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O como dirían por aquí: cuando estés en Escocia, haz lo que hagan los escoceses: el bruto. Esta frase no hay que tomársela al pie de la letra a no ser que quieras acabar realmente mal, pero si es cierto que hay una serie de cosas que no pueden faltar en la lista de «to do».  En el episodio de hoy hablaremos de… mi primer partido de rugby. Como espectador, claro está.


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Hace ya un par de semanas, fuimos al estadio de Murrayfield, en Edimburgo, a ver un partido de rugby. Es verdad que se trataba de un partido amistoso, pero estuvo bien para hacerse a la idea de como es el ambiente y meterse en el mundillo este que dicen que es de deporte de bestias jugado por caballeros. Y digo yo que… un culo. Los que juegan son bestias y los que animan también, al menos aquí en Escocia. Desde el momento que entramos al estadio ya se respiraba un ambiente…embrutecido. Veinte puestos de salchichas, veinte de fish and chips y una gran carpa donde la cola para comprar cerveza podía dar la vuelta al estadio entero. Se respiraba grasa y testosterona a raudales en el ambiente. Y ya digo que el partido no era más relevante que un amistoso de la temporada otoñal ni nada más ni nada menos que contra Japón. Sí, todo el mundo se pregunta lo mismo, ¿Japón juega al rugby? Pues sí amigos, no hace falta tener mucho conocimiento de este deporte para darse cuenta que son muy malos, pero que ellos lo intentan. Además, la ley Bosman no se como funcionará en el rugby, pero a pesar de mi incipiente miopía, detrás de mis lupos de Rompetechos era capaz de intuir un par de hombretones rubios y otro un poco más moreno de la cuenta para ser japones. Vamos, que deben tener un amplio departamento de recursos humanos reclutando ex-convictos australianos que quieran pasar el resto de sus carreras deportivas representando a Japón. Aún así… sinceramente, creo que deben mejorar.

Es muy curioso ver como en ocasiones ocurren cosas muy extrañas. Será casualidad o no, pero las dos únicas veces que he ido a ver un evento deportivo en Escocia han sido un partido de fútbol de la selección española contra Japón y este de rugby…contra Japón también. No se, los nipones deben de tener algo que me atrae. La próxima vez voy a probar con un partido de petanca o de curling a ver si se cumple la norma de que me salen los japoneses cada vez que voy a ver algo.  

Esta vez en cambio, el ambiente fue espectacular, de eso no hay duda. Aquí les tira lo patrio, y el partido sirve de excusa para sacar a relucir todo el sentimiento que llevan dentro. Es un espectáculo. Banda de música, desfile, himno, fuegos artificiales, cañonazo, un speaker que se cree su trabajo no como el del Bernabeu… en fin, todo un evento para una tarde de domingo helada–tal y como diría Amaral.

El resultado del partido era un poco lo de menos, la idea era intentar pillar las reglas lo más rápido posible sin tener que recurrir a dar un codazo a mis compañeros de laboratorio para que me explicaran lo que había pasado. Lo del tema de los ensayos y las transoformaciones iba bien, pero las faltas, las melés…me quedaban un poco grandes. Por ese motivo decidí dedicarme a emular a los escoceses que tenía alrededor y gritar Scotland con mi mejor acento dundonian. No puedo reproducir el sonido gutural que salía desde lo más profundo de mi ser, pero al final quedaba algo así como: !!!Sh-co-u-lan!!! Quizá el video que mejor represente las dificultades del acento escocés es el de dos escoceses en un ascensor. Todo un ejemplo para los aprendices del momento y unas carcajas sin límite cuando el marcador al descanso era de 11 – 3 a favor de Escocia. Prestad atención al vídeo:

Finalmente ocurrió lo esperable, una paliza. A mí no, a los japoneses. Escocia se vino arriba, y aunque Japón se dedicó a dar cera y pulir cera durante la segunda parte, un rubiales escocés que era el terror de las nenas salió desde el banquillo — mejor dicho desde la bici estática donde esperan los suplentes–, y la lió parda. 42-17 en el luminoso y un gran desgaste de energía. Era tal liberación que Mel se habría quedado corto a mi lado gritando libertad. Me ha gustado esto del rugby, voy a ver si estudio un poco viendo los partidos de los domingos por la tele y para el año que viene me saco una entrada para el Seis Naciones contra Inglaterra o algo así. Todo se andará, por que para eso…hay que ir bien entrenado.

¿Te sientes borrico?, ¿crees qué ya lo has visto todo y que hay pocas cosas que puedan sorprenderte ya?, ¿quieres ver hombres rudos que destrozan sus glándulas mamarias contra troncos mientras gritan como si no hubieta mañana? Si todas esas cosas se cumplen y estás emocionado, esto lo que necesitas, tienes que ir a ver unos Highland Games.

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Los Highland Games son una serie de actividades de carácter lúdico-festivo que generalmente se desarrollan a lo largo y ancho de la geografía escocesa durante los meses de verano, aunque ahora que la Kate ha «entregado la pizza» igual también les da por hacer unos conmemorativos por todo lo alto en honor al heredero. Los juegos estos son bastante populares pero poco conocidos entre los turistas, por lo que yo recomiendo pasarse aunque sea un rato por unos, por que desde luego es toda una experiencia. En esta página web está el calendario de los de este verano: http://www.shga.co.uk/events.php. Básicamente se dividen en competiciones de danza, de gaita y de tirar cosas pesadas lo más lejos posible y transcurren a lo largo de un día. La gente del pueblo se reúne en lo que sería su polideportivo, pero que aquí es una sábana de cesped que ya quisieran la mayoría de campos de fútbol y se pasan el día comiendo, mirando y volviéndose majaras escuchando gaitas.

Ciertamente podrían compararse con las fiestas patronales de cualquier pueblo de la geografía española, por que tienen su banda de música, su alcalde presidiendo la ceremonia de inauguración, sus puestos de tómbola, de cómida nutritiva y grasienta y alguna atracción rollo «caballitos». Les falta el chupinazo, la orquesta y la diana, pero esa parte de la evolución debió quedar truncada por El Muro, que lástima. Yo creo que como por estos sitios parecen no tienen el concepto de patrón, pues esto sería lo que se consideraría como sus fiestas, su momento de despendole. Pero por suerte el evento está bien organizado, e imagino que por evitar que el asunto se descontrole sólo dejan beber cerveza en un puesto autorizado. Así al tener los scottish-hígados bien controlados hace que se convierta en un evento apto para toda la familia.

La competición de danza es muy entrañable. Los niños desde pequeñitos tienen más ritmo que yo y son capaces de sincronizar brazos y piernas al ritmo de la música con mucho estilo. Esto debe ser algo innato, por que no es posible que un niño tenga esa habilidad cuando no levanta un palmo y medio del suelo, y si es así a mi me debe faltar un trozo de ADN o tengo la habilidad de movimiento de C-3PO. Por otro lado está la competición de gaitas. Esta resulta simpática al principio, pero después de un rato se vuelve un poco martirizante. Es curioso ver lo en serio que se toman el tocar su «Ave María cuando serás mía» o «Por el amor de esa mujer», mientras un juez con las patorras abiertas toma notas de no-se-que-cojones, por que todo suena igual. Vamos, que aunque viniera un gaitero satánico y tocará al revés, seguro que seguía saliendo el mismo sonido revienta tímpanos.

Pero la competición estrella es la de los hombres rudos. Esta es la más conocida y a la que yo me moría de ganas de ir. Que machos cabríos, que actividades más repletas de testosterona y con que poca utilidad. Hay de todo: lanzar una piedra pinchada en un palo a tope de lejos, una piedra más grande que una sandía pero sin palo también a tope de lejos, un fardo de paja lo más alto posible, un tronco de por lo menos 5 metros para intentar darle la vuelta, tirar de una soga del grosor de una tubería y yo que se más cosas bestias. Todo esto aderezado como no con el tradicional kilt, pero con mallas a juego debajo, por lo que se pueda escapar e impactar con el ojo del espectador.

Y si te has quedado con ganas de ver algo más tradicional también hay alguna competición de ciclismo, 100 metros, 1000 metros, relevos…pero eso son cosas sin interés, sin kilt ni nada. Lo realmente bueno es ver a estos pedazo de hombretones que podían haber salido del casting de Braveheart dándolo todo en la arena, bueno en este caso en el cesped. Lo malo es que la gente que va de público es más sosa que «una tostá». Llegan allí, ponen su mantelito, su picnic…pero nada de animar. Con lo divertido que es escoger a un hombre rudo y animarle como si fuera un gladiador en el coliseo no tiene desperdicio. Yo para la próxima vez me hago una pancarta, unos pompones y un saco de piedras por si no me gusta el resultado. Las cosas o se hacen bien o no se hacen, ¡hombre ya está bien!.

Apunte:  Para los no duchos en la lengua de Shakespeare, «dar a luz» se dice «deliver of», que suena fatal.