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Ha sido un gran camino el que ha tocado recorrer y muchas horas de coche por las sinuosas carreteras escocesas hasta que hemos dado con el muro. Y justamente lo hemos hecho en un momento en el que teníamos la guardia bajada y no esperabamos toparnos con el de ese modo. Los dominios del imperio romano además de extenderse a lo largo y ancho del Mediterrráneo y vivieron unos cuantos siglos a sus anchas sin que nadie les plantara cara conquistando y metiéndose «pa´la saca» todo sitio por el que pasaran como si fueran el primer jugador en una partida de Monopoly. Pero aparte de la aldea de los irreductibles galos a la cual hoy no haré referencia, quedó otra zona a la que no pudieron acceder: Escocia, la tierra de los Pictos. Conversaciones profundas aparte relacionadas con si fue Obelix el que ayudó a los Pictos a mantener a raya a los romanos o no, el hecho feaciente es que los romanos no pudieron someter a los que ellos mismos consideraron «los salvajes». Por ese motivo decidieron construir un muro que les separara y con el cual no tendrían que preocuparse de si se pasaban la noche en el pub o si montaban a caballo sin calzoncillos. El primer muro y principal fue el muro de Adriano, el cual se encuentra hoy en día dentro de territorio inglés. Y el segundo y aunque menos conocido no menos importante, es el muro de Antonino. Este segundo muro transcurría desde el fiordo del Forth hasta el fiordo del Clyde,cruzando la isla de lado a lado. Ninguno de estos dos muros tenía 100 metros de alto, ni estaba formado de hielo, ni tenía Jon Nieve esperando salvajes en lo alto con el torso desnudo en lo alto, pero tenían una importante labor de contención de salvajes.

El motivo de que acabáramos pasando el día en Falkirk, donde como os digo comienza el fiordo del Forth, era el ir a visitar los canales y la famosa Falkirk Wheel, una noria que sirve para hacer navegable el curso de un río que transcurría por zonas con mucha pendiente. Es una obra de arquitectura de la cual los escoceses se sienten muy orgullosos y que atrae ahora mismo a un montón de turistas con las tarjetas SedDientas vacías. Marta y yo estuvimos un rato con la típica cara esa de sacarse un moquete de la nariz mientras intentábamos descubrir el mecanismo de funcionamiento de la noria. Al final fue un poco decepcionante, por que tanto mecanismo gigante para resultar que el movimiento lo sigue proporcionando la electricidad, y nosotros como tenemos alma de seres preocupados por la eficiencia energética quedamos bastante decpcionados por semejante despilfarro energético para mover barquitos llenos de fondones turistas que no quieren mover el pandero cuesta arriba.

Total, que justamente cuando nos estábamos dando la vuelta para ir a ver a los Kelpies… leí de refilón un cartel que decía «Muro de Antonino». A lo que dije, vamos a seguir esa señal, ¡algo bueno nos debe esperar al otro lado!» Así que así fue como acabamos encontrando…el muro. Vale, el muro que vaís a ver en las próximas fotos es un poco decepcionante, quizá no sea ni siquiera un muro y las tetas del parque de las siete tetas son más grandes y más altas que estos montículos. Pero a esto se le conoce muro y a lo otro tetas, así de triste y real es la diferencia. Los romanos eran un poco sádicos. Como el muro no era de unas dimensiones desmesuradas, a no ser que no fueras de whisky hasta el orto era bastante fácil saltarlo. Pero para evitarlo, pusieron un montón de trampas a los lados para que el saltarlo fuera más parecido a un programa de humor amarillo. Agujeros, picas, piedras, trampas… todas las estratagemas necesarias para mantener a los esoceses asilvestrados al otro lado. Yo ciertamente entiendo un poco a los romanos en aquella época. Debieron llegar allá donde queda el muro de Adriano y este diría — «altooo, ¡para qué molestase con esta gente!». Y al cabo de los años antonino debió decir — «ay este Adri, que blandito que era. Tirad un poco pa´lante y hacedles entrar en razón». Pero que no, que no había manera. Que a cabezotas a esta gente no se la gana. Así que Antonino acabó diciendo — «ale, ahí os quedáis».  O te haces uno de ellos o te olvidas completamente, tercos como una mula eran esos pictos y cabezotas como ellos solos son los escoceses de hoy en día.

Claramente no tardé un minuto en intentar buscar la manera de saltarlo. Vale que ayudó el hecho de que no hubiera legionarios dando vueltas con las picas en alza, pero estuvo gracioso el estar haciendo el payaso intentando buscar la mejor instantánea dando rienda suelta a mi imaginación. Si este fue entretenido, no quiero ni pensar lo bien que me lo voy a pasar el día que lleguemos al muro de Adriano que parece estar hecho con bastante más interés. Aunque en mi defensa diré que cuando yo ya estaba cansado a Marta no se le ocurrió otra cosa que descender por el muro cual Gandalf apareciendo por el este al amanecer del quinto día roadeada por Rohirrim. Yo le insistía en que se estaba equivocando de saga, que el muro no era de esa, pero nada cuando le da por hacerse la anti-friki no hay quién se lo quite de la cabeza. Si por algo le digo yo que se está convirtiendo en dundonian…

A la vuelta al torreón de Dundee — donde todos los dundonians son hijos del dundonian primogenio –,  pasamos a ver a los Kelpies. Los kelpies son unas esculturas que dan entrada a los canales que terminan en la noria de la que os he hablado antes. Son una recreación a lo moderno de esta figura mitológica celta de la que nadie se acordaba hasta que los inauguraron. El sitio apesta un poco a agua estancada, pero las esculturas a lo grande de esos bichos son bastante sobrecogedoras cuando estás debajo, desde luego. Para que os hagáis a la idea del tamaño que tenían, lo compararía con el tamaño que cogió el brazo de Marta después de ser apuñalada por un McInsecto que pasaba por allí en ese momento, enorme. Mis conocimientos de primeros auxilios me hicieron salvarle la vida al succionar el veneno sin dudarlo para evitar la amputación. Gran reacción la mía, gracias. Y por criticar algo, tendré que decir que la ubicación deja algo que desear. Colocarlos al lado de la autovía y con dos postes de la luz detrás… hace que haya que hacer virguerías para hacer una buena foto.

Una vez que he encontrado el muro y he jugueteado un rato con el he decidido que mejor no lo salto. Prefiero quedarme donde estoy que al fin y al cabo no hace tanto frío y los caminantes blancos no son tan malos como los pintan en las series de la tele, aunque más que blancos son rosas. Además, con la puerta cerradita se está más a gusto y así no se nos escapa el gato. Mira que te tienen dicho que no sabes nada Jon Nieve.

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«Es mejor aprender cosas inútiles que no aprender nada». Con esta frase el maestro Séneca nos quería indicar que es de buen nacido el memorizar la mayor cantidad de cosas inútiles que sea posible para poder ser capaz de mantener un número elevado de conversaciones sin poner cara de lelo. Séneca debía ser un romano molón, de esos que estaba de orgía en orgía comiendo uvas con Cayo Obtusus mientras esperaba que le trajeran algo bueno desde la Galia que fumar, por que sino… no se exlica que le salieran las frasecitas estas.

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Durante estos días de sequía intelectual he descubierto una serie de cosas que me han dejado patidifuso. Quizá algunas de ellas debería saberlas por aquello de que se me ha pagado una educación costosa que vete tú a saber si algún día llegará a buen puerto, pero otras creedme cuando os digo que no las había oído o no había pensado sobre ellas en mi vida.

1. Los tulipanes se abren de día y se cierran de noche. 

El tulipán, ese gran desconocido. Para mí los tulipanes eran unas florecillas de colores chillones que salían en los campos holandeses o la marca de una mantequilla que salía en los anuncios de la tele. No tenía ningún otro dato sobre ellos hasta que hace unos meses descubrimos que en el Tesco vendían bulbos entre el pasillo de las mermeladas y el de la fruta y los plantamos en casa. Hasta ese momento, mi conocimiento en flores mótiles se quedaba en el girasol — puede ser debido a que son la fuente de mi mayor felicidad. Pero cuando el otro día abro las cortinas y veo el pistilo ahí a tope rodeado de sus estambres rebosantes de polen… aluciné en colores. Pero más aluciné al volver por la noche y ver que se ha vuelto a cerrar, así quedándose en tan poquita cosa. Menos mal que vivimos en la era de la tecnología y pude comprobar esto bien rápido, por que llego a estar sin internet y me da un pasmo ahí mismo. Ahora, diré que el ritmo circadiano de estos tulipanes debe estar algo tocado, por que se abren y se cierran cuando les viene en gana sin tener en cuenta si hay luz o no la hay. Aunque teniendo en cuenta el cachondeito que tiene aquí McSun con la luz…tampoco me sorprende tanto.

2. Los cocodrilos pueden comer sólo una vez al año. 

Parece que estoy dando rienda suelta a los comentarios destructivos, pero tampoco recordaba este dato acerca de nuestros amigos los cocodrilos. Puede ser que el hecho de tener horario de tarde en el colegio no ayudara a ver los documentales de La 2 o que me pillara muy pequeño los vídeos de Félix Rodríguez de la Fuente. El caso es que no recordaba yo que los animalicos estos decidieran hacer ponerse a régimen durante unos meses después de jalarse una gacela, eso es reposar bien la comida.  Pues bien, si hubiera sabido antes sobre esto habría quedado mucho mejor en la pasada reunión dundiana en la que me vi rodeado por tres veterinarios que intercambiaban un montón de datos frikis. Y yo, en ese momento de lo único que me acordaba era de…los tulipanes.

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3. El arroz queda más suelto si le echas limón. 

El mundo de la cocina requiere experiencia y al igual que en la ciencia, prueba y error, prueba y error. Así llevo haciendo ya casi dos años. Pasé de hacer la mayonesa, a remojar garbanzos, hacer rosquillas de la abuela o hacer tortillas de patata a modo profesional. Pero lo que jamás se me había pasado por la cabeza es que aún quedaba algún truco para el arroz blanco. Pero sí, parece que si le echas un chorrito de limón al arroz…por algún mecanismo bioquímico que prefiero no investigar para no decepcionarme hace que los granos queden sueltos y no como una pasta con las que puedes alicatar el techo. Si alguno conoce algún truco casero que crea que desconozco, por favor están invitados a enviarme sus comentarios.

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4. El deshollinador de Mary Poppins en realidad es el banquero de Mary Poppins.

Sí señor. Toda la vida cantando el supercalifragilisticoespialidoso y sacando una sonrisita al ver a una chica buscando algo en el bolso pensando que seguramente fuera capaz de sacar una lámpara de el a lo Mary Poppins, y no me había dado cuenta de que tanto Bert, el deshollinador, como el Sr. Dawes Sr, el banquero son el mismo actor. En mi defensa he de decir que nunca he tenido mucho tino en eso de distinguir caras. Más allá de que veo a todos los chinos iguales y que no soy capaz de distinguir a Morgan Freeman de Denzel Washington o liarme entre Leonardo di Caprio y Matt Damon… pues como iba yo a caer que estos dos personajes los interpretó Dick Van Dyke. Que cosas, ¿eh? Yo sigo alucinado, parece ser que es algo obvio, pero yo…sigo sin verlo. ¿Y qué por qué empezó todo esto? Por encontrarnos una dichosa moneda de dos peniques en el suelo.

Pues eso, o bien Seneca era un tío normal o yo me estoy volviendo un erudito peludito. Cada día soy un ser más perfeccionado con más datos en mi poder. Tengo muchas ganas de que llegue el fin de semana y poder transmitir mis nuevos conocmientos enfrente de una pinta. Ahora ya podré hablar de tulipanes, cocodrilos, arroz y Mary Poppins. ¿Temas de actualidad? Puede que no, pero como debió decir otro gran filósofo…que me quiten lo bailao

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Por una regla de tres simple si a ti te hacen llamar mamá pato por que en tu trabajo tienes un patito a tu cargo,  significa que automáticamente la persona que fue tu mamá pato durante tu etapa de pato se convierte en la gran abuela pato. Digerir tanto pato en una frase suena un poco complicado, pero la pato-genealogía científica es así de cruel. Los patos en un laboratorio generalmente aparecen de la nada y por sorpresa, luego crecen a golpes, maduran, se vuelven unos frikis, vuelan y encuentran nuevos patos a los que enseñar, se convierten en nuevas mamás pato…y esporádicamente se reencuentran con sus progenitores. Sí, así funciona la genealogía científica, un lío muy grande pero con mucho encanto.

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Este fin de semana hemos tenido el placer de albergar en nuestra húmeda cueva a la gran abuela pato. La gran abuela pato se ha hecho tan famosa que ahora la reclaman por todos los rincones del mundo y precisamente esta semana ha tenido que venir cerca de estas tierras a expandir conocimiento. Así que aprovechando que Newcastle pilla a tiro de piedra del Tay… pues se ha pasado el fin de semana a hacernos una visita. Como era de esperar, hemos comprobado que a pesar de todo sigue estando más tarada que una oveja escocesa en época de sequía. Advierto las fotos que aparecen aquí abajo no son del todo representativas de lo que ha sido el fin de semana. He tenido el decoro de hacer una selección para mantener un poco la compostura y no destrozar su carrera de científica reputada.

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Estos días apuntaban más a parecerse a la película de «El día de mañana» que a un bonito fin de semana para hacer turismo por Escocia. El cielo estaba más oscuro que el culete de Bambi y hasta los coches indicaban que el grajo iba a volar bajo, pero por una especie de suerte misteriosa los McAngelitos han cerrado el grifo a ratos para dejarnos  patear St. Andrews, Dundee y Edimburgo con tranquilidad y sin acabar más calados que el submarino de los Beatles.

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Es muy difícil condensar en apenas un día y medio cotilleos, marujeos y anécdotas a la vez que se hace turismo, pero más o menos creo que nos nos hemos puesto al día y hemos hecho una buena introducción a la cultura escocesa. No se nos ha dado nada mal, por que además de visitar los alrededores ha habido tiempo para atizarnos unos buenos whiskys caseros viendo vídeos ancestrales, tomar pintacas tibias de esas que te quitan el hipo comiendo haggis y otros productos de la gastronomía escocesa, tener conversaciones con escoceses «eleven» de esos que se tiran pedos densos, y hacer un mini pub crawl por los locales más selectos de Dundee. Marta y yo hemos decidido pasar a denominar a este tipo de excursiones como el: Scotland Essentials. Futuros visitantes de fin de semana, este es el plan que os espera. Nosotros ponemos el tablero y las nubes, vosotros lo que pase durante — pero por favor no rompáis nada.

Mola un montón esto de tener amigos que se convierten en gente respetable, salen en la tele y hablan de cosas serias. Te hace sentir muy orgulloso y fardas un montón hablando de ellos. Pero lo que más me gusta es poder ser testigo de lo que se esconde detrás de los focos y las cámaras y ver que por muy lejos que llegues hay cosas que nunca cambian. El caso es que la abuela pato ante todo es una persona…muy natural. Hay veces que me tengo que frotar los ojos y darme un par de bofetones para darme cuenta de que es la misma persona que la de la tele y la de las revistas que tienes en la mesilla del salón. La abuela pato es una persona con tanta devoción científica que entre otras muchas cosas este fin de semana no ha dudado en tirarse a los brazos de Dolly, ha perseguido escoceses con kilt para intentar investigar que se llevaba debajo de los cuadros o hacerse una foto con una familia de pingüinos dundonian. Eso es el espíritu de un auténtico científico, la nueva era ya está aquí.

Así que esta ha sido ya nuestra octava visita desde que iniciáramos nuestra aventura dundiana. Nuestro salón de la fama del pasillo se va llenando y ahora da gusto ir de la cocina a la habitación viendo todos los caretos que han pasado por aquí. Y aunque yo prefiero seguir llamándote Mari…¡gracias por la visita chica Nature!, ha sido un placer tenerte por aquí haciendo el gamba. Contigo esta vez hemos descubierto que no hay que ponerse calcetines de esquiar si quieres llevar botas altas. Esto si que ha sido todo un descubrimiento.

 

 

O como dirían por aquí: cuando estés en Escocia, haz lo que hagan los escoceses: el bruto. Esta frase no hay que tomársela al pie de la letra a no ser que quieras acabar realmente mal, pero si es cierto que hay una serie de cosas que no pueden faltar en la lista de «to do».  En el episodio de hoy hablaremos de… mi primer partido de rugby. Como espectador, claro está.


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Hace ya un par de semanas, fuimos al estadio de Murrayfield, en Edimburgo, a ver un partido de rugby. Es verdad que se trataba de un partido amistoso, pero estuvo bien para hacerse a la idea de como es el ambiente y meterse en el mundillo este que dicen que es de deporte de bestias jugado por caballeros. Y digo yo que… un culo. Los que juegan son bestias y los que animan también, al menos aquí en Escocia. Desde el momento que entramos al estadio ya se respiraba un ambiente…embrutecido. Veinte puestos de salchichas, veinte de fish and chips y una gran carpa donde la cola para comprar cerveza podía dar la vuelta al estadio entero. Se respiraba grasa y testosterona a raudales en el ambiente. Y ya digo que el partido no era más relevante que un amistoso de la temporada otoñal ni nada más ni nada menos que contra Japón. Sí, todo el mundo se pregunta lo mismo, ¿Japón juega al rugby? Pues sí amigos, no hace falta tener mucho conocimiento de este deporte para darse cuenta que son muy malos, pero que ellos lo intentan. Además, la ley Bosman no se como funcionará en el rugby, pero a pesar de mi incipiente miopía, detrás de mis lupos de Rompetechos era capaz de intuir un par de hombretones rubios y otro un poco más moreno de la cuenta para ser japones. Vamos, que deben tener un amplio departamento de recursos humanos reclutando ex-convictos australianos que quieran pasar el resto de sus carreras deportivas representando a Japón. Aún así… sinceramente, creo que deben mejorar.

Es muy curioso ver como en ocasiones ocurren cosas muy extrañas. Será casualidad o no, pero las dos únicas veces que he ido a ver un evento deportivo en Escocia han sido un partido de fútbol de la selección española contra Japón y este de rugby…contra Japón también. No se, los nipones deben de tener algo que me atrae. La próxima vez voy a probar con un partido de petanca o de curling a ver si se cumple la norma de que me salen los japoneses cada vez que voy a ver algo.  

Esta vez en cambio, el ambiente fue espectacular, de eso no hay duda. Aquí les tira lo patrio, y el partido sirve de excusa para sacar a relucir todo el sentimiento que llevan dentro. Es un espectáculo. Banda de música, desfile, himno, fuegos artificiales, cañonazo, un speaker que se cree su trabajo no como el del Bernabeu… en fin, todo un evento para una tarde de domingo helada–tal y como diría Amaral.

El resultado del partido era un poco lo de menos, la idea era intentar pillar las reglas lo más rápido posible sin tener que recurrir a dar un codazo a mis compañeros de laboratorio para que me explicaran lo que había pasado. Lo del tema de los ensayos y las transoformaciones iba bien, pero las faltas, las melés…me quedaban un poco grandes. Por ese motivo decidí dedicarme a emular a los escoceses que tenía alrededor y gritar Scotland con mi mejor acento dundonian. No puedo reproducir el sonido gutural que salía desde lo más profundo de mi ser, pero al final quedaba algo así como: !!!Sh-co-u-lan!!! Quizá el video que mejor represente las dificultades del acento escocés es el de dos escoceses en un ascensor. Todo un ejemplo para los aprendices del momento y unas carcajas sin límite cuando el marcador al descanso era de 11 – 3 a favor de Escocia. Prestad atención al vídeo:

Finalmente ocurrió lo esperable, una paliza. A mí no, a los japoneses. Escocia se vino arriba, y aunque Japón se dedicó a dar cera y pulir cera durante la segunda parte, un rubiales escocés que era el terror de las nenas salió desde el banquillo — mejor dicho desde la bici estática donde esperan los suplentes–, y la lió parda. 42-17 en el luminoso y un gran desgaste de energía. Era tal liberación que Mel se habría quedado corto a mi lado gritando libertad. Me ha gustado esto del rugby, voy a ver si estudio un poco viendo los partidos de los domingos por la tele y para el año que viene me saco una entrada para el Seis Naciones contra Inglaterra o algo así. Todo se andará, por que para eso…hay que ir bien entrenado.

Hacía mucho que no daba rienda suelta a mi inspiración musical. Creo que hoy es un buen momento, voy allá. Pulsemos el play:

El puzzle duró, lo que dura la gestación de un osezno, en el vientre de la osa. En vez de fingir, intentaré contar como fue tratando que no me de por reír. De pronto me vi  con una caja de Educa de 1000 piezas en la mesa el salón. Me mantuvo un montón de noches agobiado la necesidad de poner una pieza al día y sentir que no lo estaba dejando abandonado. Tenían razón, los profesionales en eso de que los puzzles hay que abordarlos con cabeza. Con la excepción de que esta vez era yo el que quería hacerlo sin clasificar las piezas por colores. Y así me fue, me costó frustración, dolores de cabeza y desesperado desde la silla y sin poner más que los bordes, le dejé abandonado…no poniendo piezas en ningún lado. Y pasados los meses regresé, a la maldición de sus piezas de colores, a la perdición de sus formas sin sentido y a las cenicientas a las 12, que nos decían que fuéramos a la cama. Y por esas noches de cafeína ajustando las cuentas con el tablero sin alma, no perdí la calma ni caí en la cocaína  Medio volviéndome loco, derrochando la poca energía que me quedaba al final del día, le fui poco a poco, ganando la partida. Y eso que yo, por no acabarlo de golpe en un día, para no derrotarlo con demasiada alegría, dejando platos vacíos y el carton relleno, para disfrutar de lo que era un regalo de artesanía y saborear el regalo navideño, le dejé durar tres noches más. Pero tanto le he querido, que he tardado en completar las 1000 piezas, 240 días y sólo 3 noches

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Pues eso, que me apetecía volver a dar rienda suelta a mi yo poético, pero no se si al final he aclarado el tema o sólo me he estrujado la cabeza sin motivo. Lo que simplemente quería comunicar era que hace unas semanas acabamos el puzzle de 1000 piezas que me trajeron SSAARR Los Reyes Magos de Oriente. Sí, digo bien, hace unas semanas. Y la razón por la que he tardado tanto en publicar esta entrada se ha debido a que el proceso de fijación, secado y decoración ha sido también largo y laborioso, aunque por suerte no tanto como el de reconstruir el cuadro de Leonid Afrémov.

Un puzzle es algo que le gusta a todo el mundo. En teoría es un pasatiempo que sirve para mantener la cabeza despierta a la vez que ayuda a despejarse después de un día de trabajo complicado, e incluso también sirve como acompañante en las oscuras tardes de invierno escocesas. Pero también es un arma de doble filo, ya que tras poner rápidamente las fichas de los bordes… el resto se vuelven todas iguales. Y es que no hay excusa de no ser capaz de discriminar un blanco perla de un blanco roto o un azul pastel de un azul eléctrico. No, da igual. En un puzzle todas las piezas son iguales y hay que hacer todo un ejercicio espiritual por no aporrear las piezas con el pulgar al grito de: «¡qué sí c%&%$&$o, qué esa pieza entra aquí por co%%&%&%s!»

El tema es que después de poner los bordes super emocionado nada más volver de las vacaciones de navidad….ahí se quedó el puzzle muerto de risa, esperando una mano amiga que le ayudara a desaparecer de la mesa. Al volver a casa por la tarde le miraba desafiante…pero me acababan pudiendo las ganas de tirarme al sofá y no perder neuronas para no encontrar una misera pieza. Mi mayor temor era que de tanto mover las piezas, alguna acabara en la moqueta y fuera terriblemente aspirada sin remedio y pasara a ser el puzzle de las 999 piezas o peor aún, como la canción de las botellas esa de la clase de inglés del colegio que tenía la musiquilla tan pegadiza: «Ten green bottles, hanging on the wall…»

Así estuvo hasta el día en el que ya dijimos basta. Con la vuelta de las vacaciones de verano, y con pocas ganas de retomar la rutina del gimnasio, nos pusimos las pilas y en tres noches mano a mano lo dejamos aviado. Ahí estaba, tan lustroso. Mirándolo así ya terminado no parecía tan difícil, casi diría que me dieron ganas de volver a desmontarlo y volver a empezar, pero imagino que sería debido a la emoción y las endorfinas del momento, por que al día siguiente…lo único que quería era verlo colgado…de la pared, claro.

A Marta le debió saber a poco terminar tal hazaña y tras acabarlo, no se le ocurrió otra cosa que complementarlo con un diseño de decoración artesanal que tuvo un poco de controversia además de dificultades de montaje a pesar de únicamente requerir dos materiales tan básicos como macarrones y acuarelas. Pero así somos nosotros, seremos capaces de hacer las técnicas más complejas y mortíferas técnicas de biología molecular, pero lo de pintar, recortar y pegar…no se, será que somos de la ESO y no nos quedó mucho poso. ¡Pero ya está! El domingo finalmente acabó su ciclo vital y tal y como era su cometido, acabó en la pared del salón.

Ahora ver la tele y mantener la atención es aún más complicado. A las fotos vestido de rudo escocés y la tesis, hay que sumarle la atractiva vista de nuestro puzzle terminado, como si de una cabeza de jabalí se tratara. Uno de los tesoros más preciados, por haber sido el más tedioso. Ahora espero que no se caiga y que se vaya todo al garete, por que con esa manía de las agencias de no dejar hacer agujeros…confiamos toda nuestra suerte al blu-tack y las cintas adhesivas.

¡Larga vida al Puzzle!