Sí amigos, una de esas nuevas actividades que tenía en mente y a las que refería hace unos días es que se me ha cruzado un cable y he empezado una actividad que jamás pensé que haría: bailar. Viendo que la dinámica que llevaba me conducía inevitablemente ha acabar siendo un sujeto parecido a Willie el jardinero, convencí a unos cuantos compañeros del laboratorio para dar un giro a nuestras vidas y meternos de lleno en la cultura escocesa. Ni nada más ni nada menos que hemos comenzado  un curso de ceilidh, la danza tradicional escocesa.

willie

Todo comenzó como la clásica gilipollez de grupo. Nos llegó al laboratorio publicidad de los cursos que ofertaba el Dundee College y entre ellos nos llamó la atención el que se llamaba «Ceilidh Dancing for all», un curso de tres meses que podría catapultarnos al estrellato y con el que podría sorprender a todos mis admiradores en los futuros eventos dundianos. Yo ya os había comentado que en alguna ocasión había estado en algún baile de estos en los que literalmente te partes de risa al ver a todo el mundo pegando saltos y lanzando mujeres, aunque nunca se me habría ocurrido que llegaría a tomármelo tan en serio como para ir a clases. Pero la cosa se fue gestando lentamente, nos fuimos animando…. y os podéis hacer a la idea de que la conversación que nos llevó a apuntarnos al curso incluyó los también clásicos «venga, vamos a hacerlo», «¿sí?, si te apuntas me apunto», «puede estar gracioso», «no hay huevos», «esto va a ser increíble-ble»…  Total, que nos acabamos apuntando estando casi convencidos de que el curso no saldría adelante por no haber el número mínimo de personas. ¿A quién más se le iba a ocurrir algo así?

Pero como estoy escribiendo esta entrada, obviamente quiere decir que esto no pasó y que hoy ha sido el primer día en el que Bob, Armel, Julia, Emma y yo mismo, como representantes selectos de la élite científica de este país hemos dado nuestros primeros pasos en el aprendizaje de esta danza milenaria.

Ceilidh

Desde por la mañana hemos estado nerviosicos perdidos pensando en cómo sería el curso, quiénes serían nuestros compañeros y cuál sería la edad media del grupo. Y desde luego la clase ha sido todo un número. Ver a 16 personas en circulo, callados y dando paso hacia adelante y hacía atrás dados de la mano no tenía precio. Por un momento me ha parecido estar en un grupo de reintegración de politoxicómanos y me he llegado a plantear que había sido una tontería suprema gastarnos el dinero en eso. Pero según iba pasando la clase e íbamos sudando y rompiendo el hielo, la cosa ha cambiado y hemos acabado pasando un buen rato y haciendo más ejercicio del que pensaba. Lástima que no haya podido coger la cámara de fotos y retratar el momento. Como comprenderéis me ha dado un poco de vergüenza decirle a la gente el primer día que se quedaran quietos que iba a hacer unas fotos para colgar en mi blog. Estaba más preocupado en intentar sorprender a mis nuevas compañeras de baile y dejar bien alto el pabellón, que en inmortalizar el momento.

Así que el primer balance del curso ha sido positivo. Hoy no he conseguido quedarme con los nombres de todos, pero entre los más destacados está una señora que bailó ceilidh en el colegio cuando era joven y que ahora está ahí para hacer ejercicio aunque casi echa los higadillos ya en la primera clase, otra también madurita que está espídica perdida y me ha dicho que yo debería ser Flamenco Dancer y luego también me ha caído bien Jim, un hombrecillo escocés que podría pasar perfectamente por belinchonero y que me llama Alriki por que Alberto debe ser lo más exótico que ha oído en su vida. Pero sobretodo lo que más me ha gustado es que la profesora al acabar la clase haya dicho «gracias por compartir vuestros sudores conmigo». Eso me ha llegado al alma, no puedo esperar hasta la semana que viene para seguir contando nuestras evoluciones. Eso sí, el próximo día me pongo la ropa del gimnasio, esto va en serio.

satan