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Se huelen, se sienten, si señores, ya los tenemos a todos aquí. Repitamos todos a coro: que ricos los chorizos parrilleros, que ricas las salchichas a la brasa y que buenas las chuletas de cordero. Bueno, esto último no mucho, que el cordero escocés es viejo y revenido, pero el resto sí… ¡¡¡subidón, subidón!!!

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La primavera ha explotado en Dundee. La vuelta de vacaciones fue un poco traumática por el choque térmico sufrido, pero por suerte fueron los últimos coletazos del invierno que parece que — toquemos madera — nos ha abandonado finalmente. Y para celebrarlo convenientemente, aunque el señor alcalde no ha dado la orden, nosotros hemos dado por iniciada la etapa estival de BBQ portatil made in Tesco. La fritanga está asegurada.

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Antes de que me empiecen a llover las críticas y los consejos del médico de Saber Vivir, me defenderé diciendo que este año nos hemos propuesto ganarnos las barbacoas a pedales. Para eso nos compramos unas buenas, bonitas y baratas bicicletas de segunda mano en la universidad a finales del pasado verano. Las susodichas han pasado el invierno bien protegidas de los terremotos bajo el tiro de la escalera de nuestra húmeda morada, pero ha llegado el tiempo de desmohizarlas — por que en Escocia el polvo no existe, pero moho hay a espuertas — y darle un poco a los piñones.

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Vale que Dundee no se caracteriza por tener el Angliru entre sus metas volantes más atractivas, pero la ruta desde el West End a la zona de las barbacoas en Tentsmuir transcurre por una gran cantidad de marcos incomparables que la convierten en un paseo entretenido y divertido apto para toda la familia. Se trata de apenas 20 kilómetros que transcurren primero por el Riverside, el paseo marítimo que recorre Dundee a lo largo hasta adentrarse en nuestro Kósovo particular. La remodelación de la zona de los alrededores del Tay Bridge se las trae, y ahora mismo hay montado un embolado de cascotes y montones de escombros que da la apariencia de estar en territorio de posguerra. Al puente ya me he referido otras veces, pero detrás de su aparente facilidad se encuentra escondido un bonito desnivel que se mantiene constante durante sus más de dos kilómetros de largo haciendo que te sientas como jugando a un juego de coches de esos de las consolas antiguas en las que el paisaje era siempre el mismo: farola, farola, farola… Una vez al otro lado del Tay, un bonito carril bici llega hasta Tayport, un pueblecito tranquilo en el que estoy seguro que se puede encontrar el Nirvana o lo que a uno le plazca. No creo que haya más emoción en la vida de un habitante de este pueblo que el tener que coger la escalera para cambiar una bombilla. La tranquilidad absoluta existe, y está en este sitio. Y ya finalmente, después de esto se entra en el bosque. Primero a través de un pedregal que te deja los brazos pa´chope si vas en bici y después por el ancho pinar que conduce finalmente a las deseadas barbacoas.

Imagen1TENTSLa ruta es bien tranquila y ya os digo que sin mucho desnivel, así que transcurrió sin mayor noticia que la posible pérdida de mi gorra de explorador y el riesgo de bofetón por caer en la maldita moda esta de hacerse selfies en todo momento. Yo iba bien concentrado en no despegarme del pelotón y de ir abriendo el viento para que Marta no se despeinara mucho mientras iba fotografiando su pequeña hazaña y mi regreso al mundo del ciclismo después de un largo parón. Como modelos no valemos mucho, pero es que nuestras caras de concentración se deben a tener que ir concienciados de no frenar con la mano derecha y dejarnos los piños en el intento. Conducir por el otro lado no es nada difícil comparado con meterte en la cabeza que en esta isla los frenos de las bicis también están cambiados.

Claramente sienta mucho mejor hacer ejercicio sabiendo que hay un objetivo más allá que el de darse la vuelta y volverse a casa, y aunque tuvimos que hacer algo de tiempo a que la intendencia estuviera lista, la recompensa mereció la pena. Un poquito de sol para esa vitamina D que tanto escasea junto con proteína refritilla para reponer fuerzas… plan ideal para el sábado sabadete. A eso hay que sumarle la atracción extra de esta temporada, el paseito a caballo.

Así puesto todo junto…parece un plan estupendo, ¿eh? No se si esto contrarresta la cantidad de fotos de gente en la playa que he visto durante estos días en facebook, pero yo lo suelto a modo de contrahechizo. Grados hará 20 menos, pero aunque todavía se te ponen un poco los pelos de punta cuando te alcanzan las sombras que vienen tras McSun, merece la pena . Me planteo la idea de abrir un servicio de organización de planes para gente con pocas ganas de comerse el tarro el fin de semana. Es verdad que con sol es todo más facil, pero hay tantas cosas que hacer por estos parajes…¡qué me amontono!

Más de nueve meses han tenido que pasar para que una visita haya puesto un pie en nuestra humilde morada. Es cierto que el tiempo pasa volando y que parece que fue ayer cuando estábamos haciendo el ya bien establecido «tour escocés para turistas de corta estancia»,  pero se echaba ya en falta un poco de trajín en el cuarto de invitados. Aunque ciertamente, nueve meses es un tiempo despreciable comparado con el que había pasado desde la última vez que le vi la cara a nuestra última huésped: ni nada más ni nada menos que casi seis años.

1216325481864_fAllá por Octubre de 2007 una porteña pelotuda procedente del otro lado del mar apareció por el IIB, apenas un par de meses después de que yo hubiera oficialmente dado por empezada mi vida predoctoral. Y aunque únicamente compartimos unos cinco meses juntos en el laboratorio, estos fueron suficientes para vivir un montón de batallitas llenas de momentos apppsurdos, fiestas de disfraces con chorizos en juego y despedidas dramáticas, además de frustraciones laborales que ya nos dieron la idea de poner una tienda de sofás ya por aquel entonces –idea que no deberíamos olvidar en caso de que el futuro se vuelva gris como el cielo escocés.  Y efectivamente,  por mucho tiempo que pase, hay amistades que duran toda la vida. Gracias a los ladrillo-mails primero y al facebook después, hemos conseguido no perder el contacto durante este tiempo. Y aunque el destino nos quiso poner el canal de La Mancha entre medias cuando el océano que nos separaba desaparecía temporalmente, ni el mismísimo Ryanair y sus aviones de cucurucho han impedido que nos volviéramos a encontrar. Pero lo más curioso es la conexión que se tiene con algunas personas, por que a pesar del tiempo pasado, la sensación era como si nos hubiéramos visto el mes anterior, con la única diferencia de que había un hueco de seis años en nuestras vidas. Por eso estos días han estado repletos de muchas cosas las que ha habido que contar y otras tantas las que recordar. Desde luego una experiencia bastante peculiar. Tanto, que en determinados momentos me sentía como Marty viajando en el tiempo con un DeLorean y volviendo al presente a hacer balance de los grandes momentos de los últimos años.

Así que la pelotuda porteña, afortunada en esto de las estancias de corta duración, ha estado por aquí unos días con nosotros. Y como buena visitante de este país, ha tenido una estancia con un tiempo….escocés. Sol, frío, viento, lluvia, tormenta, arco iris….todo esto en media hora, claro. Por que por estos lares es bien conocido aquello de: «si no te gusta el tiempo en Escocia, espera media hora». Los de la previsión meteorológica fallan poco, con tal de poner todos los simbolitos en uno…al menos fijo que aciertas uno de ellos durante un rato. Así es esta gente, les apasiona el riesgo.

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Y a pesar de las inclemencias meteorólogicas la verdad es que han sido cuatro días la mar de productivos: Edimburgo, St.Andrews, Stirling, Pitlochry, Perth, Dundee, Broughty Ferry, más la visita a una destileria, un sinfín de cementerios y una fiesta de Halloween y otra de Diwali han hecho que haya sido una visita la mar de intensa. Todo esto aderezado con unos buenos desayunos con Dundee Cake — de la cual no conocía su existencia — y de un buen Scottish breakfast el último día para cumplir la tradición con las visitas.

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En fin, que me alegra mucho haber podido volver a reencontrarnos y poder recordar el diccionario castellano-porteño, ver que todo sigue igual,  y de paso haber perfeccionado mis técnicas de guía escocés. ¡¡Espero que no vuelvan a pasar seis años para volver a repetirlo!!  Aunque eso sí, espero que la próxima vez… McSun se porte un poco mejor y nos alumbre con un poco más de fuerza. ¡Gracias por venir boluda!