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Como si de una película de Hollywood se tratara, este fin de semana pasado hemos tenido que lidiar con cuestiones de estado, cuestiones de trono. Quedaban pocos por venir, pero aún quedaba algún rezagado por aparecer por nuestra partícular pared de la fama. Ana, Edu y Hugo aún no habían puesto sus pies por Shepherd´s Loan y aunque Javi y Ana sí que lo habían hecho la ilusión por verles el careto fue la misma. Las visitas masivas son guays, nunca habíamos tenido una pero lo cierto es que le dan al fin de semana un puntito de mística y descontrol que lo convierte en una entrada de blog imprescindible. Y habrá gente a la que le parezca una conversación de mal gusto, pero a mi realmente me inquietaba el hecho de coordinar siete sistemas excretores sobre la misma taza. Pero gracias a mi sistema de control y purificación mediado por tarjetitas todo ha ido… algo mejor.

 

 

Tras solucionar el Tetris de como cuadrar en los coches y organizarnos para dormir comenzamos un fin de semana en el que nos vimos inevitablemente obligados a pasar bajo tierra o clavados en un bar como Maná. No se si fue mala suerte o que el destino me quiso poner las cosas fáciles, pero no hubo necesidad de plantearse planes complicados ni desplazamientos kilométricos. No, iba a llover sí o sí, así que la mejor solución era ver Escocia como mejor puede describirse: bajo techo, con una pinta –o dos–, y tranquilidad, mucha tranquilidad.

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El viernes por la noche tuve que adaptarme a la presencia de nuestros huéspedes. Es algo raro, pero cuando vives fuera no eres consciente de cuanto te cambian las habilidades sociales hasta que llega gente de «tu tierra» y  hace cosas que tú también hacías como es hablar a gritos. Cosas como esa te dan mucha vergüenza y te hacen hasta perder el hilo de conversación por aquello del que dirán. Es un momento de choque cultural o de adaptación que vale que no me duró mucho, ya que tras un par de whiskys después y tras haber descuartizado a un cuarto de la población mundial ya estaba completamente recuperado y me encontraba en mi salsa. Tanto, que en el Speedwell acabé intercambiando conocimientos whiskeros con un local o riéndome abiertamente de una pobre señora con bigote que se había quedado dormida frente a una pinta de Guinness. Ya se que soy malvado y que no debería reirme de estas cosas, pero yo no tengo la culpa de haber crecido rodeado por estos salvajes –sí, mis amigos son unos salvajes — que me han hecho ser en parte así.

La nube en la que literalmente estuvimos sumergidos el sábado condujo nuestros bólidos sobre la campiña escocesa hacia el Scotland´s Secret Bunker. Quiero aprovechar este espacio para agradecer a los compañeros de Avis por darnos en alquiler un bonito coche rojo pasión que era muy fácil de identificar por el espejo retrovisor de mi Almera. No había manera de perder a ese coche en la niebla cual gorila indefenso. El bunker era un lugar pintoresco al que aún no habíamos ido. Se trata de un bunker secreto –que ya lo es tanto — que se construyó durante la Guerra Fría con el objetivo de mantener a salvo a algos cargos del gobierno británico en caso de ataque nuclear sobre esta nuestra isla. Cierto es que no llamaba mucho mi atención el meterme bajo tierra a ver túneles y camas, y menos aún me atraía meter a mis visitantes a contemplar semejante espectáculo en su primer día en Escocia para alguno de ellos. Pero no había remedio, era meternos bajo tierra o aceptar el estar calados hasta los huesos durante el resto del día. El bunker en sí me pareció algo frívolo, destilaba un tufillo a orgullo nacional y supremacía militar que no me terminaba de hacer mucha gracia. Pero lo que es cierto es que fue interesante ver in situ uno de esos sitios que has visto tantas veces en películas de extraterrestres o de destrucción mundial. Es increíble que el ser humano sea tan sumamente consciente de su propia autodestrucción como para que sea capaz de diseñar con tanto detalle semejante espacio. Pero bueno, no me voy a poner filosófico por que este tampoco es el momento. Nosotros, a parte de alucinar con los comentarios de las audioguías del cretácico, disfrutamos haciendo el zombi por los pasillos, descubriendo puertas secretas que daban al vacío, asumiendo el rol de la mujer bajo tierra,  comprendiendo que siempre que entres en un bunker tienes que llevar tu veneno a mano y que la desintegración atómica puede ser más compleja aún que la jaula de Faraday. Bueno, todo eso y que imitar a Gila puede ser más facil de lo que uno se cree si dispone de los atuendos adecuados.

Una nueva cosa que aprendí en el bunker y que no quería dejar de contar es que además de los notables descubrimientos hechos por científicos escoceses como el teléfono, la bombilla incandescente, la penicilina, el vátio,  la oveja Dolly o la aguja hipodérmica, no tenía la menor idea de que en Escocia también se inventó el chubasquero. Curioso y poco sorprendente a la vez, ¿verdad? Otro Macintosh que proporciona conocimiento a la humanidad. ¿Cuántos más habrá por ahí escondidos?

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Y de verdad que si os digo que llovía no os miento. Intentamos por todos los medios hacer algo descapotable, pero no había manera. Ni siquiera haciendo 20 grados McNubarrón nos pudo dar un respiro para tomarnos un heladito por las chorreantes calles de St Andrews, donde hasta las telas de arañas le daban un puntito tétrico a la tarde. Esto hizo que irremediablemente tuviéramos que pasar el resto de la tarde y parte de la noche delirando en el Taybridge Bar, conocido lugar de reuniones festivas post-futboleras.

Y aquí ya en el bar… no se que pasó. No se si nos echaron algo raro en la copa o nos dio uno de esos arrebatos raros de exaltación de la amistad, pero el caso es que viendo las fotos me parece que nos lo pasamos bastante bien sea de lo que sea de lo que habláramos. Yo lo único que recuerdo es volver a casa y ponernos a exterminar de nuevo a la mitad de la población mundial, hablar de las avestruces de Belinchón y de ser serios, aburridos y preocupados por el medio ambiente. Como de esta segunda parte de madurez no tengo fotos, os dejo unas pocas de las del pub, que desde luego no pueden ser más divertidas. Y es que yo que se, debe ser que les echo un poquito de menos…

Para terminar el fin de semana festivo recurrimos al clásico, desayuno escocés en toda regla. ¿Para todos? No, un pequeño proyecto de galo decidió hacerse el rebelde y resistir fuerte al invasor tomando unas pobres tostadas que no debieron llegarle más lejos de sus peludos talones, pero cada uno a su rollo. Y claro, pasó lo previsible. McSun se descojonó de nosotros desde lo alto del Dundee Law y justo un par de horitas antes de tener que salir… se puso a atizar bien mientras descubríamos que la rueda tenía un clavo. Sí, de nuevo problemas con una rueda en un coche de alquiler. La historia se repetía y nos hizo tener que precipitarnos lentamente hacia el aeropuerto de Edimburgo, donde la onceava visita terminó. Gracias a todos por venir, y gracias al cabrón que se llevó mis tarjetitas de ducha y me dejo maloliente durante todo el fin de semana. Creo que la próxima vez…me invento otro jueguecito, por que este del váter salió algo torcido.

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He decidido ponerle este título a la entrada echando cuentas  de lo que ha sido la última visita que hemos tenido y que me hizo acordarme  de la película pastelona esa de nombre similar. No se que es lo que tienen los dígitos, fechas y estadísticas que me vuelven tan loco. Aparte de llevar el control de lo que gastamos de luz, de cada cuanto tenemos que recargar el teléfono de invitados y de cuantos kilómetros –perdón, millas– le hemos hecho al coche, en mi cerebro todavía queda hueco para recordar una y cada una de las visitas que hemos tenido en estos casi dos años que llevamos en Dundee ya. Y es que con esta han sido ya diez veces las que hemos sacado a relucir nuestras habilidades hospedadoras, que esperemos que hayan sido de agrado del personal. Aprovecho la ocasión para recordar a los perezosos que al contrario de lo que decía Madonna «el tiempo pasa, rapidito».

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En esta ocasión, he tenido la oportunidad de tener a la familia real al completo, con hermana y todo. Para ella era la primera toma de contacto con el mundo dundonian, y para mi todo un honor. Los preparativos no fueron muy complicados, una vez que solucionamos el tema del colchón para recrear una tercera habitación y de conseguir apañármelas para dejar a las células contentas para poder cogerme la semana de vacaciones, todos los ruegos y plegarias antes de su llegada iban dirigidos a que las nubes nos dieran una tregua de unos días y nos dejaran movernos y no tener que recurrir a estar bajo techo de pinta en pinta. No es que no quisiera darles una imagen equivocada de lo que es Escocia y sus nubarrones, pero queda un poco feo el que vengan a verte en verano aposta y estar debajo del nublo todo el rato. Vamos, que como que no mola.

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Por ideas y planes no íbamos cortos. Cada día tenía incorporado un plan B y un plan C, por los imprevistos que pudieran ocurrir. Pero incluso para mi sorpresa, hemos podido ir a casi todos los sitios que tenía planeado y que cumplían con la norma de estar a una hora de Dundee excepto la excursión estrella, la visita a la isla de Skye. Los turistas se portaron muy bien y se quejaron poco de ir embutidos como sardinas en lata en la parte de atrás del pobre Almera, al que también hay que agradecer su servicio y el haberse portado como un toro sin quejarse durante los 9 días que le tuvimos trotando por la campiña escocesa y al que le han caído la nada despreciable cifra de 1500 millas. Ahí es ná.

Haré un breve resumen de lo que han sido estos días, para que cuando pase tiempo y se me empiecen a amontonar los datos, me sirva como pequeño recordatorio del viaje. Lo haré a grandes pinceladas para no extenderme mucho, así que si no sois los aludidos podéis saltaros esta parte por que igual os resulta igual de interesante que el España-Australia del lunes.

Sábado 7: BBQ en Tentsmuir Forest y concierto en la catedral de St.Paul 

He comprendido que a mi madre le gusta hacer la peonza en la playa y que mi padre se ha declarado un enamorado de las barbacoas portátiles, es un secreto a voces que un negocio revolotea en su cabeza. Además de esto, momento histórico el del choque cultural al tirarse al cuello de los indios para darles dos besos como dos soles casi desata un conflicto diplomático. Por lo demás, bien. Por la tarde, en la catedral de St. Paul, comprendí que las clases de inglés del ayuntamiento deben ser más útiles de lo que su nombre sugiere, mi padre se leyó de cabo a rabo el programa del concierto. ¿Aburrido? No lo se, pero daba el pego de que le estaba gustando. Mi hermana, también presente, desgastaba la pantalla tactil de su teléfonolisto.

Domingo 8: Isla de May y St Andrews

El tiempo escocés es una mierda, sí, una mierda. Si no te gusta espera media hora, el verano es el día favorito de los esoceses…un montón de dichos y una sola realidad: puede llover, hacer sol y estar nublado al mismo tiempo. Otro momento a recalcar es que los estérnidos son peor que los pájaros de Hitchcock y que cuando se cabrean se cagan en tu boca, así de claro. Y los frailecillos… ains, benditos puffins. Si nos dejan un rato más acabamos como Tom Hanks en Náufrago — al menos hasta que se acabara la batería de la cámara. Más tarde, ya en St Andrews asumimos los helados se toman antes de cenar y a mi padre le gustan las ostras y los mejillones pero no el sushi por que es pescado crudo. ¿Sentido? Ninguno, pero así es él.

Lunes 9: Glasgow

En Glasgow llueve día sí, día también y las escocesas no llevan paraguas, corroborado. Nos resulta un tanto hostil y se hace patente de que a pesar de que tiene un montón de tiendas cucas y molonas, no nos gusta. Hay algo turbio en su ambiente que no nos hace que la cojamos cariño. El metro parece de juguete y mi madre tiene tintes racistas y discriminatorios por su tamaño y la manera en la que los conductores cierran las puertas. La universidad en cambio, si que nos gustó. Muy inspiradora, así que usamos sus baños. Estaban limpios.

Martes 10: Castillo de Dunnotar y Glen Clova

El verano existe, puedo llevar pantalones cortos un rato. Mi madre se siente como las de Arriba y Abajo y mi hermana se hace más selfies que Miley Cyrus en un concierto de los Ramones. El castillo resulta inspirador pero casi no entramos por falta de monedas. A la hora de comer, casi dejamos al establecimiento sin provisiones y al carrito de los postres sin ruedas. Matamos por encontrar un buzón, el servicio de correos del Reino Unido echa humo. En el Glen Clova primera gran cagada, me equivoco de ruta y no llegamos a la maldita cascada. Esto provoca un estado de flojera el cual aún no he encontrado explicación. No podemos tomar café con nubes por que en este país las cafeteras cierran a las cinco. Cosas que pasan.

Miércoles 11: Destileria de Edradour, Pitlochry,  The Hermitage y celebración de cumple en Auchmithie

Descubro con alegría que mi padre puede correr. Si hay whisky y la visita ha empezado, pone su mejor ritmo incluso cuesta arriba. Mi hermana dice que le gusta pero es mentira. Cumple 25, va de chula, pero se le siguen dando la vuelta los ojos cada vez que le da un trago. El Hermitage nos trae paz, nos molan las cascadas y creo que empieza a crecer la idea de que vivir en Escocia mola. La ceremonia pasa por un momento de tensión umbilical en el momento en el que el salmón está en un estado que no sabemos si es el correcto. En lonchas o en lomo, en ensalada o en almibar, ahumado o fermentado. ¿El huevo o la gallina? No, señor. Dígame como está el salmón y moveré el mundo.

Jueves 12: Edimburgo

Vuelta a los orígenes. Algo tiene esta ciudad, pero si les llevo aquí no fallo. El cañonazo de la una en punto sigue siendo algo emocionante, el bocadillo de cerdo algo para lo que partirse de risa y la comida india un nuevo descubrimiento: no da gases. Comer con zumos en vez de con cerveza conlleva poner caras similares a las del hombre de las cavernas con el descubrimiento de la rueda. Los documentales de La 2 tendrían para rato con nosotros. Nos molan los palacios en los que hay camas con cortinas, pero nos recuerdan al palacio de Aranjuez. ¿Quedarán rincones de Edimburgo que no hayan pisado? Lo dudo, pero les da igual. Nos gusta Edimburgo, Glasgow KK.

Viernes 13: Dundee y Fort Augsutus

Dundee, ese gran desconocido. Me recalcan varias veces que la mantequilla aquí es buenísima, no repite nada. Aún así pretendemos tomar un Scottish breakfast pero se nos junta el desayuno con la comida. Llevan 7 días aquí pero la adaptación sigue siendo complicada. Mi madre se compra un chubasquero que se podría ver desde otra galaxia, pero ella va tan pichi. Hacemos pisitos y caquitas de órdenes de magnitud incomprensibles y partimos hacia Skye. Por el camino descubrimos un hotel en principio abandonado pero que resulta ser la cuna de las «gorditas» del fish and chips. En Fort Augustus tienen su primera experiencia vital con un B&B. Cuantas cosas estamos aprendiendo en este viaje.

Sábado 14: Castillos de Urquhart y Elian Donan. Skye y playa de coral de Dunvegan

Por fin el lago Ness. Llevamos ya casi mil millas, tres viajes a Escocia y es la primera vez que ven el lago Ness. No encuentran al monstruo, pero el día brumoso en el castillo de Urquhart hace que hasta te lo puedas imaginar. No les decepciona tanto como pensaba, será que se lo había pintado muy mal. No encontramos a Sean Connery en el castillo de Eilean Donan haciendo el Inmortal pero a mi madre le encantan sus cocinas, son una maravilla según ella. En Skye empieza la fiebre del cordero, creo que nos gustan tanto o más que los puffins. La playa de coral es como una experiencia religiosa de Enrique Iglesias, pero nos da hambre. Arde Troya, no hay más que un bar de locales y un restaurante que resiste al invasor extranjero. Nos hacemos con el, llenamos el buche. Estamos salvados. Celebración tardía en la posada de los 100 whiskys. O nos vamos a la cama o acabamos con el esofago como para hacer cinturones.

Domingo 15: Vuelta a Skye, palizón de vuelta y fin de fiesta

Este desayuno está mejor que el anterior. Repetiremos esto a lo largo del día, tanto como lo harán los haggis en nuestro tubo digestivo. Skye nos ofrece hoy más corderos, el faro de Neist Point, y vueltas y vueltas a la isla….Vacas que se ponen en fila, corderos que parecen posar para ser retratados. Nos da pena marcharnos, mi madre y mi hermana sueltan un «Ooooooooooh» al cruzar el puente que podía recordar al grito de William Wallace al darse cuenta de que su querida había…. no lo diré, soy un spoiler free. La vuelta en coche nos deja echos un siete, pero estamos en la cama antes de las 12, que sino Marta se convierte en Gremlin y a ver quien la aguanta. Acaba la fiesta.


Como he dicho antes, para esta entrada he decidido ser algo más telegráfico. He supuesto que a nadie le iba a importar un carajo lo que contara y que probablemente sólo fuera a echarle un vistazo a las imágenes, así que he decidido ahorrarme la molestia de novelar el viaje. Además, como me pusiera a ello probablemente tuviera que escribir el «¿estás bien?» como un millón y medio de veces y como que no es plan de eso.

Así que aquí acabo el resumen a estos días. Debo ser masoquista, por que aunque nos lo hemos pasado muy bien mejor me lo estoy pasando ahora volviendo a la rutina. No me voy a quejar de el tener vacaciones, pero que caos el de desconectar y tener que volver a reconectar. Me gustan las visitas, ya lo he dicho otras veces. Espero con impaciencia la siguiente que aunque seguro que no será tan intensa por que ya me quedo con sitios a los que ir, seguro que estará llena de coletillas y momentos interesantes que recordar hasta la posteridad.

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Se huelen, se sienten, si señores, ya los tenemos a todos aquí. Repitamos todos a coro: que ricos los chorizos parrilleros, que ricas las salchichas a la brasa y que buenas las chuletas de cordero. Bueno, esto último no mucho, que el cordero escocés es viejo y revenido, pero el resto sí… ¡¡¡subidón, subidón!!!

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La primavera ha explotado en Dundee. La vuelta de vacaciones fue un poco traumática por el choque térmico sufrido, pero por suerte fueron los últimos coletazos del invierno que parece que — toquemos madera — nos ha abandonado finalmente. Y para celebrarlo convenientemente, aunque el señor alcalde no ha dado la orden, nosotros hemos dado por iniciada la etapa estival de BBQ portatil made in Tesco. La fritanga está asegurada.

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Antes de que me empiecen a llover las críticas y los consejos del médico de Saber Vivir, me defenderé diciendo que este año nos hemos propuesto ganarnos las barbacoas a pedales. Para eso nos compramos unas buenas, bonitas y baratas bicicletas de segunda mano en la universidad a finales del pasado verano. Las susodichas han pasado el invierno bien protegidas de los terremotos bajo el tiro de la escalera de nuestra húmeda morada, pero ha llegado el tiempo de desmohizarlas — por que en Escocia el polvo no existe, pero moho hay a espuertas — y darle un poco a los piñones.

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Vale que Dundee no se caracteriza por tener el Angliru entre sus metas volantes más atractivas, pero la ruta desde el West End a la zona de las barbacoas en Tentsmuir transcurre por una gran cantidad de marcos incomparables que la convierten en un paseo entretenido y divertido apto para toda la familia. Se trata de apenas 20 kilómetros que transcurren primero por el Riverside, el paseo marítimo que recorre Dundee a lo largo hasta adentrarse en nuestro Kósovo particular. La remodelación de la zona de los alrededores del Tay Bridge se las trae, y ahora mismo hay montado un embolado de cascotes y montones de escombros que da la apariencia de estar en territorio de posguerra. Al puente ya me he referido otras veces, pero detrás de su aparente facilidad se encuentra escondido un bonito desnivel que se mantiene constante durante sus más de dos kilómetros de largo haciendo que te sientas como jugando a un juego de coches de esos de las consolas antiguas en las que el paisaje era siempre el mismo: farola, farola, farola… Una vez al otro lado del Tay, un bonito carril bici llega hasta Tayport, un pueblecito tranquilo en el que estoy seguro que se puede encontrar el Nirvana o lo que a uno le plazca. No creo que haya más emoción en la vida de un habitante de este pueblo que el tener que coger la escalera para cambiar una bombilla. La tranquilidad absoluta existe, y está en este sitio. Y ya finalmente, después de esto se entra en el bosque. Primero a través de un pedregal que te deja los brazos pa´chope si vas en bici y después por el ancho pinar que conduce finalmente a las deseadas barbacoas.

Imagen1TENTSLa ruta es bien tranquila y ya os digo que sin mucho desnivel, así que transcurrió sin mayor noticia que la posible pérdida de mi gorra de explorador y el riesgo de bofetón por caer en la maldita moda esta de hacerse selfies en todo momento. Yo iba bien concentrado en no despegarme del pelotón y de ir abriendo el viento para que Marta no se despeinara mucho mientras iba fotografiando su pequeña hazaña y mi regreso al mundo del ciclismo después de un largo parón. Como modelos no valemos mucho, pero es que nuestras caras de concentración se deben a tener que ir concienciados de no frenar con la mano derecha y dejarnos los piños en el intento. Conducir por el otro lado no es nada difícil comparado con meterte en la cabeza que en esta isla los frenos de las bicis también están cambiados.

Claramente sienta mucho mejor hacer ejercicio sabiendo que hay un objetivo más allá que el de darse la vuelta y volverse a casa, y aunque tuvimos que hacer algo de tiempo a que la intendencia estuviera lista, la recompensa mereció la pena. Un poquito de sol para esa vitamina D que tanto escasea junto con proteína refritilla para reponer fuerzas… plan ideal para el sábado sabadete. A eso hay que sumarle la atracción extra de esta temporada, el paseito a caballo.

Así puesto todo junto…parece un plan estupendo, ¿eh? No se si esto contrarresta la cantidad de fotos de gente en la playa que he visto durante estos días en facebook, pero yo lo suelto a modo de contrahechizo. Grados hará 20 menos, pero aunque todavía se te ponen un poco los pelos de punta cuando te alcanzan las sombras que vienen tras McSun, merece la pena . Me planteo la idea de abrir un servicio de organización de planes para gente con pocas ganas de comerse el tarro el fin de semana. Es verdad que con sol es todo más facil, pero hay tantas cosas que hacer por estos parajes…¡qué me amontono!

Aprovechando la tercera semana seguida superando los 20 grados en la isla llevamos por fin a cabo el ansiado plan de sacar al guateque a campear por la campiña escocesa. Con pocas cosas planeadas, pero con mucha voluntad de pasarlo bien y muy buen rollito entre los participantes, pasamos un finde muy desestresante en los alrededores de Inveraray. La zona oeste de Escocia seguía sin estrellitas en nuestro mapa hasta ahora, pero gracias a estos dos días en los que nos hemos metido más de 600 kilómetros de árbol, lago, vaca, árbol, vaca, lago, han hecho que esta zona se vaya cubriendo también de puntitos brillantes. Y aunque el título de la entrada de hoy no viene a cuento de nada más que estuvimos allí y me pillaba la rima facil, relataré alguno de los momentos del mini viaje. Así soy yo y así me las gasto.

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Establecimos nuestro campamento base en el youth hostel de Inveraray, donde dejamos nuestro rastro nada más llegar. Unos adorables adolescentes alemanes estaban a punto de irse a la cama cuando nosotros hicimos el desembarco de la barra de salchichón, las salchichas crudas en copa, el queso para hombres, el salmón de Laia y tropecientas latas de atún entre otras cosas. Y que ansiedad da ver que todas las cosas que has comprado para sobrevivir durante todo el fin de semana empiezan a ser devoradas sin remedio y tu todavía sigues cortando el salchichón sin que a la gente le importe lo más mínimo. La planificación de la comida ya es complicada para dos durante la semana, así que para 6 fieras muertas de hambre lo es aún más. Félix Rodríguez de la Fuente lo llamaría lucha por la supervivencia, pero al final como suele pasar la mayoría de las veces lo único que sobrevive son las latas de atún, esas tristes y chorreantes perdedoras que conviven en tu mochila durante dos días y a las que no consigues dar más uso que alimentar estrellas de mar.

El sábado estuvo dedicado plenamente a salir de excursión. Tras un plan frustrado de hacer canoas por falta de apoyo popular, nos dirigimos hacia Tayvallich  donde hicimos una rutita cómoda entre helechos y otras florecillas silvestres. El peligro número uno del verano en Escocia no es ni Georgie Dann ni una gaviota con diarrea. Lo realmente peligroso son los midges, unos mosquitos minúsculos y muy puñeteros que son capaces de atravesar cualquier tejido y que no le hacen ascos a ningún tipo de color, sangre o densidad vellosa. Cuando sube la temperatura en verano y la humedad se mantiene alta estos endemoniados bichos están en su salsa. Por esa razón las zonas cercanas a los lagos o con vegetación salvaje (hierba) son como las zonas cero de su habitat. Hay que tener cuidado, por que en cuestión de minutos estás lleno de marquitas rojas y rascándote con violencia sin poder abrir la boca ni respirar, por que cualquiera de estos dos gestos supone que tragues más bichos que agua en el Tutuki Splash. En serio, en verano es imprescindible llevar un buen repelente de insectos a mano. Y el que mejor funciona es el que menos publicidad de repelente lleva, el Skin so soft. Esto es de nivel de conocimiento escocés avanzado, pero transmito mi conocimiento al mundo y lo recomiendo como objeto de primera necesidad en verano a menos que queráis ser devorados.

La ruta no tuvo poco más que alguna parada para comer cacahuetes de mono del Tesco (vaya vicio) y ponernos gorditos a la orilla del mar mientras unas vacas nos miraban amenazadoramente probablemente por que Iván nos contaba relatos de experimentado veterinario un tanto desagradables para ser la hora de comer. Tras acabar con lo poco que nos quedaba en las mochilas, tirar un humus fermentado y dar de comer los restos de atún a las estrellas de mar asesinas, diseñamos un plan maestro para deshacernos hábilmente de las vacas e ir a buscar castores por un paseo lleno de ranas. Sí, así de animalístico pasó a ser el día.

No es raro pensar que Escocia es un sitio propenso a tener castores. Está lleno de árboles y de lagos, ¿qué más necesitan? Pues bien, sorprendentemente llevan más de 400 años extinguidos por lo que actualmente hay un programa de repoblación en algunos puntos. Nosotros fuimos a parar a uno de ellos que está cerca de Tayvallich. La guía nos recomendó estar callados y tener paciencia, pero por mucho que cumplimos sus recomendaciones… ni rastro del castor. De nada servía cantar canciones de Justin Beaver (redoble de tambor por favor) o intentar contener los sonidos de algún estómago deseoso de desovar. Nada, los castores se debían estar descojonando de nosotros en alguna parte del lago fuera de nuestro rango de visión y pasamos a formar parte de la estadística esa que decía de la guía de «el 95% de las veces se ven castores en este sitio y a esta hora». Pero a falta de Justin buena fue nuestra foto de castor, vivo ejemplo de la estupidez humana que tan feliz me hace.

El día terminó en un restaurante chino en Oban, un final un tanto decadente pero muy nutritivo. Y ya el domingo fue otra historia. Por fin cumplí otra de las cosas que me propuse al llegar, ir a ver a esoceses rudos en kilt a unos Highland Games. Y eso si que es bárbaro. Tan bárbaro, que les dedicaré una entrada especialmente para ellos otro día. Hasta entonces me despido con foto de mis compañeros de guateque. ¡¡¡Espero que podamos repetir pronto y que se nos unan más guatequeros con ganas de guatequear guatequenudamente por que eso sería gatequenudo!!!

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Nos guste o no hoy es 21 de Junio, lo que significa que McSun, ese astro rey de este universo paralelo que es Escocia y que nos «alumbra» un día sí y seis no está más tiempo entre nosotros. Tristemente esto también significa que a partir de hoy empezaremos a caer de manera irremediable en la oscuridad. Intento no ser cenizo y disfrutar, pero en estos momentos lo que siento son unas ganas terribles de tirarle una cuerda y atarlo a una columna para que no se vaya, que se quede con nosotros un ratito más. Estoy intentando convencerle, pero me cuesta, no me hace caso. Yo le digo cosas del tipo, «venga campeón, si te estabas portando muy bien últimamente, ¿por qué no te quedas unos mesecillos más entre nosotros? ¿Dónde te van a apreciar más que aquí? ¡Si salimos como los lagartos cada vez que aprietas más de 10 minutillos seguidos! ¡Si hasta estoy haciendo el esfuerzo de salir a la calle entre incubación e incubación para estar contigo! Enrrollate, ¡¡¡no te vayas todavía!!!»

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Yo creo que tampoco es mucho pedir, ¿no? Tendría que dejar de ser tan rancio y sentarse a mirar bien estas estadísticas tan aterradoras acerca de la cantidad de horas de luz que deja caer por aquí. Es mirar el mapa este que he encontrado y me dan escalofríos, ese manchurrón más negro que el furgón del Dioni en el norte de la isla…da miedito. Al menos nosotros estamos algo más a salvo aquí en Dundee, según dicen la ciudad más soleada de Escocia, pero McSun es extremista, no tiene término medio. O bien sale timidorro por el horizonte y enseguida se cae o se queda perpetuo oculto entre los nubarrones. Aquella vieja teoría de que la Tierra gira alrededor del sol es mentira, aquí McSun es el que se mueve a sus anchas y hace con nosotros lo que le place, estamos a su merced.

Sunshine_Average_1971-2000_17En estos últimos días estamos rozando el máximo de luz, por la noche apenas tenemos tres horas de oscuridad,  lo que molesta a algunos a la hora de dormir por aquello de que en este país el concepto persiana no existe. Yo no me despierto ni aunque haya una lluvia de meteoritos pero entiendo que puede ser molesto para otra gente, así que si alguien se anima a montar un negociete de instalación de persianas aquí en la isla yo igual me pienso otra vez lo de la ciencia y me apunto. Igual en invierno no hay mucho negocio, pero creo se puede combinar con un puesto de churros o de castañas pilongas en mitad de la Gran Vía durante este tiempo y luego venirse aquí con carteles del tipo «Compro Oro» pero para instalar persianas. Así, rollo trabajo a tiempo partido, que estresa menos.  Buena idea, ¿eh? Si es que cuando me pongo…

En fin, que no puedo evitarlo. Estoy aquí sentado melancólico escribiendo mientras miro a la luz. Pero me pasa como a la mosca esa de Bichos,  no puedo evitarlo, es tan bonita… Creo que me voy a ir de pintas, a ver si le veo por ahí y le termino convenciendo.

 

Querido inventor de la pescadilla que se muerde la cola, ¿qué hizo usted para ser tan endiabladamente odioso? ¿De dónde era usted? Yo estoy seguro que era un inmigrante en busca de establecerse en el Reino Unido, estoy seguro. Toda la vida escuchando el dichoso dicho para darme cuenta de cual es su verdadero origen: la pérfida albión.

¿Qué cosas hay que hacer cuando intentas establecerte en otro país? Se te ocurren las básicas: encontrar un piso, abrirte una cuenta en el banco, tener internet y movil. Estas dos últimas parecen más modernas y no tan básicas, pero no son para nada triviales. Aquí, en la queridisima Gran Bretaña tienen un sistema muy accesible para el resto de ciudadanos que consiste en jugar a lo que yo he rebautizado como «la rueda del hamster». No, no puedes hacer una cosa si no tienes otra. ¿Quieres alquilar un piso? Ten cuenta. ¿Quieres tener una cuenta? Ten un domicilio fijo. ¿Quieres tener internet? Ten domicilio y cuenta. ¿Quieres tener un contrato de movil? Ten domicilio, cuenta y 90 días de estancia en este país. Así de facil, ¡sin problemas! Asi que para empezar resulta que tienes que jugar con ellos. Es muy divertido porque sólo tienes que tener 12 horas libres al día durante 5 días a la semana. Tu vas de un sitio a otro con cara de cándido y de «plis repit, I don anderstan» y ves probando suerte. ¡Y he ahí el momento clave!, ¡el momento en el que uno cuela! Se podría llamar como el agujero de gusano del sistema, el momento en el que uno se despista se le olvida pedirte un papel….¡¡¡y entras!!! ¡¡¡Lloras de felicidad porque estás dentro!!!! Pero bueno, luego siguen llegando bofetones y sorpresas. El último ha sido el del movil. Después de estar mirando y comparando precios en todas las compañías, cuando ya me siento a pagar me dicen que como no tengo movimientos en mi cuenta (obviamente, llevo 21 días aquí), que no se pueden «fiar» de mi garantía de pago. Les da igual que les lleves una carta del banco, una copia de tu contrato, que les empeñes un riñón….te miran con cara de «yes, I anderstan», pero te invitan a marcharte por donde has venido hasta que no lleves 90 días en la isla, vamos, atrapado e incomunicado como los de Perdidos.

Asi que asi andamos. Tenemos casa, cuenta, internet….pero seguimos sin telefonito anglosajón. La úncia solución es tener un movil libre y comprar una SIM (que eso si que me lo dan porque como vale un pedo…). Asi que nada, desde aquí hago una llamada a alguien que me quiera regalar/vender un smartphone libre por 100 eurillos. ¿Alguna sugerencia?