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Justo hoy hace ya dos años de nuestro aterrizaje en Dundee, como pasa el tiempo. Echo la mirada atrás y ya incluso me cuesta ver como eran las cosas antes de llegar aquí. Cuando vamos de vacaciones a Madrid lo veo todo como una vida paralela en la que el tiempo se detuvo, en la que todo sigue igual y en la que yo sigo. Pero a su vez, existe otro yo que no está ahí y que habita cual peregrino Perth Road arriba Perth Road abajo. No se si me explico, espero que al menos otros expatriados o gente que haya vivido experiencias extrasensoriales similares sepan de que estoy hablando. Lo que quiero decir es que la realidad, mi realidad,  se ha vuelto más dundiana de lo que jamás llegué a imaginarme. No es nada malo, todo lo contrario, la integración ya es completa y me siento como un dundonian más, pero que aún quedan muchos rincones desconocidos y cosas por hacer, lo que le da ese puntito de emoción que toda aventura necesita para seguir manteniéndose viva. El balance hasta ahora es más que positivo. Sigo pensando lo mismo de Dundee que el mismo día que llegué. Bueno, a lo mejor ya no lo veo como un sitio tan hostil, pero creo que es un sitio muy bueno para vivir una temporada que tiene un gran abanico de oportunidades tanto laborales como de ocio que lo convierten en una gran elección.

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Ahora ya vemos la montaña desde el otro lado de la ladera. En un principio tres años se plantean muy largos sobre el papel, pero cuando llega una fecha como hoy, miras el calendario y echas la vista atrás parece que no te ha dado tiempo casi a pestañear y que ya te tienes que estar empezando a plantear otras cosas. Es cierto que la mitad de nuestros contratos ya pasó hace unos meses y que por suerte no parece que nos vayan a dar la patada en el culo y echarnos de aquí con una mano delante y otra detrás, pero es cierto que de aquí a unos meses…tendremos que empezar a plantear que hacemos con nuestra vida y/o si movemos el chiringuito de vuelta o a otra parte. De momento todo esto no es más que una especulación y ya se irá viendo como se van dando las cosas, tampoco tenemos que agobiarnos excesivamente con eso. Por ahora toca seguir currando duro y disfrutando de todas las cosas buenas — y verdes– que tenemos alrededor.

Para celebrar este segundo aniversario hemos cumplido la tradición de San Juan a lo grande: con una hoguera y una buena barbacoa para festejar la llegada del verano, quemar todo lo malo, espantar los nubarrones y echarle algo de grasilla al estómago. Probablemente el segundo año sea mejor que el primero en el sentido de que ya estás asentado y las cosas van rodando más por si mismas. Esperamos que el tercer año dundiano que hoy empieza siga trayendo cosas buenas, sigamos rodeados de tan buena gente como hasta ahora y de paso — y si no es mucho pedir — traiga debajo del brazo algún articulillo que haga la futura vida de buscador de empleo algo más sencilla. Por lo demás, yo lo que he pedido en mi salto de longitud es lo típico: salud, dinero, amor… que el Madrid gane la undécima, que la gotera del techo desaparezca, que no tengamos que encender los radiadores hasta diciembre y que los de recursos humanos se equivoquen y le añadan un cero más a la nómina. No es mucho pedir, ¿no? Venga hombre, que se tiren un poco el pisto y no sean tan siesos. Total, mejor que suelten el dinero ahora que lo tienen, por que si nos volvemos independientes…igual tenemos que volver a la oveja y a la cebada como mecanismos de sustento primario y para lo de la pipeta…pues como que no da.

Así que sin más dilación me despiedo y le mando mi más una calurosa bienvenida — no hay ironía alguna en mis palabras — al tercer año dundiano. La historia sigue…

Hay momentos en la vida en la que por una conjunción de casualidades te ves destinado a tener que poner tus genes en juego y comprobar si realmente hay ciertas habilidades que te han llegado en herencia o si en cambio se han perdido para siempre. Puede ser una rallada filosofal muy chunga, pero creo que todo todo el mundo habrá oído alguna vez hablar de gente cuya familia ha sido desde siempre conocida por sacar en todas las generaciones grandes médicos, grandes arquitectos, deportistas u holgazanes olímpicos. En mi caso no creo que haya una habilidad ancestral concreta que me metiera presión acerca de donde tener que dirigir mis pasos, pero si es cierto que la gastronomía es algo que ha pegado fuerte al menos desde hace unas cuantas generaciones. Por una rama de la familia o por la otra el tema de las habilidades culinarias pega bastante fuerte, y uno nunca sabe si esto se ha heredado, se desarrolla espontáneamente o si requiere la invocación a algún ser divino oculto en la mazmorra más alta del castillo más remoto protegido por el dragón más terrorífico jamás visto.

El tema de la herencia se debe a que ayer tuve que enfrentarme a uno de los mayores retos que un nieto puede tener: emular las rosquillas de su abuela. Desde antes de que el mundo fuera mundo y de que yo supiera decir las alineaciones del Madrid de memoria, las rosquillas de mi abuela han sido una de las cosas más preciadas que mi tracto digestivo haya podido disfrutar. Ese refrito de harina bien atiborrado de azúcar y con ese toquecillo anisado… mmmmhhh, una delicia ¡a tope de nutritiva! En Dundee no se por que motivo ya nos hemos tenido que enfrentar a varias sesiones gastronómicas exclusivamente de dulces, a las que la comunidad hispana hemos decidido bautizar como «Fiestas de la Diabetes».

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Ayer, para celebrar el último día del verano — según el calendario gregoriano, por que aquí el verano hace unas semanas que se marchó — y la pseudo-despedida de nuestra joven compañera María (alias prima come cacahuetes de mono), nos reunimos en torno a una mesa con cocas de vidrio, buñuelos de calabaza, roscos fritos, rosquillas, pan de Calatrava,  mini-crepes y un platito de azúcar por si a alguno le parecía poca sustancia. ¡Ah!, y una tazita de chocolate Valor para remojar. En definitiva, una bomba sacarósica que a más de uno le ha hecho pasar una noche un tanto…pesada.

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En un principio había decidido darle una segunda oportunidad  a las torrijas e intentar repetirlas para perfeccionar la técnica, pero una semana un poco ajetreada me impidió poder ir al único reducto dundiano en el que se puede encontrar pan decente (el Lidl). El tema es que como aquí el pan no se pone duro hasta que no pasa bastante tiempo sino que se hace chicloso los primeros días, no me hacía disponer del tiempo suficiente para tener la mejor materia prima con la que enfrentarme a los fogones. Así que decidí echarle valor, utilizar el comodín de la llamada y despertar en mi el conocimiento necesario para hacer las rosquillas de la abuela. Sin mucho tiempo para dudar, el sábado por la mañana me encontraba nervioso en el Tesco comprando rápidamente todo lo que necesitaba — era la primera vez en mi vida que compraba levadura — y me enfrentaba desafiante a mis genes y a la encimera de la cocina.

El tema de hacer la masa no fue complicado… hasta el momento en el que la receta decía: «añadir un vasito de anís chinchón seco«. ¿Y dónde se encuentra eso en Escocia? En ninguna parte. Así que siguiendo el consejo procedente de la segunda generación, decidí arriesgar y sustituir al anís por…un whisky de 15 años. Ahí lo tenéis, las rosquillas legendarias de mi abuela digi-evolucionadas a rosquillas al whisky por culpa del hereje de su nieto. El asunto era de alto riesgo, por que podía literalmente emborrachar la masa y dejarla para alimentar dundonians a la puerta del pub durante una semana, pero allí seguí yo, paso a paso echándole todo y dándole vueltas y vueltas…

Tantas vueltas le debí dar a la masa que debí marear hasta a la levadura, por que aquello no subía ni aunque se lo pidieras de rodillas. Y es que la receta decía: «cubrir con un paño y dejar reposar a temperatura ambiente durante un par de horas». Y esas condiciones en Escocia tampoco existen o al menos son completamente diferentes. Así que tras media hora decidí probar con el radiador y un montón de preposiciones (a, ante, bajo, tras, hacia, sobre, tras…), con el mismo resultado, aquello estaba liquidorro y no cogía cuerpo. Finalmente solucioné el problema con una llamada un tanto complicada al origen de la receta, a la fuente primaria: la abuela. La complicación era debida a la falta de harina, por lo que la solución era, por suerte, sencilla.

Describir la tensión en el momento de echar las rosquillas a freír…es complicado. Darle la forma apropiada era de nivel de Super Saiyajin 3, así que tras varios intentos decidí no meterme demasiada presión y no hacer muchas virguerías la primera vez. Así fueron entrando a la bañera de aceite de girasol –sí, ya se, segundo pecado capital, pero es que la economía no está como para gastar el preciado tesoro del aceite de oliva virgen extra–, y saliendo listas para el alicatado final. Las primeras salieron más tostaditas, pero tan monas ellas…que casi suelto una lagrimilla al ver mi primera rosquilla sobre el plato. Snifff.

Llamé a Marta para que las catara, por que yo no me sentía con fuerzas de someterme a semejante presión. Sentía como ojos y ojos de generaciones remotas me miraban amenazadoramente, a mí y a mi rosquilla. Y oye, no se si fue por no querer hundir mi moral o por que realmente alguna intervención divina a modo de «Maruja mezclo el agua con el aceite» o al estilo «del tío Paco con la rebaja» habían intercedido, pero nos gustaron bastante más de lo esperado. Así que seguí adelante y allí estuve friendo un buen rato y echándoles un carro de azúcar por encima. Una obra de arte a las que bauticé como «rosquillas de la abuela al whisky».

Y finalmente la recepción fue buena, así que la alegría fue doble. Una liberación el quitarme la presión de encima y mucha tranquilidad al saber que las teorías evolutivas se habían comportado. De hecho, tanto han funcionado que vamos a estar comiendo rosquillas el resto de la semana. Si llegamos un poco chispados a trabajar…no es nuestra culpa, se la echaremos a la evolución y a la intromisión de los escoceses en las recetas belinchoneras.

Con la cabeza ya casi cerrada por vacaciones y pie y medio ya en Barajas, hoy ha sido el día de hacer el último esfuerzo pre-vacacional: la media maratón de Dundee o Half DRAM, que suena mucho más profesional. Esta ha sido la primera vez que he tenido el placer de dejarme los higadillos en esta mi ciudad adoptiva de la cual tanto estoy aprendiendo y de la que hoy he descubierto rincones por los que nunca había pasado. Así que dolores aparte, la experiencia ha sido a la vez cansina y entretenida.

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La alineación titular esta vez era parecida a la anterior media maratón excepto por el cambio BadajozMinnesota que le ha dado un puntillo más tropical al asunto. Y el trotecillo mañanero dundiano ha ido bien. La carrera transcurría por una zona completamente desconocida para mí. La salida ha sido en Camperdown, famoso por tener las salas de cine y la pista de hockey hielo y la llegada en Broughty Ferry, famoso por la playa, el castillo y el Tapas bar. Pero durante los eternos 21 kilómetros y casi 100 metros he comprobado con sorpresa que Dundee tiene más parques y lagos de lo que había pensado. No se como se llaman y no se si sería capaz de ir a no ser que fuera corriendo, pero ahí están. Esta vez había bastante más gente corriendo que en Braemar, lo que por un lado ha hecho más fácil el poder ir siguiendo el paso del grupo, pero también algo más frustrante por que he de confesar que habré adelantado a cuatro o cinco personas contadas y a mi me habrán pasado como tropecientos con unas pasadas que ni con un Lamborghini. Sobretodo lo que dolía ver como las mujeres maduritas pasaban a tu lado como si en ellas no existiera el cansancio. No se que tipo de pilas le ponen a esas endemoniadas, pero deben de ser de lo mejorcito que hay.

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Nada más empezar hemos deshecho el grupo y en cuanto a «pibis» (personal bests) se refiere ha habido de todo. Iván ha sido el lider en solitario haciendo un tiempo desconocido pero según él hasta la fecha su mejor «pibi», ¿será el dopping?. Jose ha hecho su VWB haciendo el caracol prácticamente todo el camino con unos más que entrañables sonidos que aún me parece escuchar desde el sofá. Bob también ha hecho de esta media maratón su «pibi» extrema, por que el porbre no está acostumbrado a estos calores que están pegando fuerte en la Gran Bretaña. Y yo…pues he bajado en 6 minutos mi anterior marca y hago de esta mi «pibi» favorita y más querida hasta la fecha. Esta vez iba mucho mejor preparado, la experiencia de la anterior media maratón en Braemar el año pasado me sirvió de escarmiento para entrenar mucho más en serio y dejar menos cosas a la suerte. Además ayer conseguí superar la tentación e ir de barabacoa con un tupper de pasta y evitar las hamburguesas y las salchichas. Bueno, puede ser que una hamburguesita cayera, pero era muy pequeña muy pequeña. Según digo esto parece que esta vez he sido como el Flash Gordon dundiano que ha roto todos los registros sin apenas despeinarse, pero nada de eso. Ahora mismo estoy hecho una bola en el sofá intentando moverme lo menos posible para no perder las pocas unidades de energía que le quedan a mi cuerpo. Por suerte, entre El retorno del Jedi y el apasionante y el para mí sentimental BournemouthReal Madrid han colaborado a que la tarde haya sido bastante placentera dentro del apoltronamiento máximo.

 

La mala pata, literalmente hablando, es que en la tercera milla mi querida rodilla izquierda ha decidido ponerse a dar por saco. Hasta ahora había tenido algún problemilla con la rodilla derecha, pero estos últimos meses entrenando no me había molestado. Y hoy, en el día clave y casi nada más empezar, ha sido la otra la que se ha puesto porculera. En fin, sí, tengo que confesar que la tengo un poco chuchurría, pero ahora la estoy mirando y la digo que nos vamos de vacaciones ya, que no se preocupe que ya no la voy a dar la tabarra más. Como podéis observar mi relación con mis rodillas va más allá de la natural, pero oye, después de momentos así la satisfacción supera al dolor. Hoy me he ganado la comida que nos hemos pegado, la tarde costra en el sofá…y el dejar para mañana el resto de cosas que podía hacer hoy. Excepto el blog, que eso es sagrado y no lo puedo dejar retrasado. Pero hoy toca irse a dormir pronto, las Duracell se han acabado antes de la hora de Cenicienta. Así que buenas noches, hasta mañana, Alberto y su maltrecha rodilla se van a la cama.

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Nota a día 22 de Julio: Actualización más que necesaria. Hemos salido en el periódico local de Dundee: http://www.thecourier.co.uk/news/local/dundee/gallery-dundee-full-and-half-marathons-1.114094

Como estas fotos no creo que duren hasta la eternidad online, las pongo por aquí, que yo sí que sabré cuidar de ellas. ¡Qué guay! ¡Así corro más!