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Todo por la ciencia es mi lema de hoy. Y no es por que la tenga especialmente cariño y hoy quiera expresarle todo mi amor, no. Hoy lo estoy dando todo por la ciencia en contra de lo establecido. Soy un rebelde. Si hay algún día de la semana en el que no puede ocurrir una catástrofe en un edificio lleno de científicos es hoy, miércoles.

los cientificos reveldes

Resulta que esta mañana nos hemos levantado con un correo procedente de las altas esferas de la universidad diciendo que no había agua. Nadie sabía que carajo había pasado, pero efectivamente no había agua. Como aquí son tan exagerados para todo no le he dado mucha importancia. Total, seguro que al igual que con la señalización de los acantilados, si hay un problema con el agua aquí en Reino Unido los de H&S lo dirían cuando todavía quedan reservas para sobrevivir a una catástrofe natural e hidratar a 10 millones de personas.

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Pero no, esta vez no. Esta vez me han hecho mucho el lío. A las 10:30 han decidido dar la situación por controlada y Alberto se ha puesto a seguir con los tres experimentos que tenía en marcha desde la semana pasada. Y claro, ha pasado lo que tenía que pasar. A las 12:00 han vuelto ha decir que había problemas con el agua y a las 2:30 que se vaciara el edificio por que no había agua pa’ná. Sinceramente, pienso que han tomado esta medida por que estaban asustados de que la gente fuera al baño, no tirara de la cadena y mañana el servicio de limpieza se encontrara un montón de tazas llenas de caquitas con ojos como las del wassup.Porque digo yo, vaya cosa más peculiar que en este país en el que nunca deja de llover y no hay más que vaca-lago-vaca-lago-oveja-lago-oh-vaya-mira-el-mar! no tengamos agua en toda la universidad. Ya lo decía el Ramazzotti: «son las cosas de la vida». Y en respuesta a Eros, diré que yo no iba a tirar mis experimentos a la basura, no señor. He hecho el ninja, me he escabullido a cultivos y escondido detrás de las batas mientras hacían revisión de los pasillos (en mi defensa diré que no he sido el único), y aquí estoy. Son casi las 5 de la tarde, no he bebido más que un chupito de agua en todo el día, no he ido a mear a pesar de que me estoy repitiendo una y otra vez aquello de «lo amarillito aguanta un ratito, para lo marrón aprieta el botón», pero voy a acabar lo que tenía planeado para hoy.

El problema creo que era más grave y el incidente ha sido en el DD2, la zona del West End, que es donde está la universidad y donde vivimos nosotros y la mayoría de la gente que trabaja aquí en el CLS (el DD1 es el centro y el DD3 y DD4…son territorio comanche, allá tú y tu vida si te adentras en esos parajes). Ahora en un ratillo que he tenido de soledad, he estado investigando y el problema ya está resuelto aparentemente (ver noticia), pero aquí sigue sin haber un correo de que todo ha vuelto a la normalidad. No se si intentar ir al baño….o bueno, no, mejor me voy a aguantar otro ratito y ya hago mis cositas en casa no vaya a ser que me encuentre una desagradable sorpresa durante mi rebelde incursión.

Espero que todo esta deshidratación y dosis de científico por la causa den sus frutos y sean los mejores resultados jamás visto. Al menos yo me estoy motivando así.

No me da la vida, no tengo tiempo. Es llegar el viernes y simplemente con pensar la de cosas que quiero hacer me da el agobio.  ¿No habéis tenido nunca esa sensación de querer hacer tantas cosas de no saber con que empezar y quedaros más bloqueados que el 32 en Atocha? Los días deberían tener unas pocas horas más, o al menos deberían poder estirarse al gusto del consumidor para poder abarcarlo todo. Yo para intentar relajar un poco la ansiedad, dejar que las ideas fluyan y entrar en acción intento ponerme un poco en modo Panchos ON y cantar aquello de reloooooj no marques la horaaaaaa….., por que voy a enloqueceeeeer….

aiw-rabbitPor que, ¿qué se puede hacer en un día variopinto y en el que no te esperas nada como el de hoy? Pues rellenarlo con cosillas que nunca  tienes tiempo de hacer, tachar cosas de la lista esas cosas que no son esenciales pero que siempre están por tu cabeza y de las que no te puedes olvidar. Entre estas se incluyen las clásicas de hacer la compra, poner la lavadora, tender, hacer la comida…con las de ir al reencuentro de visitantes extremeños, algo de trabajo, un poco de decoración, escribir el blog, terminal con la organización de viajes, hoteles, aparcamientos…en fin, detalles. Para hacer todo esto, nada mejor que dejar por una vez de lado a Manuel y su particular mantequilla y cambiarlo por un delicioso y calórico British Breakfast con unas deliciosas toast and beans, que aunque no son unos judiones de La Granja, te dan más energía que Vegeta en Namek y te dejan listo para ponerte a currar incluso en domingo. No soy yo muy fan de trabajar los fines de semana, pero hay veces que hay que apechugar y asumir que teniendo reuniones los lunes por la mañana…hay ocasiones no queda otra que darle un poco al coco y ponerse a contar puntitos de colores. Marta está un poco celosa por que yo cuento en technicolor y ella trabaja en escala de grises, pero yo le insisto en que aunque sea más alegre , tampoco es que sea la experiencia más gratificante la de mirar la pantalla para tal epiléptica actividad.

Por otro lado, algunos de los descubrimientos que he hecho hoy y que merece la pena contar es que finalmente he podido degustar el Sunday Roast Chicken o medio pollo del Capitol, plato que llevaba persiguiendo desde hace tiempo pero que siempre se me había escapado. El otro descubrimiento, lo traslado en forma de advertencia a padres en edad potito que viajen por estas tierras. Ese acto tan natural e inocente como pedir por favor que calienten el potito en cualquier bar o restaurante aquí no es legal. El siempre presente comando H&S lo rechaza por miedo a contaminar las cocinas con comida procedente del exterior. Vamos, que ni que los potitos estuvieran contaminados con parásitos intestinales que supusieran un riesgo de pandemia británica imposible de soportar. Más valdría que el señor H&S le prestara más atención a como come la gente antes que rozar extremos tan absurdos con estas cosas, por que o el niño se pone a dieta o pasa que toca calentarle el potito al baño María. No pasaría nada si estuvieras en Córdoba, pero al niño el tener el potito frío en estas latitudes no les hace mucha gracia. Ver para alucinar. 20130616_153125

Y otro dato interesante es que por fin tengo el juguete que llevaba tiempo deseando, mi mapa de Escocia colgado de la pared. Es una tontería, pero llevaba buscándolo casi desde que llegamos y que aún no había conseguido. El tema es que no encontraba uno que cumpliera todos los requisitos, así soy yo, caprichoso por naturaleza. Ayer finalmente dimos con el y hoy no he podido aguantar para ponerlo en el salón. Ahora quiero ir señalando con pegatinas los sitios por los que hemos estado y de paso ver si consigo que Marta aprenda algo de geografía. De momento ya hemos puesto unas cuantas, pero nos hemos dado cuenta de que tenemos un par de zonas con «calvas». Problema que hay que sin falta hay que solucionar. 20130616_191408

He de confesar que por la tarde me ha cundido. Mientras terminaba de digerir el pollo hemos podido darle boleto a la mayor parte de cosas. Y una cosa positiva es que me ha venido hasta bien que el partido haya empezado tan tarde. Aquí estoy dándole a la tecla a las tantas de la madrugada mientras veo el fútbol. Mañana no se si me dormiré encima del teclado o si le contaré ovejitas a mi jefe en la reunión, pero al menos he podido meter en las 24 horas estándares la mayoría de cosas que quería hacer. Y las que no…pues las dejaré para el finde que viene que sino me quedo sin cosas que contar.

Glen es la manera de llamar a los valles glaciares en gaélico. En alguna que otra ocasión ya he hablado acerca de las Highlands, pero el sábado pasado estuvimos en una zona de los Cairngorms aún desconocida para nosotros: el Glen ClovaEscocia está plagadita de glens, siendo muy característica su forma de «bañera»,  por estar más pelados que el culo de un mandril excepto por el brezo que crece en las laderas y en muchas ocasiones por tener un río en la zona baja que hace de la imagen un marco idílico e incomparable.

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Sin duda el fin de semana invitaba a salir de excursión, y el Glen Clova cumplía uno de los requisitos básicos para remolones de sábado por la mañana: estar a una hora de Dundee. Es curiosa la localización dundiana, pero quitando St Andrews todo lo demás está a una hora. Da igual donde vayas, Edimburgo, Stirling , Anstruther, el propio Glen Clova… no falla, se podría decir que en vez de estar a tiro de piedra, está a tiro de una hora. Y si ves que vas a tardar menos ya habrá algún corderito u otro animal salvaje que te haga entretenerte el tiempo necesario para que se cumpla la regla.

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La excursión empezó tranquila, aprendiendo nombres de pajarillos y haciendo predicciones del tiempo con un pestazo a Nivea que me hacía recordar olores playeros muy apetecibles y que creía olvidados. Pero la parte interesante empezó tras alcanzar la cascada del fondo del valle. Fue ahí cuando el paisaje cambió y empezamos a ascender como si fueramos la familia Trap huyendo por los Alpes cual cabra que tira al monte.

A partir de ese momento el día cambió y el objetivo pasó a ser la conquista del munro. Se trata de la manera que tienen los escoceses de llamar a sus altas montañas. Este nombre fue puesto en honor a Sir Hugh Munro – que en contra de lo que pueda parecer no es primo hermano de Marilyn, un montañero escocés de finales del siglo XIX que tuvo la feliz idea de hacer la lista de montañas escocesas de unos 1000 metros, así, como al que le da por coleccionar chapas. Nuestro guía tenía claro el recorrido así que nos pusimos a ello y antes de darnos cuenta…estábamos en medio de una nube de estas de las que te dejan bien caladito (sobretodo si has dejado el chubasquero en el coche). Daba igual que el día estuviera despejado, si Mahoma no va a la montaña la montaña va a Mahoma. Como buenos escocés de adopción que somos lo mejor que hacemos en un día soleado es ir a buscar una nube y meternos en ella, con un par.

Así que tras algo de sufrimiento, finalmente conseguimos coronar el munro. Como dato al montañero amateur diré que siempre que piensas que ya has llegado arriba…significa que eres un iluso, por que siempre hay algo que está un poco más arriba. Pero aunque con un poco más de complicaciones de las esperadas,  la expedición consiguió llegar intacta a la cima sin tener que recurrir a sobornar a ningún sherpa o llamar a la brigada H&S. Además, tuvimos la suerte de ver más o menos de cerca a unas cuantas manadas de ciervos, uno de los pocos anímales salvajes que nos quedaban por tachar de la lista.

La recompensa al día campero fue poder mojar los píes en el río para relajarlos tras la atormentante y pedregosa bajada y poder recuperar las 857 calorías gastadas con un buen chocolate con marshmallows (nubes de toda la vida) que resucitarían hasta a la propia Marylin…del paseo por el munro. Y finalmente, ampliando la ronda de consejos montañeros del día, no importa cuanto pienses que ropa llevar al hacer una excursión en este país, por que simplemente la vas a necesitar toda. Desde el pantalón corto al forro polar pasando por el impermeable. No hay manera de atinar completamente, así que suerte y que Eolo os pille confesados cuando subáis a un munro.

Lo siento, hoy toca ladrillo. Hay mucho que contar, asi que podeis ir a hacer un pis antes de continuar, yo os espero.

¿Ya? Pues bien, empecemos. Como comenté hace unos días, este fin de semana se han celebrado lo que podía traducirse como «las jornadas científicas» del College of Life Sciences de la Universidad de Dundee. Han sido tres días de aislamiento en un hotel balneario de la ciudad de Crieff. Por si no lo sabiaís, que yo no, Ewan McGregor nació en este pueblecillo, así que otro escocés más para sumar a la lista de grandes personalidades de nuestra tierra adoptiva. En principio, el programa estaba preparado para poder combinar las charlas con algo de ocio en el hotel o en los alrededores, pero una tormenta de viento y poliespán (al que hacen llamar nieve, pero no lo es) han hecho que la mayoría hayamos estado recluidos todo el tiempo en el hotel. 20130324_155013

El viernes por la noche fue el momento estrella, el momento que ha pasado a la historia como el momento Kilt. Desde que fuimos a recoger el traje el jueves por la tarde, un gusanillo ya rondaba por mi estómago. Simplemente el hecho de imaginar el instante de aparecer en el comedor como si fuera el mismísimo primo malagueño de Rob Roy me generaba…intranquilidad. Ahora, a toro pasado, lo único que hago es cantar «El roce de tú cuerpo», no se si por el cansancio con el que he vuelto o por que ha sido la primera vez que he sentido el roce de los muslos durante más allá del tiempo de la ducha. Dejaré al gusto de la imaginación de la audiencia el que se lleva o no se lleva debajo de un kilt, pero la respuesta a la pregunta de qué se siente se define con dos palabras: fresquito y libertad. Y además no se si coincidiré con la mayoría de los bravos soldados Highlanders, pero un kilt es pesado, áspero y complicado a la hora de maniobrar en el váter.

Por primera vez en la historia, tardé más tiempo en vestirme que Marta. Casi tan nervioso como el día de la tesis empecé a deshacer la maleta y a desparramar las cuatro cosas que me había llevado para preparar el momento.  Necesité de su ayuda desde el peinado a colocar el sporran, pasando por el correcto dobladillo de los calcetines. Todo un número que no tengo palabras para describir con detalles, pero desde luego puedo destacar como experiencias inolvidables el colocar el puñal en los calcetines, ponerme la pajarita decentemente y subirme el kilt por encima del ombligo para poder enseñar un poco de pierna (ya que uno se pone…pues hombre, las cosas hay que hacerlas bien hechas y mostrar).

Bajando las escaleras desde la habitación comprendí que los calcetines se caen, que podía perder el cuchillo por cualquier parte con el consecuente daño al H&S (que no el champú) y que los graciosos que llevan kilt igual que tú están teniendo la misma estúpida idea que tú y quieren hacer fotos desde el suelo al resto para poder ver el brillo…interior. Pero allí estábamos, realmente he de admitir que eramos los protagonistas de la noche. Yo sólo veía ojos y sonrisas, ojos y sonrisas. Hasta el jefe de Marta, el mismísimo Sir Felipe estaba feliz de vernos así, con kilt y a lo loco. Ya estaba todo hecho, no había vuelta atrás, la prueba estaba superada y otra cosa más que tachar de la lista después de plantar un árbol y escribir un libro. La experiencia kilt que todo refugiado en escocia ha de tener había pasado a la historia.

Tras la cena, nada mejor que un buen ceilidh para completar la noche castiza. El viejecillo molón de otras ocasiones volvió a entrar en escena con su pinganillo como si ya de un empleado más de la universidad se tratará (is the same guy!!!), para desquiciarse intentando que los peros fueran con las peras y los manzanos con las manzanas, para que diéramos cuatro pasos pa´lante, punta-tacón, punta-tacón y vuelta pa´trás e hicieramos la trenza con la mayor dignidad posible. Muy divertido, muy cansado y muy doloroso. De verdad, si alguna vez podemos llevar a alguna visita a uno de estos eventos realmente prometo que escribo un libro. Creo que ya puedo afirmar que sin duda el baile este es lo que más me gusta de Escocia.

Después del ceilidh apareció el fotógrafo. Parecía que nos estaba esperando o que le habían puesto ahí por encargo, y claro, no pudimos renegar a el. Ahora tenemos el salón como si fuera la casa de una abuela, pero en vez de con fotos de la primera comunión con fotos del primera noche con kilt. Y es que no podíamos dejar la ocasión de inmortalizar el momento y posar como si acabaramos de ganar Factor X. Nos hicimos un auténtico album de estudio del cual hubo que descartar algunas fotos por daños a la dignidad personal. Entre el resto fue dificil la elección, y por desgracía no pudimos hacernos con todas ellas por que el fotógrafo era un estrecho y no se dejaba regatear, pero al menos tenemos un par de ellas que quedarán para la posteridad como prueba del delito.

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El segundo día, aunque no fue tan memorable acabó teniendo su puntillo gracioso. Las charlas de por la mañana necesitaban de palillos para sujetar los párpados y la «tarde libre» se convirtió en tarde de siesta por la ventisca de poliespán que caía y hacía imposible que un ser humano de fuera de esta isla sobreviviera más de un rato en el exterior. Como no, a las 7 llegó la hora de la cena. Al principio nos planteamos ponernos de nuevo el kilt , pero pensándolo bien, tras la gloriosa experiencia de la primera noche decidimos que era mejor una retirada a tiempo y dejarlo aparcado en la percha para otra ocasión y no arriesgarnos a tener una mala experiencia. Nos pusimos guapetes (Marta se pusó el vestido que se compró para mi tesis y a mí me faltó la chaqueta, así que el tema no era moco de pavo) para no bajar mucho el listón, y tuvimos noche de discoteca, con momentos gloriosos como el de La Macarena (versión British) o el Gangnam Style (versión Pocoyó). Hizo gracia ver como hasta la persona más tímida y raruna que te cruzas por los pasillos durante la semana y que es incapaz de mirarte a los ojos y decir un simple «hi»  se vuelve loco en un momento así y se le ve pegando botes por toda la pista como si le hubieran lavado el cerebro.

Así que estuvo más entretenido de lo que en un principio parecia, la gente estaba bastante animada y el arsenal de rusas dándolo todo en la pista le daba mucha vidilla al asunto… hasta el momento del apagón. Sí, un apagón que fulminó Crieff durante tres horas y que en un principio supuso el fin de fiesta. Nos sentamos y estuvimos a la luz de las velas contando batallitas, volviendo a tener confusiones apppsurdas inter-idiomas e imaginando un mundo apocalíptico sin luz al que habíamos ido a parar sin guantes, bata y gafas. Gracias a un generador aguantamos un rato más (unos más que otros) y entre otras cosas algunas andaban como locas por los pasillos con linternas, otros acabaron fumando en pipas, otros haciendo fotos a lámparas, un camarero canario acabó pinchando reguetton…vamos que toda una experiencia esta del Crieff. Habrá que repetir el año que viene.

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