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Por una regla de tres simple si a ti te hacen llamar mamá pato por que en tu trabajo tienes un patito a tu cargo,  significa que automáticamente la persona que fue tu mamá pato durante tu etapa de pato se convierte en la gran abuela pato. Digerir tanto pato en una frase suena un poco complicado, pero la pato-genealogía científica es así de cruel. Los patos en un laboratorio generalmente aparecen de la nada y por sorpresa, luego crecen a golpes, maduran, se vuelven unos frikis, vuelan y encuentran nuevos patos a los que enseñar, se convierten en nuevas mamás pato…y esporádicamente se reencuentran con sus progenitores. Sí, así funciona la genealogía científica, un lío muy grande pero con mucho encanto.

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Este fin de semana hemos tenido el placer de albergar en nuestra húmeda cueva a la gran abuela pato. La gran abuela pato se ha hecho tan famosa que ahora la reclaman por todos los rincones del mundo y precisamente esta semana ha tenido que venir cerca de estas tierras a expandir conocimiento. Así que aprovechando que Newcastle pilla a tiro de piedra del Tay… pues se ha pasado el fin de semana a hacernos una visita. Como era de esperar, hemos comprobado que a pesar de todo sigue estando más tarada que una oveja escocesa en época de sequía. Advierto las fotos que aparecen aquí abajo no son del todo representativas de lo que ha sido el fin de semana. He tenido el decoro de hacer una selección para mantener un poco la compostura y no destrozar su carrera de científica reputada.

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Estos días apuntaban más a parecerse a la película de «El día de mañana» que a un bonito fin de semana para hacer turismo por Escocia. El cielo estaba más oscuro que el culete de Bambi y hasta los coches indicaban que el grajo iba a volar bajo, pero por una especie de suerte misteriosa los McAngelitos han cerrado el grifo a ratos para dejarnos  patear St. Andrews, Dundee y Edimburgo con tranquilidad y sin acabar más calados que el submarino de los Beatles.

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Es muy difícil condensar en apenas un día y medio cotilleos, marujeos y anécdotas a la vez que se hace turismo, pero más o menos creo que nos nos hemos puesto al día y hemos hecho una buena introducción a la cultura escocesa. No se nos ha dado nada mal, por que además de visitar los alrededores ha habido tiempo para atizarnos unos buenos whiskys caseros viendo vídeos ancestrales, tomar pintacas tibias de esas que te quitan el hipo comiendo haggis y otros productos de la gastronomía escocesa, tener conversaciones con escoceses «eleven» de esos que se tiran pedos densos, y hacer un mini pub crawl por los locales más selectos de Dundee. Marta y yo hemos decidido pasar a denominar a este tipo de excursiones como el: Scotland Essentials. Futuros visitantes de fin de semana, este es el plan que os espera. Nosotros ponemos el tablero y las nubes, vosotros lo que pase durante — pero por favor no rompáis nada.

Mola un montón esto de tener amigos que se convierten en gente respetable, salen en la tele y hablan de cosas serias. Te hace sentir muy orgulloso y fardas un montón hablando de ellos. Pero lo que más me gusta es poder ser testigo de lo que se esconde detrás de los focos y las cámaras y ver que por muy lejos que llegues hay cosas que nunca cambian. El caso es que la abuela pato ante todo es una persona…muy natural. Hay veces que me tengo que frotar los ojos y darme un par de bofetones para darme cuenta de que es la misma persona que la de la tele y la de las revistas que tienes en la mesilla del salón. La abuela pato es una persona con tanta devoción científica que entre otras muchas cosas este fin de semana no ha dudado en tirarse a los brazos de Dolly, ha perseguido escoceses con kilt para intentar investigar que se llevaba debajo de los cuadros o hacerse una foto con una familia de pingüinos dundonian. Eso es el espíritu de un auténtico científico, la nueva era ya está aquí.

Así que esta ha sido ya nuestra octava visita desde que iniciáramos nuestra aventura dundiana. Nuestro salón de la fama del pasillo se va llenando y ahora da gusto ir de la cocina a la habitación viendo todos los caretos que han pasado por aquí. Y aunque yo prefiero seguir llamándote Mari…¡gracias por la visita chica Nature!, ha sido un placer tenerte por aquí haciendo el gamba. Contigo esta vez hemos descubierto que no hay que ponerse calcetines de esquiar si quieres llevar botas altas. Esto si que ha sido todo un descubrimiento.

 

 

A Dundee le están lavando la cara. Alguna vez ya he comentado que Dundee no se caracteriza por su gran atractivo turístico, pero que se trata de una ciudad que tiene su encanto y que es el punto de partida hacia un sinfín de destinos verdes y húmedos. Es un sitio «pequeñito», con casas de piedra del año del picor, algunos barrios pijines y otros a los que no recomendaría aventurarse en solitario ni a mi peor enemigo. Además de esto, es un sitio tiene de todo (menos pubs que abran más allá de las 12 de la noche) y que es cómodo para vivir, pero que bien es cierto sufrió las consecuencias de algún ingeniero fumao de los años 70 al que le dió por construir edificios enormes, scalextric, y hoteles ente otras barbaridades justo a la orilla del río, cargándose lo más bonito que tiene la ciudad junto al Dundee Law. Estos bicharracos sin sentido hacían que el perfil de la ciudad visto desde el otro lado del puente fuera…terrorífico.

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Por eso, para solucionar ese desastre, se puso en marcha hace ya unos años el proyecto conocido como «Dundee Waterfront», un conjunto de obras de destrucción masiva con la intención de darle la vuelta a todo esto e intentar potenciar el atractivo de la ciudad. Este millonario proyecto planteado a 30 años acaba de empezar prácticamente así que vete tu a saber en donde estaremos nosotros para ese entonces, pero es cierto que como ciudadano adoptivo te hace ilusión ir viendo como poco a poco van llegando grúas, tirando edificios y construyendo nuevos que cambian la estética de la ciudad. Y prometo que cuando terminen, volveré a darme un paseo sólo por el placer de ver terminada la obra.

Uno de los edificios que se han ido al carajo ya ha sido el Tayside House, un edificio gris de 18 plantas y más feo que el copón (hay que tener mal gusto para hacer algo así) que fue sede del ayuntamiento de la región del Tay  hasta finales de los 90. El verano pasado, poco después de que llegáramos, empezaron a desmontarlo y apenas hace un par de semanas que pasó a convertirse en un montón de escombros en lo que lo único que ha sobrevivido ha sido «el tirachinas» que lo unía con el gimnasio. He de confesar que en algunos momentos me he sentido como el clásico viejecillo que va a echar un vistazo a las obras por las mañanas para ver como evolucionan e ir rápidamente a comentarlo.

Por suerte, la zona ya ha dejado de parecer la típica escena de posguerra  y cuando terminen de quitar todos los escombros tendrá otra pinta. El plan de renovación sigue en marcha y ahora le toca el turno al hotel Hilton,  miembro de la cadena de  hoteles  del mismo nombre, al que les tengo más ganas que a la Paris y a su hermana juntas. A ver si le dan vidilla a los petardos, acaban rápido con el y de paso se van a Budapest y se cargan el de allí, que le tengo también muchas ganas. Mientras todas estas cosas pasan…nosotros cerramos por vacaciones. Nos vamos unos días a cargar las pilas y a darle a nuestro cuerpo alegría y melanina, que falta nos hace. Si nuestra casa sigue en su sitio cuando volvamos y no nos ha picado la medusa del amor, seguiré informando.

¡Hasta entonces!

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