En relación con la entrada de ayer, a la vuelta de Dublín tuvimos otra experiencia de esas que cuando te metes en la cama piensas, «¿no podrá salir todo bien a la primera alguna vez?». El conflicto esta vez estuvo relacionado con el coche, para variar. Resulta que reservamos con antelación el aparcamiento en el aeropuerto de Prestwick, al cual llegamos cómodamente, dejamos el coche, nos fuimos, volvimos… vamos, que todo transcurrió con normalidad hasta el momento de sacar el coche de allí el domingo por la noche. Para los que no hayáis estado nunca en este aeropuerto del tamaño del polígono industrial de Playmobil, os diré que el aparcamiento para larga estancia está al otro lado de la carretera y que para llegar al aeropuerto hay que cruzar una pasarela que está junto a la estación del tren y que te lleva directamente a la terminal sin tener que recurrir al suicidio maleta en mano que tiene muy poco glamour.

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Todo el mundo que tiene tablas en esto de dejar el coche aparcado sabe que aunque hayas pagado por adelantado, hay que validar el ticket antes de salir. Pero en este aeropuerto, las máquinas están en el aparcamiento de corta estancia que está pegado a la terminal, que queda al otro lado de la pasarela y que aunque no queda a tomar viento no está señalizado hasta que no estás prácticamente dentro del coche. Pues bien, como os podéis imaginar ya, Marta y Alberto no lo hicieron y cruzaron la bonita pasarela atiborrada de publicidad de «destinos calientes en España» (traducción literal), y cuando vieron los carteles de validar el billete en el otro aparcamiento dijeron, «bah, no tendremos que hacerlo, ya estará validado». Y claro, pues no, pasó lo que se veía venir, la barrera no se abría y nos decía que no habíamos pagado. En este momento de atoramiento cerebral no se me ocurrió otra cosa que volver a meter la tarjeta y…error, la barrera sí que se abrió esta vez pero habiéndonos cobrado de nuevo los dos días de alojamiento sin desayuno de nuestro Almera en tan bonito paraje.

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Todo este rollo introductorio es necesario para explicar el por qué de las sucesivas llamadas al aeropuerto y los consecuentes momentos apppsurdos para conseguir que nos devolvieran el dinero y solucionar la cagada. Esto ya me había pasado alguna vez antes, pero esta vez ya si que rizó el rizo y no podía dejar de contarlo. En castellano, cuando alguien te pregunta que le deletrees algo por teléfono se suele recurrir a decir nombres de pueblos o ciudades de nuestra geografía excepto la incomprendida Ñ y las siempre bastardas y despreciables K, X, Y y W que sólo tienen uso en matemáticas y en palabras sucias como kaka y water. Pero claro aquí aparte de grandes ciudades como Madrid, Barcelona o Murcia no controlan mucho más (bueno, igual Shorreviesha y Tourgemoulinos) y aunque lo obvio es pensar que usan nombres de localidades británicas, eso no es así. Aquí se usa el alfabeto radiofónico, que es mucho más molón donde va a parar, pero que para llegar a dominarlo requiere práctica y mucha maña bélica. A mi no me termina de quedar claro el tener que empezar a decir Alpha, Bravo, Charlie por que hace que me de la risa tonta y empiece a imitar a Rambo diciendo el «Oh, Dios mio Charlie, no siento las piernas, no siento las piernas»

Así que el momento de describir la matrícula de tu coche por teléfono puede convertirse en toda una odisea. Con lo fácil que es decir G de Guadalajara y lo complicado y las letras que puede llevar hasta llegar a la bendita G de Golf. En ese momento no te sale nada, te lías más que la pata de un romano y te imaginas a Jordi Hurtado castigándote yendo a la esquina a sujetar el pequeño Larousse de rodillas mirando de cara a la pared hasta el momento que cierren Saber y Ganar por falta de audiencia. Al final tardas diez minutos en decir las tres letras de la matrícula de tu coche y cruzas los dedos para que la señorita no haya escrito cualquier otra cosa y le devuelvan el dinero a Andy, el amigo delgadito de Lucas.

Pero esto ya no me volverá a pasar más, por que me he sacado la lista del código Alpha Bravo para nunca más tener problemas con el código equivocado y la he puesto al lado del teléfono del laboratorio. Aún así pienso que son la mar de ridículos, por que con lo bien que queda deletrear en castizo no me entra que lo cambien por tales moderneces. Lo bueno es que a nosotros nos han devuelto el dinero que es lo importante y yo me he convertido en un ser más perfeccionado. De hecho creo que ya estoy cerca de ser como Van Damme en Soldado universal, así que sin más…

Corto y cambio: Bravo, Yankee, Echo.

PD. Que cojones: ¡Albacete, Denia, Illescas, Oviedo, Sevilla!