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Cambio de planes, lo que iba a ser un día de esquí ha acabado convirtiéndose en una jornada de celebración india: el Holi, la fiesta de los colores.

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Me estoy aficionando a esto de las celebraciones indias, son una pasada. Si ya tuvimos nuestro primer contacto el pasado noviembre con el Diwali — ver «Pregonando celebraciones varias» –, hoy la luz ha dejado paso al color. Ya íbamos con la advertencia de que la ropa podía peligrar, que lleváramos algo que no tuviera mucho valor por que era altamente probable que acabáramos perdidos. Y así ha sido. Celebrar el Holi es algo así como felicitarse el año nuevo pero con las manos pringadas en polvos de colores que se parecen a las tizas del colegio. Te rebozas bien las manos, buscas a alguien, le sonries de oreja a oreja y le pringas toda la cara, la camiseta, el pelo o allá donde te pillen las manos al grito de ¡Happy Holi!

Y después de eso…empieza la locura. Música de Bollywood a todo meter y la gente espídica dando saltos por todas partes. Me encanta la gente de la India, a diferencia de los dundonian se desinhiben completamente –aunque tampoco les hace mucha falta — sin probar una gota de alcohol. Aunque lo mejor de meterte de lleno en la cultura india es poder disfrutar de la comida. Después de los primeros bailoteos de inauguración, una buena mesa llena de cocina casera india de esa que «pica hoy al entrar y pica mañana al salir» es todo un placer. Nosotros como buenos invitados a la celebración, contribuimos con nuestra clásica tortilla de patatas, pero esta vez quedó claramente apartada a un segundo plano. Es normal, después de comer todo ese fuego abrasador comer un trozo de tortilla es como tomar queso de Burgos a palo seco, «no sabe a ná de ná». Lo bueno es que las tortillas son reciclables, y al igual que las lentejas si no te la comes hoy te la comerás mañana. Ahora, nos hemos puesto bien de garbanzos, arroces varios, pakoras y dulcecitos de sabor misteriosamente parecido al polvorón de Estepa… vamos, que estoy escribiendo esto desde el sofá y parezco una tortuga panza arriba que lucha desesperadamente por darse la vuelta.

 

En la celebración del Holi hay que darlo todo, no hay tiempo para hacerse el remolón después de comer y enseguida te ves dando botes de nuevo. Hoy le he pillado un poco el tranquillo al baile indio. Básicamente consiste en agitar los brazos vigorosamente y hacer como que desenroscas bombillas con una mano mientras abres un grifo con la otra. Luego puedes combinarlo con movimientos más complejos como dar vueltas en circulo, hacer «la Cleopatra«, o agitar la camiseta como si hubieras marcado el gol de tu vida. Creo que las clases de ceilidh me han debido servir de algo, o como esta gente siempre te sonríe da igual el ridículo que estés haciendo o la poca habilidad que tengas cambiando bombillas, por que te miran y te hacen creer que eres el rey de la pista. Estoy convencido de que el curry es la droga del siglo XXI o los polvitos de colores estos son mejores que las anfetaminas. El mismísimo Walter White debería echarle un ojillo a estos polvos mágicos, porque ya os digo que  la felicidad manaba a raudales. Ver a la gente dando botes como loca mientras las fosas nasales se te nublaban con los colorines estos que te hacían estornudar como un perro pachón ha sido una experiencia única.

«Ciudadanos de un lugar llamado mundo«, dice la canción . Pues eso estamos haciendo. Dejar de lado mis lustrosas botas de esquiar no ha sido tan malo al final. Hemos movido el esqueleto, llenado la tripota y aprendido nuevas viejas tradiciones. No se puede pedir más. ¿Alguna nota negativa? Sí, que mañana va a tocar limpiar el baño por narices por que ahora mismo parece que hemos sacrificado un papagayo en la bañera. Pero bueno, como buen procrastinador, eso ya toca mañana. Hoy, ¡happy Holi pa´everyone!

2014-03-15 14.51.11

Una semana, ese es el tiempo que he tardado en cerrar mi cuenta pendiente con el mar del Norte. Realmente ha sido algo inesperado por que hoy si que no entraba en mis planes el siquiera intentarlo. Pero esta vez he tenido la inestimable ayuda de dos cabezones que han contribuido a que ya no hubiera marcha atrás, y sin prepararnos ni nada, en un par de chapoetos estábamos tiritando en las gélidas aguas norteñas. Sí, está vez sí que hubo huevos.

Por miedo a represalias no puedo más que poner un par de imágenes representativas desde la distancia, aunque mucho me temo que las nuevas tecnologías nos han hecho un flaco favor y actualmente hay varios bonitos álbumes fotográficos de nuestros cuerpos paliduchos que espero jamás salgan a la luz.

La gracia ha sido un poco…incómoda, por que al no ir bien preparado el estar llenito de arena, con costritas de sal por todo el cuerpo y con los pantalones de montaña puestos…no ha sido una experiencia muy agradable, poco Flex digamos. Lo bueno es que un día cualquiera de barbacoa se ha convertido en un día ideal para tachar otra cosa de la lista. Tras la prueba concluida, lo que puedo decir bien claro es que esa temperatura del agua te da un hambre atroz, es como si te consumieras vivo para sobrevivir 5 minutos ahí dentro y sales descompuesto y con el cuerpo da un color muy chungo. Pero hemos tenido la mejor recompensa, una buena barbacoa con McSol aporreando bien en Tentsmuir. Muy contentos por un lado aprovechando un día radiante, pero un poco asustados sabiendo que por otro lado quizá no se repitan muchos como este durante este «verano». Pero la cosa está clara, haga el tiempo que haga hay que salir. Quedan 20 días antes de que los días empiecen a menguar de nuevo (que bajón me da simplemente decirlo) y hay que hacer lo que sea, como sea y cuando sea.

Como dato, decir que me he enterado que aquí no se puede llevar alcohol a las barbacoas. Es algo que desconocía por completo y que me ha vuelto a dejar patidifuso. El tema es que te puedes mamar como una avutarda coja durante toda la semana sin importarle a nada ni a nadie, y no te puedes tomar una cervecita con tu bocadillo de panceta. ¿Alguien tiene alguna explicación? Pues bien, como cuando vas a casa de los romanos tienes que hacer lo que hacen los romanos…hemos tenido que esconder las latas debajo de la mesa y suministrárnosla en vasitos de plástico como si fuéramos politoxicómanos en su día de recreo. Pero, y lo bien que ha sentado…eso no nos lo quita nadie. Ahora lo único que creo es que realmente vamos a necesitar after-sun, de nuevo…

Si se busca la definición de Ceilidh en nuestra apreciada y salvadora Wikipedia, encontramos esto:

Una céilidh, ceilidh, céilí (irlandés, pronunciación irlandesa: /ˈceːlʲiː/) o cèilidh (gaélico escocés, pronunciación escocesa: /ˈkʲʰeːli/), en el sentido actual de la palabra, es un festejo con danza tradicional de los pueblos gaélicos (Irlanda y Escocia), aunque hoy día también puede encontrarse en otros países con población descendiente de emigrantes irlandeses y escoceses.

Pues bien, este es el evento al que acudimos el viernes pasado y que sin duda cambió mi manera de concebir los bailes regionales.

La asociación de estudiantes de la universidad organizó una scottish-night para cientificos adolescentes, ilustres científicos Doctores y científicos pasados de vueltas. El evento tuvo lugar ni más ni menos que en uno de los salones del hotel Hilton de Dundee (edificio con glamour aunque horrroroso donde los haya) . Durante la semana se comentaban muchas cosas acerca del dichoso bailecito: «que si ibamos a alucinar, que había que tener cuidado, que las chicas mejor que no llevaran falda ni tacones»… Pero para cultivar mi terror, decidí no «spoilear» mi sorpresa buscando videos de Youtube y esperar hasta el último momento para vivirlo en mis carnes.

Asi que nada, allí que nos plantamos el viernes a las 8, y después de una copita de vinito avinagrado marca de la casa….la música comenzó a sonar. Y allí, al fondo de un salón de boda, estaban un grupo de escoceses con instrumentos graciosos y DJ-McOldie (un viejecillo que estaba de animador) reclamaba que la gente saliera a la pista. Para mi sorpresa, la gente no necesitó grandes cantidades de alcohol para animarse, y en un momento el salón se había llenado de gente formando un circulo enorme. Por un momento pensaba que íbamos a empezar a jugar al corro de la patata o al teléfono escacharrado, o que incluso el tío iba a sacar un paracaidas de colores e ibamos a empezar a hacer juegos con una pelota. Bueno, la cosa no llegó a ese extremo pero básicamente se quedó en una gymkhana de campamento al uso. Resulta que el famoso Ceilidh consiste en un juego mezcla entre AcroSport y Gran Prix del verano en el se van haciendo «bailes» (pruebas) por parejas o por grupos, cada vez más dificiles. En todos ellos, consiste en que cada uno de los hombres han de irse pasando a todas las mujeres de la sala, pero cada vez de forma más violenta. Se empieza dando unas vueltas simpáticas al son de la música. Después, se le da vueltas sobre uno mismo…se pasa a dar vueltas con la pareja de al lado… y luego en grupos de cuatro hay que hacer una especie de centrífuga en la que el objetivo es que las mujeres den vueltas en el aire. Si después de todo esto alguna ha sobrevivido y no tiene los brazos sangrando (parece coña, pero más de una acabó muy perjudicada), se hacen dos filas y las chicas tienen que correr alrededor de los chicos dadas de la mano. En respuesta, los chicos tienen que correr alrededor de ellas. Y claro está, esto no podía salir bien. Un montón de bárbaros-enfurecidos-sudorosos dados de la mano y rodeando a 25 chicas no suena como que eso vaya a transcurrir con normalidad, no. Lo que pasó es que eso se convirtió en una carrera de obstaculos en las que arrancar el brazo de tu compañero de al lado era lo más divertido que podía pasar. Y bueno, así un montón de «bailes» más, en los que la complejidad iba aumentando por momentos, para mi perplejidad en un principio y descojone al final.

El salón del Hilton a las 12:00 de la noche parecía una sauna, un cocedero de mariscos, una sala de gimnasio arrebatada de sudor, vamos, un asco. Pero he de decir que fue una noche muy graciosa. Están locos estos escoceses. Para que se van a complicar la vida diseñando bailes complicados como el chotis, la jota o los pasodobles (que para gente como yo, que no sabemos coordinar brazos con cintura y con piernas, resulta de un nivel complicadísimo ) . No, que mejor que ponerse todos de la mano a rularse mujeres durante toda la noche. ¡¡¡Estos sí que saben!!! Y si pisas a alguien… ¡no pasa nada! ¡¡¡Tú sonrie y grita Ceiliiiiiidh!!!

PD. Como esta gente decide que los bares se cierran a las 12 la noche, acabamos la noche en el Casino. Sin ganas de apostar ni una libra pero con ganas de hacer sueño, allí estuvimos tomando unos Bubus, una bebida típica que no sabía más que a cóctel no apto para diabéticos. En conclusión: una buena noche.