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Quien haya estado alguna vez de campamento de verano o haya tenido el placer de ser scout u otro tipo de monitor de pequeñas bestias malolientes y escandalosas, conocerá esta frase y le traerá inmediatamente a la cabeza la pegadiza cancioncilla a la que va asociada y de la que no hay manera de desprenderse. Pues bien, como detalle curioso diré que está canción está basada en un poema de Robert Burns llamado «Auld Lang Syne», o «Hace mucho tiempo» en una lengua comprensible para el público general. Y claro, no hablaría aquí de esto sino fuera por que….sí, exactamente, por que es el poeta más famoso de Escocia, símbolo y héroe nacional  y al cual tienen elevado a los altares  al nivel de San Andrés y William Wallace ni más ni menos. Esta canción, junto al «I´m gonna be (500 miles)» de los también locales The Proclaimers, es el auténtico bombazo en toda clase de ceremonia escocesa: bodas, bautizos, comuniones, fiestas, ceilidhs…no falla nunca y todo escocés que se precie ha de desgañitarse desde que suenan los primeros acordes.  Os dejo un vídeo representativo para que os hagáis a la idea de lo que significa esto aquí: http://www.youtube.com/watch?v=_UFenFAHSMk

BurnsMi canción de despedida no tiene nada que ver con el pobre Robert ni tampoco tiene que ver con la marcha de una persona querida, nada de eso. Mi pena viene por la separación forzada de algo material pero de alto valor sentimental. Y no es que se me haya perdido nada, es que ha llegado el momento de separarme de mi querida sartén. La primera, la única y genuina sartén con la que todo comenzó.

sarevo

En este año y pico de independencia he comprendido (entre otras cosas) que de entre todos los elementos que forman parte la batería de cacharros de cocina, hay uno al que le coges especial cariño. No se si debido al uso que se le da o tal vez por su textura, su color, su forma… no se pero hay algo por lo que tienes una especial conexión con uno de ellos. Y para mi no ha habido nada mejor en este tiempo que mi sartén de acero inoxidable y 16 centímetros de diámetro de Ikea. Aún recuerdo cuando la sacamos de la caja y le apreté su único tornillo. Por que claro, los de Ikea son tan así que hasta las sartenes hay que montarlas con una de sus llaves graciosas en forma de integral.

Una cosa me quedó muy clarita durante mis años de supervisión materna a los fogones, y es que hay que tratar con cuidado a las sartenes para que no se arañen. Si esto pasa, la mierdecilla que sueltan (teflón), es equivalente a muerte y destrucción, por lo que hay que tener cuidado. Y a mi pequeña, por la que tantos tortillas, salchichas, y sobretodo, pimientos y cebollas han pasado, hace unas semanas que empezó a rasgarse y a perder su identidad. Por eso, con todo el dolor de mi corazón, pusimos pies en polvorosa y fuimos al Tesco, donde gracias a una de sus maravillosas promociones de pegatinas que tanto me gustan, encontramos una brillante y sustituta sartén de las mismas características y que aún hoy me da penita usar de lo lustrosa que está.

Así que así estamos unas semanas después de nuestra separación. Por un lado, mi tan amada sartén ha sido relegada al fondo del mueble de los cacharros poco queridos. Allí convive por el momento con la cacerola tamaño rancho de campamento, y los inútiles rallador de queso que nunca encuentra queso por que el queso ya se vende rallado y el palo trincha-pollos del horno.  Por el otro lado, estoy yo, desolado. La nueva y yo aún nos estamos conociendo, la cosa va despacio, pero creo que empezamos a entendernos. Vivimos una relación intensa desde el principio, así que espero que al menos lo nuestro sea duradero.

La mítica frase de «a que no hay huevos» ha vuelto ha salir este fin de semana a la palestra. Los termómetros han explotado  en Escocia y nos hemos levantado ambos días con unos bonitos 20 grados, y por si no volvía a pasar más, hemos salido como las setas en otoño.

termometro

En un principio pensamos en ir a Broughty Ferry a tirarnos al sol y además dar uso a  nuestras nuevas colchonetas de camping para amortizar las 20 libras que costaron. Pero un par de paradas intermedias en la carnicería y en la peluquería hicieron que la opinión de autóctonos nos hicieran cambiar de parecer y dirigir nuestros pasos hacia la playa de St Andrews. Según mi excelente peluquera – de la que aún no se el nombre – es el mejor sitio donde protegerte del viento en un día caluroso como el que estábamos viviendo. Con toda la ilusión del mundo pusimos pies en polvorosa. Ventanillas bajadas, gafas de sol, bañador y una idílica visión caribeña en nuestras cabezas, dispuestos incluso a encontrar a Curro.

curro

La zona de la playa de St. Andrews era completamente desconocida para nosotros. Había oido que era aquí donde se habían rodado las famosas escenas de Carros de Fuego, pero las otras veces que nos habíamos acercado por aquí siempre habíamos pasado la playa de largo, pensando en que no tendría nada de especial (tariro-toriiiro, tatiro-totiiiro…) . Y no se si es por que el día de ayer invitaba o por que el monazo de chiringuito que tenemos ya nos hace tener visiones, pero he de decir que no estaba nada mal. El aparcamiento de la playa estaba más lleno que el neceser de MacGyver y los niños cangrejoides escoceses andaban con bañador, chanclas y red-caza-cosas-marinas-que-huelen como si estuvieran en Benidorm. Y allí instalamos nosotros el campamento, por un lado Marta rotando alrededor del sol en busca de potenciar su melanina y yo contando los minutos que me quedaban de hacer la digestión para poder meterme en el agua.

Valiente de mi hice una primera expedición a la orilla, simplemente para tantear el terreno. Pero fue el momento en el que las aguas del mar del Norte rozaron mis mejillones y…¡zas!, ¡qué escalofrío! Retrocedí a la esterilla acobardado, buscando dentro de mí una mínima pizca del valor de esos niños que chapoteaban en la orilla como si con ellos no fuera la temperatura. Y no la encontré, no. He de confesar que me pudo la presión y una de esas cosas que prometí que haría al llegar aquí, de momento se ha quedado sin cumplir. No, no hubo huevos esta vez. Yo no se si es que de Pirineos para abajo hemos perdido el cachito de ADN encargado de hacer el ser humano sobrevivir en estas aguas o es que me he hecho mayor. En mi defensa diré que de los Apeninos para abajo también lo debieron de haber perdido por que Leo tampoco debía tenerlo. Fue de gallito y por no subirse a la puerta y hacerse el héroe ya sabéis como acabó (aunque más de uno pensara que había hueco para los dos).

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Por lo demás cumplimos todos los tópicos adaptados a la escocesa: cervecita San Miguel con unas chicken fajitas,  heladito en B Jannettas y paseito por el paseo marítimo donde los estudiantes preparaban barbacoas a las 6 de la tarde. Faltó el bañito de rigor, dejo este objetivo sin cumplir pendiente para el futuro. Espero que aunque todos sepamos que se acerca el invierno, pueda volver a tener otra oportunidad más pronto que tarde.