Un perrito piloto para la señora….vamos, vamos, vamos, anímense compren papeletas….la sota de bastos, falta la sota de bastos….un bonito radiocasete para el abuelo… manzanas, manzanas asadas… gafas con luces 1 euro, 1 euro….se ha perdido un niño que hace llamarse Francisco Coco Cuadrado, su madre le espera en el chiringuito de la plaza…..

Estas frases son algunas de las más entrañables y míticas que se pueden escuchar en una verbena, feria o fiesta de pueblo. Pero ayer, lejos de escuchar esto y de andar atufados por el olor del pollo asado y de los puestos poniendo Camela a todo meter, descubrimos lo que aquí en el norte se conoce como: Carnival.

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El carnival no es lo que se conoce como carnaval, aunque el Google Translate diga lo contrario. Por estas tierras lo llaman a lo que nosotros conocemos como la feria, la verbena…, vamos ¡los cochecitos! Como aquí en Dundee no tienen patrón alguno, pues no tenemos fiestas patronales (A+B=C), ni día dundonian ni nada por el estilo. Es una pena, por que con lo bien que saben pegarse la juerga padre, me haría mucha gracia verles así, en su salsilla castiza. No hay nada más entrañable y con mayor grado de desfase memorable que las fiestas de un pueblo. Pero bueno, como no lo tienen no les resulta tan doloroso como a mi el no poder disfrutarlo. Ellos se lo pierden.

Todo esto viene por que este fin de semana nos han puesto una verbena justo en el parque que tenemos enfrente de casa. Así que ayer por la tarde quedamos con los del labo y «pa’llá» que fuimos. Yo me hice a la idea de que se celebraba algo para ir más preparado mentalmente. No se, como hacía frío y no era el día de la primavera, ni el de la gaviota advenediza…, pues como que no invitaba mucho ir a la feria. Pero nos pusimos las adidas altas, el abrigo de esquiar, los guantes y el gorro y nos dejamos deleitar por los feriantes escoceses. He de decir que estos son mucho más tímidos: no gritan «muñeca chochona», no hablan con el micrófono dentro de la boca mientras el niño corre por encima del mostrador de las escopetas, no hay palillos ni servilletas por el suelo, no venden alcohol (gracias a Dios por que esto podía ser el apocalipsis)…y joder, ¡si ni siquiera ponen a María del Monte y su inmortal A la sombra de los pinos! Pero no pasa nada, como dice el refrán «cuando estés en Roma, haz lo que hacen los romanos», bueno casi, por que lo de ir ligeritos de ropa como iban ellos como que no me daba la gana. Fue divertido, por que era como estar en una clase de inglés del rollo mítico aquel de voz del magnetófono«Student Book, page 24, exercise B, fill the gaps». No tenía ni idea de como se llaman las atracciones en inglés: ni el canguro, ni el tren de la bruja, ni los coches de choque…¡nada! Así que mira, por lo menos le saqué partido a los £10 que costó la gracia. No se por cuanto tiempo los recordaré, pero oye, yo mis esfuerzos los estoy haciendo, que quede claro.

Y para no reencarnarme en Potitas aquí, más allá del Muro, decidí moderarme y no dar más vueltas sobre mi mismo de las necesarias. De eso se encargó Marta, que acabó más centrifugada que el tambor de una lavadora. Al verla salir pálida de la última atracción, el «Freaking Out» o «Flipando» en castellano, me alegré de haber mantenido el estómago en su sitio y de haberme gastado los cuartos únicamente en los coches de choque y en las carreras de caballos (ni los del Tesco, ni los dopados). Por cierto, un detalle. Sabíais que aquí no se lleva lo de darse porrazos frontales en los coches de choque (al loro con el link, imprescindible) sino que conducen en fila india y…¿¿¿por la derecha??? Obelix, sí, están locos estos…bueno, estos.

En definitiva pasamos una tarde diferente, algo fría pero entretenida, y sobretodo teniendo una nueva experiencia que era de lo que se trataba. Pero yo sinceramente, donde esté mi olor a fritanga, mi perrito piloto y mi «escúchame, entiéndelo»…que se quite todo lo demás.