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Estoy pasando por una etapa de mi vida muy curiosa: tengo hambre, mucha hambre y no puedo hacer nada por evitarlo. No digo que coma poco y pase hambre, ¿eh?, el tema es que como y no dura. ¿Tendré un bicho dentro?, ¿me habrán saltado los plomos y hay algo que no funciona correctamente? No se, puede que sea por la actividad física o por que mi cuerpo se está preparando para el invierno. Pero si se trata de esto último tengo miedo de caer desvanecido un día mientras vuelvo a casa por que se active el modo hibernación como si se tratara del modo avión de los móviles o que me de por hacer un agujero en el jardín y meterme en el como si fuera un oso pardo.

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Para combatir este hambre voraz que domina mi ser, ayer se nos ocurrió seguir con la corriente gastronómica honra ancestros en la que llevamos metidos desde un tiempo y hacer unas migas. Tras debatir y limar unas ciertas asperezas surgidas de acerca del como debían parecer y que debían llevar unas auténticas migas — por que parece ser que para migas los colores –, nos pusimos manos a la obra. Hacer migas en Escocia genera lo que se conoce como «ambivalent feelings» o sentimientos encontrados por paradojas benditas. El preparar este sencillo plato de nuestros abuelos en esta compleja latitud en la que vivimos conlleva lo que he pasado a denominar como la «dualidad seco-mojado» con la que hasta Epi y Blas dimitirían por escasez de conocimientos. Por un lado secar el pan en este país es una broma de mal gusto y por otro humedecerlo es moco de pavo. Así que lo comido por lo servido, lo primero no pasa nunca y lo segundo pasa automáticamente. Quizá esta sea la razón por la que este plato no haya sido seleccionado evolutivamente aquí en la isla, aunque viendo la riqueza culinaria de sus habitantes…quizá sea por otra razón más simple. A mi desde luego después de correr dos horas y media e ir a hacer la compra, me supieron las migas a gloria bendita. Aunque seguramente no fuera un sujeto óptimo para una valoración objetiva, pero Marta se las comió incluso llevando panceta, así que imagino que tan malas no debían estar. Sigo teniendo serias dudas de que las organizaciones de corredores recomienden recobrar energías con un plato como este, pero puedo garantizar que esto sumado a una buena siesta en nuestro sofá desmontable… sienta estupendamente.

Pero ya os digo que últimamente, cada vez que como me quedo bien, pero al rato vuelvo a tener hambre. Las migas fueron una buena solución temporal, pero no la llave a la solución. Hoy hemos ido a dar un paseo para despejar la cabeza y disfrutar del fresco otoño escocés durante sus cortas horas de luz y hemos parado en un sitio que siempre nos había llamado la atención pero que por pillar de camino a otros sitios más al norte nunca habíamos visitado: the Highland Chocolatier.

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Se trata de una pequeña tienda llena de «chorraditas para el hogar» de esas que sobretodo a las chicas les encanta observar, manosear un rato y luego dejar en el mismo sitio pero a las que por precaución conviene mantener bien alejadas del monedero mientras dura la visita por lo que pueda pasar. Además de esa zona, tiene la propia tienda en la que se pueden encontrar chocolates de todos los tipos y sabores, y una cafetería muy mona en la que sirven el típico almuerzo británico de sopa y sandwich. Estaba claro que tras haber pasado dos largas horas desde el desayuno, yo ya tenía hambre. Los chocolates y el olor a comida procedente de la cocina… no estaban precisamente ayudando a que pudiera controlar mis conexiones cerebro-estomacales. Pero ha sido una decisión acertada, he tomado un tanque de sopa de tomate calentita, una baguette de haggis con queso brie fundido y una tarta de chocolate que resucitan a un yeti muerto. Un sitio muy agradable, lo recomiendo a visitantes presentes, pasados y futuros.

El refranero español es muy amplio, sabio y siempre útil, así que esta vez voy a recurrir a uno que explica a la perfección nuestros siguientes pasos del día de hoy: «la comida reposada y la cena paseada». No hay nada mejor que buscar una buena excusa para la siguiente ingesta, así que hemos ido a dar una vuelta por la zona de Blair Atholl y Bruar.  Y es aquí cuando inesperadamente nos hemos topado con las más auténticas vacas peludas que el hombre haya visto jamás. Se nos podrá considerar ya veteranos highlanders, pero he de confesar que jamás habíamos visto semejantes bichos con cuernos. Hambre no me han dado, pero el simple hecho de mirarles esos pedazo de muslos… daban ganas de calcular la cantidad de chuletones que saldrían de ahí. Seguro que esos bichos eran capaces de alimentar a un clan entero durante el invierno, creo que con estos ejemplares he comprendido el uso de las vacas de las highlands. Que porte, que calibre de cuernos, que pelo más bien cortado, que pezuñas tan estilosas. Tan cautivado me han dejado que en un gesto de demostrarle mis más sinceros respetos una de ellas casi me da un cuernazo con habría acabado conmigo en lo más alto del Ben Nevis. Gracias a mi sangre de torero he evitado una buena enbestida, pero este momento me ha recordado el día en el que fuimos de capea aunque seguro que si me hubieran puesto delante a este morlaco yo había colgado el capote y me había dedicado a jugar a las damas. Solo de verles resoplar con ese moquillo colgante… confieso que daban un poco de canguelo.

En un intento de demostrar mi hombría he tratado de convencer a Marta de que me dejara meter una en el coche y tener algo con lo que hacerme un bocadillo esta noche después de cenar por si me entraba hambre a media noche, pero no me ha dejado. Así que no me queda otra salida, voy a ver si empiezo con el tema de la meditación a ver si  eso me ayuda un poco a controlar el apetito. Decían que el invierno en Escocia era complicado, creo que estoy empezando a comprender el por qué.

 

«Cayetana de Alba, ¿reina de la Escocia independiente?». Así, tal cual, frase bomba. Sin lugar a dudas esta ha sido la de las noticias más impactantes que jamás he escuchado. Hay veces que una noticia te deja literalmente con los ojos como platos, especialmente si no te la esperas. Tú estas tranquilamente metido en tu rutina, trabajando…y de repente te llega un nuevo e-mail con un asunto como ese. Por supuesto al principio, no te lo crees, «será una chorrada» piensas. Pero no, abres la noticia, lees… y en ese momento tu cara se convierte en algo parecido a la de Jim Carrey en La máscara, con la única diferencia de que la que está delante tuyo no es Cameron Diaz en sus años mozos sino la mismísima Cayetana de Alba en…su senescencia permanente.

The Mask 1994 real : Chuck Russell Jim Carrey COLLECTION CHRISTOPHEL

Porque, ¿alguien se había imaginado que algo así pudiera pasar? Es verdad, que esa mujer tiene más títulos que el Escalerillas FC pero jamás me había planteado que existiera la más remota posibilidad de verla sentada sobre la Piedra del Destino y emperifollada con corona, cetro, capa y rodeada por mogollón de hombretones rudos de las Highlands. La cabeza del ser humano no está preparada para esa imagen.

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No es que sea yo una persona que siga con mucho afán la vida de la realeza, ni que sea un partidario del «Yes, Scotland». Soy de los que piensan que la unión hace la fuerza y que mejor juntitos que mal acompañados, pero he de confesar…que esto me haría ilusión, mucha. Bueno, no se si realmente es ilusión lo que me genera o tal ataque de carcajadas que hace difícil que la idea se vaya de mi cabeza. Y es que me la imagino ahí, como completa soberana de los scots, vestida de flamenca con su peineta al viento y dirigiéndose a sus súbditos a la voz de «sois mala gente».

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Porque si la Duquesa de Alba fuera coronada como Reina de Escocia, yo tengo bien claro cual sería su primer cometido: hacer un cambio radical al estilo de los kilt. En primer lugar, las rayas fuera y bienvenidos los lunares. Nada de llevar las medias hasta las rodillas cuando puedes llevar unas taleguillas muy monas. Y nada de puñal, no, nada de eso. En vez de un cuchillo para desollar haggis un buen abanico para quitarse los sofocos y en el sporran una bota de vino en vez de una petaquilla.

Con todas estas medidas no se si Escocia iría a mejor o a peor, pero desde luego haría que tuviera mucho más salero. Por que en un mundo en el que la duquesa de Alba fuera reina, no habría cabida para las pintacas calientes, no. Lo que habría serían grifos de Cruzcampo por doquier y jarras de rebujito para acompañar a los single malt. Con esto los pubs de Dundee a las 12 de la noche no serían tan parecidos a un documental de La 2, el efecto Cayetana habría llegado a la ciudad. Y por supuesto las cartas jamás llegarían tarde, Alfonsito estaría simpre pendiente como buen rey consorte de que el servicio de correos funcionara perfectamente. ¿Veis? Escocia sería viable y la Armada Invencible por fin podría descansar tranquila. No más tormentas en el horizonte, la venganza se habría servido en plato frío. El conquistar la pérfida albión de esta manera sería como ganar un partido de fútbol de penalti injusto en el último minuto, pero aaaaaaah, Santa Rita, Rita, lo que se da no se quita.

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Pero bueno, siendo realistas y despertando de mi sueño, el que esto ocurra es menos probable que el que yo me mantenga todo el rato despierto en un seminario de departamento. Históricamente sus lazos tiene la mujer, pero obviamente aquí no la conoce ni el tato. Los Estuardo serán recordados como unos grandes de la historia escocesa, pero en los periódicos la han llegado a definir literalmente como «esto». Sí, como el hermano de la bola de pelo de La Familia Adams, y eso que la mujer no tiene tanto. Ha sido una buena noticia que nos ha dado para horas y horas de conversación. El simple hecho de ver la cara de mis compañeros de laboratorio al contarles todo esto ha valido más que treinta años de reinado. Pero aquí son muy de la tita Isa, no lo pueden evitar. No se como acabará toda esta historia el 18 de Septiembre, pero lo que si esta claro es que doña Cayetana… se seguirá yendo de vacaciones a Ibiza, por que en el castillo de Balmoral los baldosines están muy frios. Y todo el mundo sabe que ella tiene en el cuerpo un sensor especial para estas cosas.

Por una regla de tres simple si a ti te hacen llamar mamá pato por que en tu trabajo tienes un patito a tu cargo,  significa que automáticamente la persona que fue tu mamá pato durante tu etapa de pato se convierte en la gran abuela pato. Digerir tanto pato en una frase suena un poco complicado, pero la pato-genealogía científica es así de cruel. Los patos en un laboratorio generalmente aparecen de la nada y por sorpresa, luego crecen a golpes, maduran, se vuelven unos frikis, vuelan y encuentran nuevos patos a los que enseñar, se convierten en nuevas mamás pato…y esporádicamente se reencuentran con sus progenitores. Sí, así funciona la genealogía científica, un lío muy grande pero con mucho encanto.

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Este fin de semana hemos tenido el placer de albergar en nuestra húmeda cueva a la gran abuela pato. La gran abuela pato se ha hecho tan famosa que ahora la reclaman por todos los rincones del mundo y precisamente esta semana ha tenido que venir cerca de estas tierras a expandir conocimiento. Así que aprovechando que Newcastle pilla a tiro de piedra del Tay… pues se ha pasado el fin de semana a hacernos una visita. Como era de esperar, hemos comprobado que a pesar de todo sigue estando más tarada que una oveja escocesa en época de sequía. Advierto las fotos que aparecen aquí abajo no son del todo representativas de lo que ha sido el fin de semana. He tenido el decoro de hacer una selección para mantener un poco la compostura y no destrozar su carrera de científica reputada.

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Estos días apuntaban más a parecerse a la película de «El día de mañana» que a un bonito fin de semana para hacer turismo por Escocia. El cielo estaba más oscuro que el culete de Bambi y hasta los coches indicaban que el grajo iba a volar bajo, pero por una especie de suerte misteriosa los McAngelitos han cerrado el grifo a ratos para dejarnos  patear St. Andrews, Dundee y Edimburgo con tranquilidad y sin acabar más calados que el submarino de los Beatles.

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Es muy difícil condensar en apenas un día y medio cotilleos, marujeos y anécdotas a la vez que se hace turismo, pero más o menos creo que nos nos hemos puesto al día y hemos hecho una buena introducción a la cultura escocesa. No se nos ha dado nada mal, por que además de visitar los alrededores ha habido tiempo para atizarnos unos buenos whiskys caseros viendo vídeos ancestrales, tomar pintacas tibias de esas que te quitan el hipo comiendo haggis y otros productos de la gastronomía escocesa, tener conversaciones con escoceses «eleven» de esos que se tiran pedos densos, y hacer un mini pub crawl por los locales más selectos de Dundee. Marta y yo hemos decidido pasar a denominar a este tipo de excursiones como el: Scotland Essentials. Futuros visitantes de fin de semana, este es el plan que os espera. Nosotros ponemos el tablero y las nubes, vosotros lo que pase durante — pero por favor no rompáis nada.

Mola un montón esto de tener amigos que se convierten en gente respetable, salen en la tele y hablan de cosas serias. Te hace sentir muy orgulloso y fardas un montón hablando de ellos. Pero lo que más me gusta es poder ser testigo de lo que se esconde detrás de los focos y las cámaras y ver que por muy lejos que llegues hay cosas que nunca cambian. El caso es que la abuela pato ante todo es una persona…muy natural. Hay veces que me tengo que frotar los ojos y darme un par de bofetones para darme cuenta de que es la misma persona que la de la tele y la de las revistas que tienes en la mesilla del salón. La abuela pato es una persona con tanta devoción científica que entre otras muchas cosas este fin de semana no ha dudado en tirarse a los brazos de Dolly, ha perseguido escoceses con kilt para intentar investigar que se llevaba debajo de los cuadros o hacerse una foto con una familia de pingüinos dundonian. Eso es el espíritu de un auténtico científico, la nueva era ya está aquí.

Así que esta ha sido ya nuestra octava visita desde que iniciáramos nuestra aventura dundiana. Nuestro salón de la fama del pasillo se va llenando y ahora da gusto ir de la cocina a la habitación viendo todos los caretos que han pasado por aquí. Y aunque yo prefiero seguir llamándote Mari…¡gracias por la visita chica Nature!, ha sido un placer tenerte por aquí haciendo el gamba. Contigo esta vez hemos descubierto que no hay que ponerse calcetines de esquiar si quieres llevar botas altas. Esto si que ha sido todo un descubrimiento.

 

 

Hay que estar bien nutrido para sobrellevar la humedad de estas tierras, y puedo asegurar que estoy dando lo mejor de mi para cumplir esto a raja tabla. En alguna que otra ocasión ya he hablado de alimentos saludables y típicos de estas tierras entre los que están el fish and chips, el black pudding o los haggis. Pero ayer descubrí otro aún desconocido para mi: los stovies. Un plato a tope de calórico que se prepara con patata, cebolla y ternera principalmente y que en esencia es un estofado de toda la vida que se sirve caliente y acompañado de una torta de avena que alimenta a un regimiento.

Ayer estuvimos en los Highland Games de Braemar, los más famosos de Escocia y que suponen el final de las vacaciones de su majestad la tía Isabel y familiares. Aunque ya habíamos tenido una experiencia previa en esto de ver a hombres fornidos tirando cosas pesadas lo más lejos posible (ver Highland Games: Una experiencia vital), nos apetecía ir a ver estos por que prometía ser una experiencia de otro nivel. Además tenía el aliciente de poder hacerle unas fotillos a la realeza para poder enseñárselas a mi madre y a mi abuela que bien seguro que lo habrían disfrutado. Desde luego me acordé mucho de ellas y me puse a lo loco cual paparazzi persiguiendo a un famoso para poder hacerme con las mejores instantáneas. Hablando de los juegos en sí, he de decir que el escenario es más espectacular, hay mucha más gente y que los participantes son más mazizorros, pero por lo demás no se diferencian mucho unos juegos de pueblo de estos más pijillos. Yo creo que se cumple bien aquello de vistos unos vistos todos. Pero el glamour que tienen estos en los que por ejemplo puedes cotillear en directo el estar viendo al orejones cuchichear con una rubia desconocida…tiene su puntillo gracioso.

Volviendo al tema alimenticio, fue allí en Braemar donde probé los stovies mientras una gran cantidad de hombres rudos intentaban sorprender a la tía Isabel tirando troncos de dimensiones sobrenaturales. Como veía a mucho local saliendo del puesto de las hamburguesas y las salchichas con una taza humeante de la cosa rara esta, decidí hacer como los locales y apuntarme al club del estofado. Y efectivamente, como decía antes, se trata de un plato…consistente. Al principio entra fácil por que está calentito, pero al cabo del rato y antes de terminarlo ya te sientes un auténtico escocés fornido e incluso te dan ganas de saltar al campo a lanzar troncos. Eso te da más fuerza que el clembuterol en vena.

Pero como diría un compañero de batalla, para complementar una buena dieta «no tiene que haber miseria». Por eso, ayer acabé el día muy satisfecho por que por fin tuve la oportunidad de probar el zarangollo murciano o zurumbullo dundiano, como yo lo he rebautizado. Y es que como estamos rodeados de una nutrida colonia murciana que por alguna razón desconocida ve en estas tierras un buen lugar de colonización, estoy descubriendo en profundidad la dieta de la huerta murciana. Desde luego el zarangollo no desilusiona, y yo lo he he incluido junto con los stovies en el grupo de los platos imprescindibles para el duro invierno. Patata, cebolla, calabacín, ternera…todo bien revuelto y listo para alimentar a un batallón de rudos escoceses.

Al fin y al cabo, uno acaba descubriendo que aunque las culturas sean muy diferentes, cuando es en cuestiones de mover el bigote los hombres rudos buscan llenarse como se merece. Yo como siga a este paso acabo tirando troncos en menos que canta un gallo y me monto un puesto ambulante de stovies y zarangollos para la próxima temporada de Highland Games. Quien sabe, igual hemos descubierto la piedra filosofal y el COI nos da los JJOO en unos años. Total, de lo de Madrid desisto (que debo ser gafe) y voy a poner toda mi inspiración en un nuevo objetivo. Ya lo estoy viendo: «Dundee 2024, por que lo rudo nos une»

Estamos de vuelta. Tras un par de semanas de larga desconexión y de repurificación en las que personalmente he recorrido la península de punta a punta, hemos regresado a nuestro Dundee adoptivo donde actualmente nos encontramos en proceso de volver a la rutina. ¿Cómo? Mejor no dar detalles por que está siendo algo lento y doloroso.

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Ante el título de la entrada parece que tuvimos problemas en aterrizar, pero nada de eso. Cierto es que la temperatura bajó de los 40ºC en Barajas a los 10ºC escasos en Edimburgo, pero dejando de lado ese nimio detalle el aterrizaje fue perfecto. Esto sorprende un poco teniendo en cuenta la cantidad de víveres que traía en mi pobre maleta de mano (Alcampo Moratalaz, Oferta verano 2012: 10€), los cuales amenazaban con destrozar el cajetín porta equipajes del avión. Menos mal que easyjet no pone limitaciones de peso en el equipaje de cabina, por que si me hubieran puesto problemas habría tenido que metamorfosearme en Belén Esteban y decirle al de seguridad aquello de que «yo por mi queso y mi chorizo, ma-to!»  Pero pensándolo friamente, creo que habiendo gente como nosotros que practica el contrabando descontrolado de ibéricos puede acabar provocando problemas de equilibrio en los aviones que lleven al caos total. No exagero, ¿eh? Yo creo que esta vez en caso de que hubiéramos necesitado las mascarillas estas no habrían podido salir de la cantidad de chorizo y queso de oveja (que no mixto) que las oprimía miserablemente.

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Y es que que cada vez que toca regresar entramos en una especie de estado de ansiedad vital en el que nos comportamos como dos personas desnutridas que no tienen acceso a ningún tipo de  alimento. Por suerte no es así, pero comparándolo con la famosa historia de Platón y su caverna a la cual he tenido acceso estas vacaciones…volver aquí, «más allá del muro», una vez has estado bajo los efectos de la buena gastronomía es darte cuenta de que está, la realidad escocesa, no es la verdadera. No hay pipas Grefusa, no hay revueltos Facundo, no hay lomo embuchado, salchichón ibérico, queso de Cabrales, lentejas de La Armuña, garbanzos de Fuentesauco, arroz de Calasparra… en fin, que la realidad cambia y aunque no se comprenda hay que venir bien aprovisionado y dar gracias a lo que o en quien cada uno crea por lo que tenemos. En ocasiones pienso que no te das cuenta de todas estas cosas hasta que no estás fuera y no tienes acceso a ello, digamos que estamos algo «encavernados» y no valoramos lo suficiente las buenas cosas que tenemos por allí abajo. Con esta reflexión, pongo punto y final al momento intelectual del día. Modo cultureta-reflexivo OFF.

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Así que volver de vacaciones supone reengancharte a tu vida paralela, esa que has dejado de lado para poner los niveles de Vitámina D hasta las cejas y que al fin y al cabo es la que te está dando de comer haggis y hamburguesas (por que por suerte y hasta el momento el ibérico corre por cuenta paterna). Pero es duro, el inglés ha vuelto a pasar a mejor vida una vez más y ya no es que tengas una bola de pelo como al volver de Navidad, es que parece que se te acalambra simplemente con pedir una triste botella de agua. Además, la gente de tu alrededor que aún no se ha ido o que hace tiempo que ha vuelto te habla de cosas que te suenan a ciencia ficción: «transfecciones», «plásmidos», «PubMed» y «Nature» entre otros palabros raros que te cuesta poner en orden en tu cabeza en la que sólo aparecen cosas poco equivalentes como «sol», «playa», «Cuore» y «Marca«. Pero bueno, poco a poco vuelves a ser tu mismo y a reencarnarte en esa persona responsable que va a solucionar todos los problemas del mundo. Según pasan las horas empiezas a despertar de ese atorrijamiento máximo que te impide incluso moverte y el mono con platillos que todos tenemos dentro empieza a desperezarse. Pero no hay que presionarle por que puede ser contraproducente. Es por eso que el aterrizaje aunque es brusco, cada uno ha de hacerlo a su ritmo. En mi caso eso quiere decir que, el primer día subiendo a la cafetería a por cuatro cafés, el segundo a por tres, el tercero a por dos, y el cuarto…bueno, de momento, mi cuarto día va a ser sábado y pretendo dormir al mono de nuevo un par de días. !Qué cada uno aterrice como pueda!

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Los símbolos y señales de peligro en un laboratorio son diversos. Todos ellos son muy llamativos, con un color chillón de fondo y algún símbolo que lo único que te sugiere es un: «uy, uy, uy…mal rollito…«e618b22072686df88c7c1b7284662e37Pero hay muchos otros que están escondidos y que pasan desapercibidos. Como vives rodeado de tantas señales que invitan a marchar al otro barrio si tienes un descuido fatal, tu cerebro genera un estado de resistencia a estas señales para evitar que caigas en colapso nervioso cada vez que coges un simple tubito limpio como una patena. Y es por esta razón por la que no damos ninguna importancia a algunas que realmente son inquietantes. Empecemos.

1. ¡Agárrate que te resbalas! ¡Salmón en el suelo!

Esta es la primera de ellas. A primera vista parece una señal inocente, indicando que a alguien se le ha caido algo malévolo que podría desintegrar tus huesos o simplemente que han fregado el suelo y no quieren que dejes la huella de tu piezaco un minuto después. Pero si os fijais, un inocente salmón campa a sus anchas debajo de la  «oh, !gran señal de peligro!» ¿Qué significa? Podría tratarse de un simple patrocinador como podría ser El Pozo o Casa Tarradellas, pero… ¿y si acaso esto es una conspiración del FELS (Frente Escocés de Liberación Salmonil) para incitar a la población al consumo de salmónidos en detrimento del haggis al más puro estilo «hoy las cadenas hay que romper» de Mary Poppins? ¿Y si los salmones escoceses estuvieran detrás de todos los resbalones que día a día pasan en el mundo y no lo supiéramos? Reflexionad sobre ello. 20130426_102857

2. Friega los platos…¡ojito con Godzilla!

Aquí vamos con la siguiente. En el mundo científico, imagino que al igual que en muchos otros hoy en día, es habitual ir con el tupper a comer. A la hora que sea conveniente según en el país que estés, tu llegas, calientas tu tupper de coliflor y el par de salchichas que sobraron la noche anterior y te sientas tranquilamente mientras lees el 20 Minutos, el Metro o cualquier otro periódico insustancial para tu vida o charlas con tus queridos colleagues. Tras esto, vas a la pila a fregar…y te encuentras con esto. ¡Zas, en toda la boca! ¿A que cuento viene esto señores? ¿Ante que tipo de amenza nos encontramos? ¿Puede por favor alguien explicarme que significa esto? Yo hasta ahora lo único que concluyo es que si no dejo las cosas ordenaditas, el personal de limpieza soltará a Godzilla del sótano del MRC y me llevará preso al apoteósico aeropuerto de Dundee, donde se encabronará y deshará de mi al más puro estilo highlander. Ahí queda eso. Cualquier otra sugerencia será bien recibida. 20130426_140335

3. Servicio de limpieza, ¡no gracias!

En algunas salas de nuestro querido centro de investigación, puedes encontrarte con esta señal. Es algo que hasta a tu profesor de lengua y literatura le chirriaría al máximo. No concuerda ni en género ni en número, no transmite lo que quiere decir, y no hay santo que entienda a cuento de que viene. Por que o bien quiere indicar que tienes prohíbido darle la mano a la señora de la limpieza en la cámara fría o yo creo que es que se quedaron sin pegatinas de colores que repartir y cuando llegaron a las correspondientes para los de este servicio soltaron la de prohibido magrearse y se quedaron más anchos que largos. Así se solucionan las cosas en este país.

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4. Duérmete niño, duérmete ya

Esta no es una señal muy «apppsurda», pero siempre ha sido mi favorita y quería reservarle un sitio especial en esta entrada. Lo primero que piensas cuando ves la señal de ¡Cuidado, asfixia! es que un hueso de aceituna gigante va a caer del conducto de ventilación, se va a quedar atravesado en tu garganta, te vas a poner más morado que una pasa y vas a morir por que nadie sabe hacer bien  la maldita maniobra de Heimlich. Pero no, en el contexto de un laboratorio, tiene un significado más dulce. Viene a ser algo así como que un día estarás trabajando en el cuarto de cultivos con tu casco de albañil e inocentemente alguien vendrá, abrirá un incubador y una dosis letal de CO2 te sumergirá en un sueño profundo del que nunca podrás despertar. No, no podrás, por que todo el mundo sabe que el príncipe encantandor de La Bella Durmiente nunca entrará en un sitio así. Que poco glamour, sin rueca «ni ná» no mola. 20130426_145157

Esto ha sido por hoy, queridos lectores. Espero que esta entrada haya contribuido como mi particular granito de arena a los profanos en el mundo científico. Como podeis comprobar, la vida ahí dentro no es nada aburrida. Es cierto que no es el clásico concepto de científico loco con bata y tubos humeantes de colores, pero no hay un solo día en el que no pase algo extraño o tengas que hacer corrillo para marujear sobre lo que ha pasado en este pequeño Gran Hermano. Espero que paséis un gran fin de semana, lleno de diversión, lo que me lleva a despedirme con la gran imagen que todo visitante al UK tendrá en su cámara de fotos. Gracias al diseñador de este cartel de carretera, que alarde de imaginación y que sonrisa despierta en cada castizo-parlante cuando se la encuentra por delante.

Nunca dejéis de hacerlo, ¡encontrad una razón para sonreir!

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