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El título de esta entrada despertará la sonrisa de mis compañeros PADI, pero yo usaré esta vez este dicho tan repetido dentro del mundillo de los buceadores para definir en que consiste un fin de semana en el que tienes visita. Son los tres pilares en los que se basa la ley no escrita del anfitrión y además, me sirve para usar la frase en otro contexto que no sea el submarino ya que es bien conocido que el mundo de las profundidades y yo… no nos llevamos muy bien. Yo soy más bien de secarral manchego o de humedal escocés, pero al Cesar lo que es del Cesar y a Poseidón lo que es de Poseidón.

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El fin de semana anterior al deshoje de la margarita tuvimos el honor de recibir a nuestra doceava visita, mi única prima que no tiene dientes de leche: mi prima Ana. Ella es una de las grandes seguidoras de este blog, a la cual no le podía negar una entrada a modo «tarjeta de fidelidad». Conocida su afición por la historia y especialmente fanática de los sitios nórdicos con poca luz, mucho frío y con bichos abominables, parecía raro que aún no hubiéramos disfrutado de su presencia por estas tierras. Pero como dice el dicho –aparte de que por la tripa nos corren bichos– más vale tarde que nunca. Al estar en esta época del año, una de las atracciones imprescincibles fue ir a ver unos buenos Highland Games, y por que no, ya aprovechar nosotros e ir a ver unos diferentes a los que ya habíamos estado en ocasiones anteriores. En este caso nos acercamos a  Pitlochry, localidad que debe estar entre las más citadas en este blog pero todavía fruto de gran cantidad de historias. Los Highland Games son básicamente todos iguales y destacan por grupos de gaitas, niños bailando y hombres forzudos lanzando cosas pesadas, pero la gente de los pueblos de los alrededores se congrega en estos eventos como si fuera el día del patrón en un pueblo manchego cualquiera y se vive todo con la máxima ilusión. Para el turista es perfecto, ya que recopila una gran dosis de cultura escocesa concentrada. Ir a uno de estos eventos supone someterse al influjo de «Scotland the brave» –el cual sigues cantando durante los dos siguientes días– y aceptar que de algún modo esa melodía pasa a ser parte de ti y la llevas contigo a todas partes cual Donettes pero sin pringar tanto.

Al día siguiente fuimos a experimentar un poco. Aunque resulte muy agradable tener visitas a menudo, bien es cierto que ir siempre a los mismos sitios y sentirte como el 20 un día durante las vacaciones de Navidad se puede hacer bastante aburrido. Por eso esta vez decidimos ir más lejos y adentrarnos en los Cairngorms, el corazón de las Highlands en busca de laderas llenas de brezo fotografiable —que no tanto transitable por que Marta no le guarda muy buen recuerdo. Cogimos el funicular de la estación de esquí y subimos a ver el fresco paisaje escocés desde lo alto del mirador. Las vistas eran bastante impresionantes, pero lo que más nos gustó fue poder divisar un lago con playita a la que más tarde iríamos a cazar patos y a hacernos un bocata de jamón como bien tiene que ser. Pero antes de eso tuvimos sesión de documental de La 2, ya que una familia de renos apareció como de la nada en mitad de la carretera y como no, todos los turistas nos tiramos a darle rienda suelta a las tarjetas SD. La verdad es que fue bastante impresionante por que al principio pensábamos acercarnos poco por si se asustaban y al final acabamos casi dándoles de comer. Yo no se si Rudolph es tan majete como estos renos de los Cairngorms, pero desde luego estos eran la mar de enrollados. Y después de eso, ahora sí, picnic en la playa del loch Morlich y caza de patos alimentados con glutamato. Parecen tontos los patos, pero se las saben todas y en cuanto olieron el jamón y el queso… nos hicieron una encerrona cual manada de velocirraptores y se mantuvieron alerta el resto de la tarde picoteando en la arena de los alrededores a modo ceremonia pato-satánica.

¿Qué tendrán las visitas que la mayoría de las veces que viene alguien el tiempo suele ser bastante bueno? Tiene que haber algún misterio sin desvelar que explique este fenómeno tan dificil de entender. Esta vez ha vuelto a pasar que he tenido que oir aquello de «bueno, el tiempo escocés no es tan malo como dicen». Y es que claro, con esas condiciones ambientales es difícil defender la teoría de que nada más que la gente que viene de visita coge el avión de vuelta…el cielo se encapota y te devuelve la dosis de buen tiempo con un buen temporal con intereses. Así que ya sabéis, hacerme el favor de venir a vernos y así asustamos al McNubarrón por un tiempecito más.

Marcamos otra persona más en la lista, ¡gracias por venir!



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La palabra aplicar tiene un significado adicional entre la gente que busca trabajo en el siglo XXI respecto a la gente que lo hizo el siglo pasado. Yo me di cuenta de este pequeño detalle en el momento que empecé a moverme en el mercado laboral al acabar la tesis. Todo el mundo estará de acuerdo en aceptar que el lenguaje evoluciona y que hay palabras que se dejan de usar y otras que se van incorporando, pero también en que hay palabras que cobran un significado extra, como es el caso de la palabra aplicar. Con el asentamiento de las nuevas tecnologías, los curriculums ahora se mandan por internet a través de aplicaciones y por tanto, si la documentación se envía a través de una aplicación, lo suyo es que el proceso de realizar esta acción se denomine «aplicar a un trabajo». Suena la mar de lógico. Pues bien, este termino tan común en la jerga juvenil ni está reconocido por la RAE ni  tampoco es entendido por tus padres, lo cual además de ser preocupante puede llevar a graves problemas de comunicación. Es un claro caso de incomprensión generacional.

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Pues bien, quería aclarar este punto antes de empezar la entrada de hoy sencillamente por que me he dado cuenta de que he utilizado esta expresión en el mismo título y no quería tener problemas de este tipo justo antes de empezar. Quiero aplicar a caballero escocés por que considero que al igual que me se las estaciones de la línea 9 de carrerilla, estoy adquiriendo tanta experiencia y conocimiento en el mundo escocés que dentro de poco podrían darme un título de esos que pones en la pared y quedan tan chulos para fardar cuando tienes visitas. Dos de las últimas actividades que  han contribuido a aumentar mi sed de titulutis aguda han sido ni más ni menos que ir a unas justas medievales a ver a unos cuantos escoceses a caballo darse de mamporros e ir a pasear por un bosque encantado. Mola, ¿eh? Pues voy a ello.

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Poca luz, mucho frío, humedad del 90%… pero ¿quién tiene el lujo de poder ir a ver unas justas medievales a escasos 50 kilómetros de su casa? Vale, ahora siento que es el típico momento que meto la gamba y me salen un montón de críticos diciendo que es algo muy común. En mi defensa diré que yo aparte de las de Menorca, no había oído de ellas más que en las de la película de El primer caballero. Es verdad que en estas a las que fuimos no estaban Richard Gere, Sean Connery o Julia Ormond, pero para pasar el rato y berrear como un animal no estuvieron nada mal.

Si tengo que describir que sensación me produjo el disfrutar de unas justas medievales diré que fue una mezcla de entre estar en el Bernabeu y viendo el Pressing Catch en el sofá de casa. Vamos, algo así como estar viendo un partido con el propio Hulk Hogan comiendo pipas a puñados. Salvaje. Es verdad que das una imagen un tanto pobre en esos momentos, pero ayuda a liberar las tensiones acumuladas durante la semana. No es mál plan, aunque siempre elijo mal. El que quiero que gane siempre pierde, tengo un don.

Otro plan algo menos salvaje pero de nivel cultural medio alto es el de ir a visitar el Enchanted Forest con la llegada del otoño a Escocia. Ubicado en una localización muy pintoresca conocido por ser la puerta de entrada a las Highlands y por estar rodeado de destilerías, el bosque de Faskally en Pitlochry (Pilorí en entradas anteriores) se transforma durante estas fechas en un paseo músico-luminoso en el que puedes dar rienda suelta a tu imaginación…y calarte hasta los huesos. Perdido en la oscuridad, sin ver más allá de dos palmos delante de tus narices y guiándote por las luces y la música tenebrosa, vas andando y en ocasiones da la impresión de que estás metido en la película de Fantasía o de haberte caído en un barril de vino como Dumbo. Una pasada sobretodo si se combina con una tormenta del copón. Sí, no os penséis que aquí se suspenden las cosas por la lluvia. Tú compras unas entradas, vas hasta allí, y si llueve…te fastidias. Y da igual tener el mejor impermeable o un paraguas estilo sombrilla familia numerosa de Benidorm, no, aquí te mojas igual. Pero bueno, en su defensa diré que una vez que vuelves a casa y compruebas que no te has agarrado una pulmonía de campeonato hasta lo aprecias como un puntito extra que le da un poco más de misterio si cabe al bosque. Experiencia que como candidato a caballero escocés recomiendo a las visitas otoñales.

Así que, ¿veis como estoy en condiciones de aplicar a gran caballero escocés? Expresión que como os he enseñado hoy, es completamente válida. Lo malo es que tengo miedo a que el examen sea en el castillo de Eilean Donan y que para examinarme aparezca el mismísimo Juan Sánchez vestido de Sean Connery y la liemos parda… Por eso voy a ver si me perfecciono un poco más antes de echar la aplicación que aquí los procesos de selección son muy salvajes.

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Más de nueve meses han tenido que pasar para que una visita haya puesto un pie en nuestra humilde morada. Es cierto que el tiempo pasa volando y que parece que fue ayer cuando estábamos haciendo el ya bien establecido «tour escocés para turistas de corta estancia»,  pero se echaba ya en falta un poco de trajín en el cuarto de invitados. Aunque ciertamente, nueve meses es un tiempo despreciable comparado con el que había pasado desde la última vez que le vi la cara a nuestra última huésped: ni nada más ni nada menos que casi seis años.

1216325481864_fAllá por Octubre de 2007 una porteña pelotuda procedente del otro lado del mar apareció por el IIB, apenas un par de meses después de que yo hubiera oficialmente dado por empezada mi vida predoctoral. Y aunque únicamente compartimos unos cinco meses juntos en el laboratorio, estos fueron suficientes para vivir un montón de batallitas llenas de momentos apppsurdos, fiestas de disfraces con chorizos en juego y despedidas dramáticas, además de frustraciones laborales que ya nos dieron la idea de poner una tienda de sofás ya por aquel entonces –idea que no deberíamos olvidar en caso de que el futuro se vuelva gris como el cielo escocés.  Y efectivamente,  por mucho tiempo que pase, hay amistades que duran toda la vida. Gracias a los ladrillo-mails primero y al facebook después, hemos conseguido no perder el contacto durante este tiempo. Y aunque el destino nos quiso poner el canal de La Mancha entre medias cuando el océano que nos separaba desaparecía temporalmente, ni el mismísimo Ryanair y sus aviones de cucurucho han impedido que nos volviéramos a encontrar. Pero lo más curioso es la conexión que se tiene con algunas personas, por que a pesar del tiempo pasado, la sensación era como si nos hubiéramos visto el mes anterior, con la única diferencia de que había un hueco de seis años en nuestras vidas. Por eso estos días han estado repletos de muchas cosas las que ha habido que contar y otras tantas las que recordar. Desde luego una experiencia bastante peculiar. Tanto, que en determinados momentos me sentía como Marty viajando en el tiempo con un DeLorean y volviendo al presente a hacer balance de los grandes momentos de los últimos años.

Así que la pelotuda porteña, afortunada en esto de las estancias de corta duración, ha estado por aquí unos días con nosotros. Y como buena visitante de este país, ha tenido una estancia con un tiempo….escocés. Sol, frío, viento, lluvia, tormenta, arco iris….todo esto en media hora, claro. Por que por estos lares es bien conocido aquello de: «si no te gusta el tiempo en Escocia, espera media hora». Los de la previsión meteorológica fallan poco, con tal de poner todos los simbolitos en uno…al menos fijo que aciertas uno de ellos durante un rato. Así es esta gente, les apasiona el riesgo.

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Y a pesar de las inclemencias meteorólogicas la verdad es que han sido cuatro días la mar de productivos: Edimburgo, St.Andrews, Stirling, Pitlochry, Perth, Dundee, Broughty Ferry, más la visita a una destileria, un sinfín de cementerios y una fiesta de Halloween y otra de Diwali han hecho que haya sido una visita la mar de intensa. Todo esto aderezado con unos buenos desayunos con Dundee Cake — de la cual no conocía su existencia — y de un buen Scottish breakfast el último día para cumplir la tradición con las visitas.

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En fin, que me alegra mucho haber podido volver a reencontrarnos y poder recordar el diccionario castellano-porteño, ver que todo sigue igual,  y de paso haber perfeccionado mis técnicas de guía escocés. ¡¡Espero que no vuelvan a pasar seis años para volver a repetirlo!!  Aunque eso sí, espero que la próxima vez… McSun se porte un poco mejor y nos alumbre con un poco más de fuerza. ¡Gracias por venir boluda!