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Aprovechando la tercera semana seguida superando los 20 grados en la isla llevamos por fin a cabo el ansiado plan de sacar al guateque a campear por la campiña escocesa. Con pocas cosas planeadas, pero con mucha voluntad de pasarlo bien y muy buen rollito entre los participantes, pasamos un finde muy desestresante en los alrededores de Inveraray. La zona oeste de Escocia seguía sin estrellitas en nuestro mapa hasta ahora, pero gracias a estos dos días en los que nos hemos metido más de 600 kilómetros de árbol, lago, vaca, árbol, vaca, lago, han hecho que esta zona se vaya cubriendo también de puntitos brillantes. Y aunque el título de la entrada de hoy no viene a cuento de nada más que estuvimos allí y me pillaba la rima facil, relataré alguno de los momentos del mini viaje. Así soy yo y así me las gasto.

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Establecimos nuestro campamento base en el youth hostel de Inveraray, donde dejamos nuestro rastro nada más llegar. Unos adorables adolescentes alemanes estaban a punto de irse a la cama cuando nosotros hicimos el desembarco de la barra de salchichón, las salchichas crudas en copa, el queso para hombres, el salmón de Laia y tropecientas latas de atún entre otras cosas. Y que ansiedad da ver que todas las cosas que has comprado para sobrevivir durante todo el fin de semana empiezan a ser devoradas sin remedio y tu todavía sigues cortando el salchichón sin que a la gente le importe lo más mínimo. La planificación de la comida ya es complicada para dos durante la semana, así que para 6 fieras muertas de hambre lo es aún más. Félix Rodríguez de la Fuente lo llamaría lucha por la supervivencia, pero al final como suele pasar la mayoría de las veces lo único que sobrevive son las latas de atún, esas tristes y chorreantes perdedoras que conviven en tu mochila durante dos días y a las que no consigues dar más uso que alimentar estrellas de mar.

El sábado estuvo dedicado plenamente a salir de excursión. Tras un plan frustrado de hacer canoas por falta de apoyo popular, nos dirigimos hacia Tayvallich  donde hicimos una rutita cómoda entre helechos y otras florecillas silvestres. El peligro número uno del verano en Escocia no es ni Georgie Dann ni una gaviota con diarrea. Lo realmente peligroso son los midges, unos mosquitos minúsculos y muy puñeteros que son capaces de atravesar cualquier tejido y que no le hacen ascos a ningún tipo de color, sangre o densidad vellosa. Cuando sube la temperatura en verano y la humedad se mantiene alta estos endemoniados bichos están en su salsa. Por esa razón las zonas cercanas a los lagos o con vegetación salvaje (hierba) son como las zonas cero de su habitat. Hay que tener cuidado, por que en cuestión de minutos estás lleno de marquitas rojas y rascándote con violencia sin poder abrir la boca ni respirar, por que cualquiera de estos dos gestos supone que tragues más bichos que agua en el Tutuki Splash. En serio, en verano es imprescindible llevar un buen repelente de insectos a mano. Y el que mejor funciona es el que menos publicidad de repelente lleva, el Skin so soft. Esto es de nivel de conocimiento escocés avanzado, pero transmito mi conocimiento al mundo y lo recomiendo como objeto de primera necesidad en verano a menos que queráis ser devorados.

La ruta no tuvo poco más que alguna parada para comer cacahuetes de mono del Tesco (vaya vicio) y ponernos gorditos a la orilla del mar mientras unas vacas nos miraban amenazadoramente probablemente por que Iván nos contaba relatos de experimentado veterinario un tanto desagradables para ser la hora de comer. Tras acabar con lo poco que nos quedaba en las mochilas, tirar un humus fermentado y dar de comer los restos de atún a las estrellas de mar asesinas, diseñamos un plan maestro para deshacernos hábilmente de las vacas e ir a buscar castores por un paseo lleno de ranas. Sí, así de animalístico pasó a ser el día.

No es raro pensar que Escocia es un sitio propenso a tener castores. Está lleno de árboles y de lagos, ¿qué más necesitan? Pues bien, sorprendentemente llevan más de 400 años extinguidos por lo que actualmente hay un programa de repoblación en algunos puntos. Nosotros fuimos a parar a uno de ellos que está cerca de Tayvallich. La guía nos recomendó estar callados y tener paciencia, pero por mucho que cumplimos sus recomendaciones… ni rastro del castor. De nada servía cantar canciones de Justin Beaver (redoble de tambor por favor) o intentar contener los sonidos de algún estómago deseoso de desovar. Nada, los castores se debían estar descojonando de nosotros en alguna parte del lago fuera de nuestro rango de visión y pasamos a formar parte de la estadística esa que decía de la guía de «el 95% de las veces se ven castores en este sitio y a esta hora». Pero a falta de Justin buena fue nuestra foto de castor, vivo ejemplo de la estupidez humana que tan feliz me hace.

El día terminó en un restaurante chino en Oban, un final un tanto decadente pero muy nutritivo. Y ya el domingo fue otra historia. Por fin cumplí otra de las cosas que me propuse al llegar, ir a ver a esoceses rudos en kilt a unos Highland Games. Y eso si que es bárbaro. Tan bárbaro, que les dedicaré una entrada especialmente para ellos otro día. Hasta entonces me despido con foto de mis compañeros de guateque. ¡¡¡Espero que podamos repetir pronto y que se nos unan más guatequeros con ganas de guatequear guatequenudamente por que eso sería gatequenudo!!!

guatequeros

La gaviotis escocesis comunis o gaviota común escocesa es un ser que habita estas tierras durante aproximadamente el tiempo que dura el horario de verano – nótese que no he hecho referencia a la duración del periodo estival por resultar algo etéreo -, y que puede llegar a ser más molesta que una horda de dundonians adolescentes a la puerta de un pub a las 10 de la noche.

scottish seagull

Como buen vecino de los alrededores de los Jardines del Buen Retiro, a lo largo de mi vida he crecido aprendiendo a cogerle manía a la palomis vulgaris y corrientis o también conocida como rata con alas. Este ser endemoniado y plagado de enfermedades indeseables pasa con el tiempo a ser el enemigo número uno de todo el mundo. Incluso los tiernos niños que alegremente disfrutan dándoles de comer miguitas de pan ante la mirada aterrorizada de sus madres,  intentarán más tarde sodomizarlas a pedradas e incluso e intentar atropellarlas con la rueda del coche por temor a que el fruto de su inagotable intestino acabe sobre su lustroso vehículo. No se, es algo que se va adquiriendo con la edad y que es difícil de explicar.

palomaretiro

Pues bien, desde que estoy aquí mi bien justificada manía por este bicho con alas lo he cambiado por un mayor desprecio a las gaviotas. Estos son unos seres despreciables que a mi parecer debería estar en un nivel aún inferior al de bacteria intestinal en Maldito Karma. He hecho un estudio meticuloso y he encontrado varios motivos clave que os quiero explicar:

Su voz. El graznido gaviotil es algo que aún los científicos no saben, pero seguro que acaba destrozando tus oídos. Y es que no se callan, siempre se están quejando por algo y son más desagradables que cortarse el dedo con un folio. Donde estén sus colegas los cuervos (con los cuales se llevan sorprendentemente bien), que se quite ese horroroso sonido que te despierta temprano por la mañana y que te hace saber que la noche ha sido demasiado larga los fines de semana.

graznido

Su inteligencia. Su pico tiene la precisión de un sable laser Jedi. Las hemos visto comer los panes de hamburguesa que el repartidor ha dejado a la puerta del pub el sábado por la mañana e incluso hasta abrir la  bolsa de basura más remota del cubo de basura más inhóspito del mundo.  Un consejo: si quieres deshacerte de algo que no quieres que nadie encuentre, no lo tires a la basura. La gaviota estará siempre ahí para desvelar tu más íntimo junto con los restos del cartón de la pizza de la semana pasada.

Seagull eats out of dustbin

Sus ojos. Tienen los ojos grandes. Y por ojos me refiero a TODOS sus ojos. Cuanto más abiertos tienen los de la cabeza…más gordo es el troncho que te cae sobre la cazadora de cuero, es como si se concentraran y pusieran todo su empeño en ello. Y sí señores, me ha pasado. Paseando por la calle tan tranquilo, sin nada sobre mi cabeza. No tienen piedad, atacan todo que pillan y no pierden estabilidad. Yo simplemente imagino un avión soltando todo ese lastre… y por narices que se piña, fijo. Ellas no, el ave fénix a su lado es un mariquita.

excremento

Sus ideales. Son independentistas y van armadas. El tema político en Escocia está bastante en boca de todos últimamente, pero hasta algunas gaviotas son unas movilizadas anti-sistema. El otro día paseando por St Andrews una nos tiró una pelota de golf. Como lo oís, una pelota de golf. He de decir que el campo más cercano estaba a un par de millas, y o la gente practica su swing en lo alto de los edificios…o las gaviotas disparan alegremente bolazos a los transeúntes. Andaros con ojo, están por todas partes, «still watching you».

gaviota

Por todo esto y mucho más desde hoy me declaro gaviotomaniatico, término que no existe pero que yo me invento. Si veo que la gente me secunda igual hasta formo un club y pido ayuda a alguna «charity« de las que aquí tanto se llevan para pedir financiación y de paso tener alguna excusa para sacar a Marta a correr otro día.

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Un perrito piloto para la señora….vamos, vamos, vamos, anímense compren papeletas….la sota de bastos, falta la sota de bastos….un bonito radiocasete para el abuelo… manzanas, manzanas asadas… gafas con luces 1 euro, 1 euro….se ha perdido un niño que hace llamarse Francisco Coco Cuadrado, su madre le espera en el chiringuito de la plaza…..

Estas frases son algunas de las más entrañables y míticas que se pueden escuchar en una verbena, feria o fiesta de pueblo. Pero ayer, lejos de escuchar esto y de andar atufados por el olor del pollo asado y de los puestos poniendo Camela a todo meter, descubrimos lo que aquí en el norte se conoce como: Carnival.

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El carnival no es lo que se conoce como carnaval, aunque el Google Translate diga lo contrario. Por estas tierras lo llaman a lo que nosotros conocemos como la feria, la verbena…, vamos ¡los cochecitos! Como aquí en Dundee no tienen patrón alguno, pues no tenemos fiestas patronales (A+B=C), ni día dundonian ni nada por el estilo. Es una pena, por que con lo bien que saben pegarse la juerga padre, me haría mucha gracia verles así, en su salsilla castiza. No hay nada más entrañable y con mayor grado de desfase memorable que las fiestas de un pueblo. Pero bueno, como no lo tienen no les resulta tan doloroso como a mi el no poder disfrutarlo. Ellos se lo pierden.

Todo esto viene por que este fin de semana nos han puesto una verbena justo en el parque que tenemos enfrente de casa. Así que ayer por la tarde quedamos con los del labo y «pa’llá» que fuimos. Yo me hice a la idea de que se celebraba algo para ir más preparado mentalmente. No se, como hacía frío y no era el día de la primavera, ni el de la gaviota advenediza…, pues como que no invitaba mucho ir a la feria. Pero nos pusimos las adidas altas, el abrigo de esquiar, los guantes y el gorro y nos dejamos deleitar por los feriantes escoceses. He de decir que estos son mucho más tímidos: no gritan «muñeca chochona», no hablan con el micrófono dentro de la boca mientras el niño corre por encima del mostrador de las escopetas, no hay palillos ni servilletas por el suelo, no venden alcohol (gracias a Dios por que esto podía ser el apocalipsis)…y joder, ¡si ni siquiera ponen a María del Monte y su inmortal A la sombra de los pinos! Pero no pasa nada, como dice el refrán «cuando estés en Roma, haz lo que hacen los romanos», bueno casi, por que lo de ir ligeritos de ropa como iban ellos como que no me daba la gana. Fue divertido, por que era como estar en una clase de inglés del rollo mítico aquel de voz del magnetófono«Student Book, page 24, exercise B, fill the gaps». No tenía ni idea de como se llaman las atracciones en inglés: ni el canguro, ni el tren de la bruja, ni los coches de choque…¡nada! Así que mira, por lo menos le saqué partido a los £10 que costó la gracia. No se por cuanto tiempo los recordaré, pero oye, yo mis esfuerzos los estoy haciendo, que quede claro.

Y para no reencarnarme en Potitas aquí, más allá del Muro, decidí moderarme y no dar más vueltas sobre mi mismo de las necesarias. De eso se encargó Marta, que acabó más centrifugada que el tambor de una lavadora. Al verla salir pálida de la última atracción, el «Freaking Out» o «Flipando» en castellano, me alegré de haber mantenido el estómago en su sitio y de haberme gastado los cuartos únicamente en los coches de choque y en las carreras de caballos (ni los del Tesco, ni los dopados). Por cierto, un detalle. Sabíais que aquí no se lleva lo de darse porrazos frontales en los coches de choque (al loro con el link, imprescindible) sino que conducen en fila india y…¿¿¿por la derecha??? Obelix, sí, están locos estos…bueno, estos.

En definitiva pasamos una tarde diferente, algo fría pero entretenida, y sobretodo teniendo una nueva experiencia que era de lo que se trataba. Pero yo sinceramente, donde esté mi olor a fritanga, mi perrito piloto y mi «escúchame, entiéndelo»…que se quite todo lo demás.