El mundo de las ñapas y yo no hemos llegado nunca a hermanarnos del todo. Debe ser que vengo de familia de mañosos que siempre consiguen arreglar cosas de maneras poco ortodoxas pero más que efectivas y a mi, pues como que no se me ha pegado mucho. Ya lo dice el refrán, en casa del herrero, cuchara de palo, ¿o era un cuchillo lo que llevaba el herrero? Esa falta de necesidad de ponerme a arreglar un enchufe o arreglar la cisterna del váter ha hecho que mi habilidad de albañilería no llegara más allá de sujetar un cuadro a la pared o apretar la pata de una mesa de Ikea. Y aunque creía que las experiencias sufridas en la casa de la puerta azul habían aumentado ampliamente mis conocimientos, nunca había hecho frente a la obra faraónica en la que nos vimos metidos el pasado sábado.

 

Unos amigos de aquí de Dundee se han comprado una casa en Tayport, un pueblecito muy cuco al otro lado del río. El visitante asiduo a Reino Unido sabrá que aquí muchas de las viviendas no tienen cincuenta o sesenta años, no, aquí una gran parte de las viviendas tienen como mínimo doscientos años. Y claro, esto se refleja en que condiciones están las casas por dentro. Por fuera están aparentemente muy bien, son de piedra, tienen las ventanas nuevas, pero por dentro… eso es harina de otro costal. No voy a entrar a hablar de las condiciones paupérrimas en las que la gente es capaz de vivir porque eso entra dentro de lo personal y cada uno con su mierda hace lo que quiere, pero hay veces que dan ganitas de echarse a llorar. El tema es que estos amigos nuestros  querían reformar la casa entes de entrar a vivir en ella y necesitaban de unos cuantos pares de manos para lo que ellos mismos definieron como «quitar mierda». Y claro, si hay que ayudar, allí que estamos nosotros.

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Así que el sábado pasado, con toda la solana de esa ola de calor que azota Europa y que aquí nos pilló también aunque un poquito más de refilón, nos pusimos el mono de trabajo y nos fuimos a echar una mano. Quitar toda la porquería que estaba acumulada en el jardín fue relativamente fácil. Muebles viejos, azulejos, las moquetas, cascotes de una pared que habían tirado abajo, el baño… entre seis personas habíamos dejado en un par de horas el jardín como una patena. Hicimos una barbacoa muy nutritiva con bien de pollo teriyaki y salchichas del Tesco y por la tarde… comenzó la operación destrucción total. Cuando me dijeron que querían hacer reformas en la casa pensaba que era cambiar la cocina, el baño, poner muebles nuevos… pero no a que ellos mismos iban a hacer la reforma integral de la casa. Y sí, integral es integral. Al cabo de un rato estábamos subidos a escaleras con las gafas de seguridad del laboratorio, mascarillas y unos martillos destrozando el techo de yeso y unas lamas de madera que sujetaban los paneles. Aquello era el apocalipsis, no se veía un carajo, todo estaba lleno de cascotes… Claro, obviamente querían destrozar el techo porque las casas del año del picor lo del aislante como que no lo llevaban muy bien y estar en Escocia con una casa sin aislar… como que no es muy buena idea. Yo lo único que le decía a Marta mientras desescombrabamos era que si a mi me daban una casa en esas condiciones me sentaba en el suelo y me ponía a llorar, no tendría ni idea de por donde empezar. Aún así, milagrosamente pasito a pasito acabamos llenando un contenedor hasta las trancas y haciendo más musculación que en un mes en el gimnasio. Y aunque acabamos más negros que el deshollinador de Mary Poppins, me quedé maravillado de lo que conseguimos hacer entre seis personas en un solo día.

 

Desde luego que en esta vida hay que hacer de todo. Y escribir un libro y plantar un árbol son sandeces, lo que hay que hacer es tirar abajo una casa y sacar cascotes. Yo lo más cercano a eso que había estado era a destrozar el coche en el Street Fighter, pero lo de cargarme a martillazos las paredes y el techo de una cocina… como que no lo había hecho nunca, mira tú que cosas. La casa por supuesto está todavía a medio hacer y espero que quede lo más mona posible, porque desde luego trabajo llevaba un rato y tiempo le están echando todo el del mundo. Sinceramente les tengo toda mi más sincera admiración, viva la gente valiente que se mete sin miedo en estos berenjenales. Yo esta semana voy a ver si me miro unos tutoriales en Youtube, porque después de esta experiencia he salido algo traumatizado y necesito por lo menos aprender a cambiar un enchufe o algo así.

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