación ganadora puede referirse a algo completamente independiente al dinero. Vivir en un país extranjero supone que haya placeres terrenales a los que es muy difícil acceder por cuestiones de logística, por esa razón hay cosas que tienen un valor incalculable más allá de las fronteras. La combinación a la que me refiero está asociada al mes de diciembre, mes en el que me hago mayor, en el que ya hace fresco de verdad y en el que se reparten los excesos de navidad, las cenas, los dulces… y si hay suerte es un mes en el que aún quedan unas cuantas semanas con buenas granadas. Y de aquí nace la mejor unión: la de una buena granada y un polvorón. No hay mejor fusión.

Fusion

La granada y el polvorón, el polvorón y la granada. Dos sujetos tan diferentes pero que unidos se convierten en un elemento tremendamente poderoso. Y es que es curiosa la reacción en cadena que se produce en mi sistema nervioso, es simplemente el hecho de empezar a hincarle el diente a los jugosos granos rojos de la granada –si hay suerte– , para que en mi cabeza se active el síndrome de abstinencia del polvorón. Incuso me atrevería a decir que es como una necesidad primaria para mi, y ya me cuesta concebir el uno sin el otro. Generalmente se me hace muy difícil tener a los dos en el mismo lugar, lo que hace que la terapia de choque sea de lo más dolorosa y tenga que esperar a volver a la piel de toro para poder acceder a estos dos manjares. Pero esta vez, debido a la última visita que vino cargada de dulces y que el Lidl se está portando cada día mejor, he conseguido que estos dos elementos vengan a cruzarse a mi humilde morada. Aquí os los presento:

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Que pinta, ¿verdad? Simplemente el verlos a los dos juntos ya me transmite cariño, paz, alegría… hambre… Pero la auténtica combinación ganadora, el pleno al 15 se produce si la granada está de buen ver por dentro y por fuera. Por que el polvorón, si es de La Estepeña está bueno siempre; no es por hacer publicidad barata, pero no hay otro igual. El acabado que se consigue al aplastarlo con la mano para que no se desmigue al masticarlo es perfecto, los trocitos de almendra del tamaño adecuado, el aroma de lo más navideño y hasta el papel hace un ruido encantador al cogerlo. Es sencillamente perfecto. La granada en cambio depende más del azar. Si hay suerte y sale una roja explosiva es tu día de suerte si tienes un polvorón al lado. Si sale una con los granos blancos… mala suerte amigo, lo que entonces necesitas es más de un polvorón para poder mitigar tanto dolor.

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Y claro, no iba a estar escribiendo esta entrada si no hubiera sido hoy uno de esos días en los que he dado con la combinación ganadora. Una buena cena abundante primero para intentar rematar todo lo que queda en la nevera antes de irnos de vacaciones y después una buena granada made in Espain con su inseparable amigo el polvorón. Inmejorable. Bueno, sí, se puede hacer algo mejor e intentar ir a superar el record de victorias e incluso intentar hacer la machada de conseguir el pleno al 15 en dos países diferentes, algo que muy pocos han logrado hasta el momento. Pero para conseguir esto necesito ayuda y disponer de los dos elementos fundamentales esperando listos mi llegada. Desde aquí, a pocas horas de mi marcha hago la llamada. ¿Serán escuchadas mis súplicas?

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