Hay que estar bien nutrido para sobrellevar la humedad de estas tierras, y puedo asegurar que estoy dando lo mejor de mi para cumplir esto a raja tabla. En alguna que otra ocasión ya he hablado de alimentos saludables y típicos de estas tierras entre los que están el fish and chips, el black pudding o los haggis. Pero ayer descubrí otro aún desconocido para mi: los stovies. Un plato a tope de calórico que se prepara con patata, cebolla y ternera principalmente y que en esencia es un estofado de toda la vida que se sirve caliente y acompañado de una torta de avena que alimenta a un regimiento.

Ayer estuvimos en los Highland Games de Braemar, los más famosos de Escocia y que suponen el final de las vacaciones de su majestad la tía Isabel y familiares. Aunque ya habíamos tenido una experiencia previa en esto de ver a hombres fornidos tirando cosas pesadas lo más lejos posible (ver Highland Games: Una experiencia vital), nos apetecía ir a ver estos por que prometía ser una experiencia de otro nivel. Además tenía el aliciente de poder hacerle unas fotillos a la realeza para poder enseñárselas a mi madre y a mi abuela que bien seguro que lo habrían disfrutado. Desde luego me acordé mucho de ellas y me puse a lo loco cual paparazzi persiguiendo a un famoso para poder hacerme con las mejores instantáneas. Hablando de los juegos en sí, he de decir que el escenario es más espectacular, hay mucha más gente y que los participantes son más mazizorros, pero por lo demás no se diferencian mucho unos juegos de pueblo de estos más pijillos. Yo creo que se cumple bien aquello de vistos unos vistos todos. Pero el glamour que tienen estos en los que por ejemplo puedes cotillear en directo el estar viendo al orejones cuchichear con una rubia desconocida…tiene su puntillo gracioso.

Volviendo al tema alimenticio, fue allí en Braemar donde probé los stovies mientras una gran cantidad de hombres rudos intentaban sorprender a la tía Isabel tirando troncos de dimensiones sobrenaturales. Como veía a mucho local saliendo del puesto de las hamburguesas y las salchichas con una taza humeante de la cosa rara esta, decidí hacer como los locales y apuntarme al club del estofado. Y efectivamente, como decía antes, se trata de un plato…consistente. Al principio entra fácil por que está calentito, pero al cabo del rato y antes de terminarlo ya te sientes un auténtico escocés fornido e incluso te dan ganas de saltar al campo a lanzar troncos. Eso te da más fuerza que el clembuterol en vena.

Pero como diría un compañero de batalla, para complementar una buena dieta «no tiene que haber miseria». Por eso, ayer acabé el día muy satisfecho por que por fin tuve la oportunidad de probar el zarangollo murciano o zurumbullo dundiano, como yo lo he rebautizado. Y es que como estamos rodeados de una nutrida colonia murciana que por alguna razón desconocida ve en estas tierras un buen lugar de colonización, estoy descubriendo en profundidad la dieta de la huerta murciana. Desde luego el zarangollo no desilusiona, y yo lo he he incluido junto con los stovies en el grupo de los platos imprescindibles para el duro invierno. Patata, cebolla, calabacín, ternera…todo bien revuelto y listo para alimentar a un batallón de rudos escoceses.

Al fin y al cabo, uno acaba descubriendo que aunque las culturas sean muy diferentes, cuando es en cuestiones de mover el bigote los hombres rudos buscan llenarse como se merece. Yo como siga a este paso acabo tirando troncos en menos que canta un gallo y me monto un puesto ambulante de stovies y zarangollos para la próxima temporada de Highland Games. Quien sabe, igual hemos descubierto la piedra filosofal y el COI nos da los JJOO en unos años. Total, de lo de Madrid desisto (que debo ser gafe) y voy a poner toda mi inspiración en un nuevo objetivo. Ya lo estoy viendo: «Dundee 2024, por que lo rudo nos une»