La cuesta de enero es un concepto mucho más amplio de lo que la gente piensa. La mayor parte de la gente lo asocia a apretarse el cinturón, a vigilarse después de los excesos navideños o a hacer cola a la puerta de El Corte Inglés. Pero para el expatriado medio como yo, significa el tener que volver a la rutina en tu país de adopción, donde el jamón está envasado en sobres, la cerveza se bebe de litro en litro y el pan tiene más parecido a un chicle Boomer de lo que debería.

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Pues bien, el mejor modo de sobrevivir a este duro mes de enero es hacer una entrada progresiva. Una adaptación al entorno como Dios manda que requiere de relax, poco esfuerzo y una alimentación sana a base de embutido y frutos secos. Por esa razón ya hace unos meses que un grupo numeroso del guateque decidimos reservar un fin de semana para pasarlo en unas cabañitas perdidas en el campo no muy lejos de Dundee. Concretamente fuimos a parar a Huntingtower, un sitio a las afueras de Perth que tiene un castillo que sigue las mismas normas que la ciudad: pasa completamente desaPerthibido y que nadie se Perthcata de que está ahí.

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Es verdad que probablemente este no sea el sitio más bonito de Escocia ni de lejos, pero desde luego era el sitio ideal para pasar un fin de semana de descanso bajo techo. Techo que fue más que necesario por que el sábado nos regaló un bonito día de tromba de agua desde el amanecer hasta el anochecer. Pero no importaba, estábamos preparados: juegos de mesa, innumerables barras de fuet, pacharán, pipas… el kit de supervivencia estaba listo. El olor a choto inundaba la cabaña, cuyos cristales empañados como el coche del Titanic invitaban a pensar que saldríamos en las noticias locales al día siguiente por acumulación de gases de efecto invernadero. Pero realmente a pesar del ambiente claustrofóbico que se respiraba en el ambiente, he de decir que pasamos un muy buen día.

Pero tras un día intenso de salchichón, pizzas y cebada fermentada… las bajas en el frente empezaron a ser numerosas a una hora no muy tardía. Por esa razón, aunque el domingo amaneció igual de nublado,  un nutrido grupo de guatequeros hambrientos se levantaron de los catres dispuestos a desatar sus instintos primarios e hincarle el diente a lo primero que se les pusiera por delante. Por poner un ejemplo representativo diré que el desayuno empezó con unos cruasanes del Tesco… y acabó con unas tostadas de anchoas con tomate que daban energía a un lemur ciego. Como teníamos la preocupación de que nuestros cuerpos se quedaran atrofiados si nos quedabamos encerrados y comiendo sin control un día más, decidimos no hacer mucho caso al tiempo –que amenazaba tormenta again — y salir a dar una vuelta. Fuimos a la zona de Comrie, a dar un paseo por el barro de Deil’s Caldron — o la Caldera del Diablo, que le da un toque mucho más místico. Y que gusto da de vez en cuando ponerse la ropa de montaña. En mi caso es saber que voy a ponérmela…y tener esa sensación de que puedo hacer el cafre todo lo que quiera. Da igual, sabes que te vas a manchar y que vas a acabar  hasta el culo de barro, pero no pasa nada, para eso está esa ropa. Así que ahí estuvimos sube tronco, salta charco, abraza árbol, haz foto a los hongitos mucilaginosos, metete en la cueva de un hobbit…muy divertido.

Y claro está. No hay fin de semana que se precie si no acaba con una buena barbacoa. No se que tienen esas barbacoitas portátiles de dos libras y pico, pero les deberían dar un premio por su logro en haber mejorado a la humanidad. Oye, que cosa más tonta y que manera tan eficiente y limpia de alimentar a ocho personas y un perro. Siempre hay que tener una lista para echarle una cerilla, nunca sabes cuando te va a hacer falta. Y también, que entrañable el vivir esa experiencia de tener la necesidad de acabar con todo lo que haya por que nada puede sobrar. Asi que, ¿qué hay que mezclar la última barra de fuet con un yogur? Se hace. ¿Qué hay que beberse el zumo mojando unos trozos de fuet? Se hace. ¿Qué hay que jugar a los personajes comiendo otra vez fuet? Pues se hace de nuevo, ante todo, que no haya miseria.

Así que de este modo a lo tonto casi nos hemos quitado enero del medio. Los días ya son más largos y de momento aquellas previsiones de que este iba a ser el peor invierno desde que los ingleses empezaron a tomar el té de las cinco no se han cumplido. Espero que este sea el primero de un montón de planes a lo largo y ancho del año. De momento, me paso las tardes como si trabajara en una agencia de viajes: vuelo por aquí, visita por allá…pero me encanta. ¡Más planes, más planes! ¡Qué no quede nada por hacer! ¡Tengo alergia al tiempo libre!

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