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He decidido ponerle este título a la entrada echando cuentas  de lo que ha sido la última visita que hemos tenido y que me hizo acordarme  de la película pastelona esa de nombre similar. No se que es lo que tienen los dígitos, fechas y estadísticas que me vuelven tan loco. Aparte de llevar el control de lo que gastamos de luz, de cada cuanto tenemos que recargar el teléfono de invitados y de cuantos kilómetros –perdón, millas– le hemos hecho al coche, en mi cerebro todavía queda hueco para recordar una y cada una de las visitas que hemos tenido en estos casi dos años que llevamos en Dundee ya. Y es que con esta han sido ya diez veces las que hemos sacado a relucir nuestras habilidades hospedadoras, que esperemos que hayan sido de agrado del personal. Aprovecho la ocasión para recordar a los perezosos que al contrario de lo que decía Madonna «el tiempo pasa, rapidito».

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En esta ocasión, he tenido la oportunidad de tener a la familia real al completo, con hermana y todo. Para ella era la primera toma de contacto con el mundo dundonian, y para mi todo un honor. Los preparativos no fueron muy complicados, una vez que solucionamos el tema del colchón para recrear una tercera habitación y de conseguir apañármelas para dejar a las células contentas para poder cogerme la semana de vacaciones, todos los ruegos y plegarias antes de su llegada iban dirigidos a que las nubes nos dieran una tregua de unos días y nos dejaran movernos y no tener que recurrir a estar bajo techo de pinta en pinta. No es que no quisiera darles una imagen equivocada de lo que es Escocia y sus nubarrones, pero queda un poco feo el que vengan a verte en verano aposta y estar debajo del nublo todo el rato. Vamos, que como que no mola.

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Por ideas y planes no íbamos cortos. Cada día tenía incorporado un plan B y un plan C, por los imprevistos que pudieran ocurrir. Pero incluso para mi sorpresa, hemos podido ir a casi todos los sitios que tenía planeado y que cumplían con la norma de estar a una hora de Dundee excepto la excursión estrella, la visita a la isla de Skye. Los turistas se portaron muy bien y se quejaron poco de ir embutidos como sardinas en lata en la parte de atrás del pobre Almera, al que también hay que agradecer su servicio y el haberse portado como un toro sin quejarse durante los 9 días que le tuvimos trotando por la campiña escocesa y al que le han caído la nada despreciable cifra de 1500 millas. Ahí es ná.

Haré un breve resumen de lo que han sido estos días, para que cuando pase tiempo y se me empiecen a amontonar los datos, me sirva como pequeño recordatorio del viaje. Lo haré a grandes pinceladas para no extenderme mucho, así que si no sois los aludidos podéis saltaros esta parte por que igual os resulta igual de interesante que el España-Australia del lunes.

Sábado 7: BBQ en Tentsmuir Forest y concierto en la catedral de St.Paul 

He comprendido que a mi madre le gusta hacer la peonza en la playa y que mi padre se ha declarado un enamorado de las barbacoas portátiles, es un secreto a voces que un negocio revolotea en su cabeza. Además de esto, momento histórico el del choque cultural al tirarse al cuello de los indios para darles dos besos como dos soles casi desata un conflicto diplomático. Por lo demás, bien. Por la tarde, en la catedral de St. Paul, comprendí que las clases de inglés del ayuntamiento deben ser más útiles de lo que su nombre sugiere, mi padre se leyó de cabo a rabo el programa del concierto. ¿Aburrido? No lo se, pero daba el pego de que le estaba gustando. Mi hermana, también presente, desgastaba la pantalla tactil de su teléfonolisto.

Domingo 8: Isla de May y St Andrews

El tiempo escocés es una mierda, sí, una mierda. Si no te gusta espera media hora, el verano es el día favorito de los esoceses…un montón de dichos y una sola realidad: puede llover, hacer sol y estar nublado al mismo tiempo. Otro momento a recalcar es que los estérnidos son peor que los pájaros de Hitchcock y que cuando se cabrean se cagan en tu boca, así de claro. Y los frailecillos… ains, benditos puffins. Si nos dejan un rato más acabamos como Tom Hanks en Náufrago — al menos hasta que se acabara la batería de la cámara. Más tarde, ya en St Andrews asumimos los helados se toman antes de cenar y a mi padre le gustan las ostras y los mejillones pero no el sushi por que es pescado crudo. ¿Sentido? Ninguno, pero así es él.

Lunes 9: Glasgow

En Glasgow llueve día sí, día también y las escocesas no llevan paraguas, corroborado. Nos resulta un tanto hostil y se hace patente de que a pesar de que tiene un montón de tiendas cucas y molonas, no nos gusta. Hay algo turbio en su ambiente que no nos hace que la cojamos cariño. El metro parece de juguete y mi madre tiene tintes racistas y discriminatorios por su tamaño y la manera en la que los conductores cierran las puertas. La universidad en cambio, si que nos gustó. Muy inspiradora, así que usamos sus baños. Estaban limpios.

Martes 10: Castillo de Dunnotar y Glen Clova

El verano existe, puedo llevar pantalones cortos un rato. Mi madre se siente como las de Arriba y Abajo y mi hermana se hace más selfies que Miley Cyrus en un concierto de los Ramones. El castillo resulta inspirador pero casi no entramos por falta de monedas. A la hora de comer, casi dejamos al establecimiento sin provisiones y al carrito de los postres sin ruedas. Matamos por encontrar un buzón, el servicio de correos del Reino Unido echa humo. En el Glen Clova primera gran cagada, me equivoco de ruta y no llegamos a la maldita cascada. Esto provoca un estado de flojera el cual aún no he encontrado explicación. No podemos tomar café con nubes por que en este país las cafeteras cierran a las cinco. Cosas que pasan.

Miércoles 11: Destileria de Edradour, Pitlochry,  The Hermitage y celebración de cumple en Auchmithie

Descubro con alegría que mi padre puede correr. Si hay whisky y la visita ha empezado, pone su mejor ritmo incluso cuesta arriba. Mi hermana dice que le gusta pero es mentira. Cumple 25, va de chula, pero se le siguen dando la vuelta los ojos cada vez que le da un trago. El Hermitage nos trae paz, nos molan las cascadas y creo que empieza a crecer la idea de que vivir en Escocia mola. La ceremonia pasa por un momento de tensión umbilical en el momento en el que el salmón está en un estado que no sabemos si es el correcto. En lonchas o en lomo, en ensalada o en almibar, ahumado o fermentado. ¿El huevo o la gallina? No, señor. Dígame como está el salmón y moveré el mundo.

Jueves 12: Edimburgo

Vuelta a los orígenes. Algo tiene esta ciudad, pero si les llevo aquí no fallo. El cañonazo de la una en punto sigue siendo algo emocionante, el bocadillo de cerdo algo para lo que partirse de risa y la comida india un nuevo descubrimiento: no da gases. Comer con zumos en vez de con cerveza conlleva poner caras similares a las del hombre de las cavernas con el descubrimiento de la rueda. Los documentales de La 2 tendrían para rato con nosotros. Nos molan los palacios en los que hay camas con cortinas, pero nos recuerdan al palacio de Aranjuez. ¿Quedarán rincones de Edimburgo que no hayan pisado? Lo dudo, pero les da igual. Nos gusta Edimburgo, Glasgow KK.

Viernes 13: Dundee y Fort Augsutus

Dundee, ese gran desconocido. Me recalcan varias veces que la mantequilla aquí es buenísima, no repite nada. Aún así pretendemos tomar un Scottish breakfast pero se nos junta el desayuno con la comida. Llevan 7 días aquí pero la adaptación sigue siendo complicada. Mi madre se compra un chubasquero que se podría ver desde otra galaxia, pero ella va tan pichi. Hacemos pisitos y caquitas de órdenes de magnitud incomprensibles y partimos hacia Skye. Por el camino descubrimos un hotel en principio abandonado pero que resulta ser la cuna de las «gorditas» del fish and chips. En Fort Augustus tienen su primera experiencia vital con un B&B. Cuantas cosas estamos aprendiendo en este viaje.

Sábado 14: Castillos de Urquhart y Elian Donan. Skye y playa de coral de Dunvegan

Por fin el lago Ness. Llevamos ya casi mil millas, tres viajes a Escocia y es la primera vez que ven el lago Ness. No encuentran al monstruo, pero el día brumoso en el castillo de Urquhart hace que hasta te lo puedas imaginar. No les decepciona tanto como pensaba, será que se lo había pintado muy mal. No encontramos a Sean Connery en el castillo de Eilean Donan haciendo el Inmortal pero a mi madre le encantan sus cocinas, son una maravilla según ella. En Skye empieza la fiebre del cordero, creo que nos gustan tanto o más que los puffins. La playa de coral es como una experiencia religiosa de Enrique Iglesias, pero nos da hambre. Arde Troya, no hay más que un bar de locales y un restaurante que resiste al invasor extranjero. Nos hacemos con el, llenamos el buche. Estamos salvados. Celebración tardía en la posada de los 100 whiskys. O nos vamos a la cama o acabamos con el esofago como para hacer cinturones.

Domingo 15: Vuelta a Skye, palizón de vuelta y fin de fiesta

Este desayuno está mejor que el anterior. Repetiremos esto a lo largo del día, tanto como lo harán los haggis en nuestro tubo digestivo. Skye nos ofrece hoy más corderos, el faro de Neist Point, y vueltas y vueltas a la isla….Vacas que se ponen en fila, corderos que parecen posar para ser retratados. Nos da pena marcharnos, mi madre y mi hermana sueltan un «Ooooooooooh» al cruzar el puente que podía recordar al grito de William Wallace al darse cuenta de que su querida había…. no lo diré, soy un spoiler free. La vuelta en coche nos deja echos un siete, pero estamos en la cama antes de las 12, que sino Marta se convierte en Gremlin y a ver quien la aguanta. Acaba la fiesta.


Como he dicho antes, para esta entrada he decidido ser algo más telegráfico. He supuesto que a nadie le iba a importar un carajo lo que contara y que probablemente sólo fuera a echarle un vistazo a las imágenes, así que he decidido ahorrarme la molestia de novelar el viaje. Además, como me pusiera a ello probablemente tuviera que escribir el «¿estás bien?» como un millón y medio de veces y como que no es plan de eso.

Así que aquí acabo el resumen a estos días. Debo ser masoquista, por que aunque nos lo hemos pasado muy bien mejor me lo estoy pasando ahora volviendo a la rutina. No me voy a quejar de el tener vacaciones, pero que caos el de desconectar y tener que volver a reconectar. Me gustan las visitas, ya lo he dicho otras veces. Espero con impaciencia la siguiente que aunque seguro que no será tan intensa por que ya me quedo con sitios a los que ir, seguro que estará llena de coletillas y momentos interesantes que recordar hasta la posteridad.

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En capítulos anteriores de dundeeventura os conté la admiración que siento por la isla de Skye y la tirria que le estoy cogiendo a las gaviotas (ver «De Skye al cielo» y «Gaviotomanía»). Pues bien, hoy por capricho del destino tengo un relato que está relacionado tanto con islas como con pájaros. Hoy finalmente hemos visitado la famosa Isla de May.

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La isla de May se encuentra en el estuario del Forth. Es un pequeño islote que aloja una de las mayores reservas de aves del Reíno Unido y es considerado como un punto de gran importancia en la investigación ornitológica. La isla está completamente deshabitada, y para llegar hasta allí existe únicamente un ferry diario que lleva a unas cien personas,lo que hace imprescindible el tener que reservar con antelación. El que sea un lugar tan inhóspito me ha hecho ir tarareando la cancioncilla de Parque Jurásico durante todo el camino de ida. Me estaba metiendo en el papel de ser el Dr.Grant y todo, pero con la intención de no liarla parda y no colaborar en extinciones masivas ni en electrocutar niño. Pero al llegar casi que he cambiado de parecer y he pensado que a la ocasión le pegaba mucho más la melodía del Angry Birds. Que cantidad de pájaros de cuyo nombre no puedo acordarme hemos visto durante el día de hoy. Yo creo que jamás había visto tanta cosa con alas junta, ni en el zoo. Frailecillos, araos, alcas, cormoranes, charranes, alcatraces, gaviotas (de las molonas), patos, además de conejos, focas grises y caracoles nos han hecho que hayamos agotado las baterías de las cámaras durante las escasas tres horas de libertad que nos han dado en la isla. Al llegar, una única instrucción, no salirnos de los caminos. La isla está literalmente plagada de  nidos y madrigueras de diferentes especies, lo me ha hecho sentir como si estuviera en un campo de minas, ¡qué tensión! Aunque bueno, también había tensión por los misiles aéreos. Con tanto bicho dando vueltas sobre nuestras cabezas, lo raro ha sido que el número de impactos intestinales no haya sido más elevado.

La isla es sobretodo famosa por la población de frailecillos (puffins), un pajarillo muy simpático que tras la cría, está en su máximo explendor. Esto ocurre durante el mes de mayo (¿hará honor a su nombre?), pero nosotros, por llevar la contraria como siempre, hemos ido ya en Junio. Y aunque es cierto que no había muchísimos de estos revoloteando por todas partes debido a que  el largo invierno también les ha afectado a ellos, hemos podido ver a unos cuantos y sacarles en todas las posiciones posibles. Me ha llamado la atención lo»Zara winter» que puede llegar a ser un pájaro, no se si es por que en este sitio no tienen practicamente contacto con el ser humano y son muy pachorrones y no se asustan o es que son muy coquetos y las encanta posar delante de las cámaras.

Pero aparte de ponerle cara a los frailecillos, durante el día de hoy también hemos descubierto que los charranes debieron ser los pájaros con los que se debió inspirar Hitchcock para hacer su famosa película, que los alcatraces fueron los que dieron nombre a los kamikazes de Pearl Harbour, que los alcas son los primos hermanos de los pingüinos  y que la mamá pato de Alfred J.Kwak lo debió pasar muy mal antes de dejarle abandonado con un topo. Además también ha habido actuación estelar de algún mamífero. Los conejos y los caracoles eran muy monos, pero poco sorprendentes. Lo auténtico ha sido comprobar una vez más lo molona que sería la vida siendo una foca gris,  tomando el sol en las rocas y pegándote moñazos para bajar al agua a darte un chapuzón y pillar algo de comer como aquel que va al McAuto.

Desde luego es por sitios como este por los que merece la pena estar aquí. Nos hubiéra encantado quedarnos unas cuantas horas más, pero el ferry nos esperaba. Aunque si de algo estoy seguro  es que tendremos ocasión en el futuro de poder volver aquí. Desde luego ha pasado a formar parte de mi Top10  de sitios que visitar sin dudarlo en Escocia. Una pasada, la pena es que sólo se puede visitar de Mayo a Septiembre por no alterar los periodos de cría. Pero desde luego, sitios como este he visto muy pocos. P1050150

Aviso a navegantes habitantes con coche de Dundee. Aparcar en el parking del Lidl tiene peligro. Si os preguntabais si funciona la cámara que se ve al fondo al entrar al aparcamiento, la respuesta es afirmativa. Y si os preguntabais que si realmente calcula el tiempo que estáis allí con el coche aparcado, la respuesta también es afirmativa. Tened cuidado, llegan multas.

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Al llegar hoy a casa de vuelta del trabajo teníamos un bonito sobre esperando en casa. Esta pequeña anécdota pertenece al grandioso día que nos hicimos el tour nocturno por las Highlands (ver «Una escapada para no dormir«), así que digamos que es la guinda del pastel de ese día en el que mejor habríamos hecho en no levantarnos.

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Ese día, mientras Marta acababa en el laboratorio, decidimos ir al centro a comprar unas cosas que nos hacían falta. Como ya lo habíamos hecho antes y somos más chulos que un ocho y más listos que nadie, decidimos dejar el coche en el aparcamiento del Lidl por que dejaba aparcar una hora gratis y así no teníamos que pagar el parquímetro. Y no penseis que dijimos volvemos en una hora, no. Más contentos que unas pascuas, nos fuimos a comprar (no en el Lidl), sabiendo que probablemente tardaríamos más de una hora. Pero también estando completamente convencidos que ese cartel era disuasorio y que esa cámara era de Playskool.

Así que nada, por chulitos esta entrada del blog ha costado £45 y ha sido patrocinada por nuestros amigos de Lidl. Desde aquí aviso a los dundonians (especialmente aquellos que van buscando «la juja fácil» como nosotros), de que no lo hagáis o si no podéis resistirlo… al menos tened cuidado con el tiempo, por lo que pueda pasar.