Archivos para las entradas con etiqueta: pipeta

dos-velas_2708430

 

Justo hoy hace ya dos años de nuestro aterrizaje en Dundee, como pasa el tiempo. Echo la mirada atrás y ya incluso me cuesta ver como eran las cosas antes de llegar aquí. Cuando vamos de vacaciones a Madrid lo veo todo como una vida paralela en la que el tiempo se detuvo, en la que todo sigue igual y en la que yo sigo. Pero a su vez, existe otro yo que no está ahí y que habita cual peregrino Perth Road arriba Perth Road abajo. No se si me explico, espero que al menos otros expatriados o gente que haya vivido experiencias extrasensoriales similares sepan de que estoy hablando. Lo que quiero decir es que la realidad, mi realidad,  se ha vuelto más dundiana de lo que jamás llegué a imaginarme. No es nada malo, todo lo contrario, la integración ya es completa y me siento como un dundonian más, pero que aún quedan muchos rincones desconocidos y cosas por hacer, lo que le da ese puntito de emoción que toda aventura necesita para seguir manteniéndose viva. El balance hasta ahora es más que positivo. Sigo pensando lo mismo de Dundee que el mismo día que llegué. Bueno, a lo mejor ya no lo veo como un sitio tan hostil, pero creo que es un sitio muy bueno para vivir una temporada que tiene un gran abanico de oportunidades tanto laborales como de ocio que lo convierten en una gran elección.

4a9a6398e4d0256440a7db0bef61cc76he-man

Ahora ya vemos la montaña desde el otro lado de la ladera. En un principio tres años se plantean muy largos sobre el papel, pero cuando llega una fecha como hoy, miras el calendario y echas la vista atrás parece que no te ha dado tiempo casi a pestañear y que ya te tienes que estar empezando a plantear otras cosas. Es cierto que la mitad de nuestros contratos ya pasó hace unos meses y que por suerte no parece que nos vayan a dar la patada en el culo y echarnos de aquí con una mano delante y otra detrás, pero es cierto que de aquí a unos meses…tendremos que empezar a plantear que hacemos con nuestra vida y/o si movemos el chiringuito de vuelta o a otra parte. De momento todo esto no es más que una especulación y ya se irá viendo como se van dando las cosas, tampoco tenemos que agobiarnos excesivamente con eso. Por ahora toca seguir currando duro y disfrutando de todas las cosas buenas — y verdes– que tenemos alrededor.

Para celebrar este segundo aniversario hemos cumplido la tradición de San Juan a lo grande: con una hoguera y una buena barbacoa para festejar la llegada del verano, quemar todo lo malo, espantar los nubarrones y echarle algo de grasilla al estómago. Probablemente el segundo año sea mejor que el primero en el sentido de que ya estás asentado y las cosas van rodando más por si mismas. Esperamos que el tercer año dundiano que hoy empieza siga trayendo cosas buenas, sigamos rodeados de tan buena gente como hasta ahora y de paso — y si no es mucho pedir — traiga debajo del brazo algún articulillo que haga la futura vida de buscador de empleo algo más sencilla. Por lo demás, yo lo que he pedido en mi salto de longitud es lo típico: salud, dinero, amor… que el Madrid gane la undécima, que la gotera del techo desaparezca, que no tengamos que encender los radiadores hasta diciembre y que los de recursos humanos se equivoquen y le añadan un cero más a la nómina. No es mucho pedir, ¿no? Venga hombre, que se tiren un poco el pisto y no sean tan siesos. Total, mejor que suelten el dinero ahora que lo tienen, por que si nos volvemos independientes…igual tenemos que volver a la oveja y a la cebada como mecanismos de sustento primario y para lo de la pipeta…pues como que no da.

Así que sin más dilación me despiedo y le mando mi más una calurosa bienvenida — no hay ironía alguna en mis palabras — al tercer año dundiano. La historia sigue…

He dado un paso más hacia mi completa perfección: he empezado clases de yoga. Ni yo mismo me lo creo, no se exactamente como he caído en esto pero por una sucesión de catastróficas desdichas he acabado probando esta extraña disciplina, ¿será la edad?La cuestión es que el entrenamiento para la carrera de Monikie de este domingo —segunda edición para mi— ha hecho que me tenga que tomar con calma la actividad física de la semana para llegar en condiciones al evento y no defraudar a mi público, el cual me esperará exaltado en mi triunfal llegada a la meta. Por este motivo decidí que era un buen momento para probar algo nuevo y que estuviera incluido dentro del precio del gimnasio, claro está. Así de simple es como mis huesos y yo dimos con este doloroso deporte –aunque mis huesos hoy, dos días después, se siguen negando en llamar así a semejante actividad.

Image

 

No había sido yo muy fan de esto de moverme despacio, respirar y doblarme como un acordeón, pero he de confesar que no me ha defraudado. En primer lugar me ha hecho recordar mis no tan lejanos momentos de gato karateka y darme cuenta de que a pesar de que corro como un velociraptor, las articulaciones se me estaban atrofiando un poco desde que abandoné el mundo marcial. Y en segundo lugar es que hay que ver la de cosas raras que se pueden hacer en una clase de yoga, ¿eh? Eso sí que es llevar el cuerpo al límite…¡literalmente! Lo de respirar, relajarse, vaciar la mente… sí, eso está muy bien pero, ¿lo de contorsioarse hasta perder el sentido?, por que lo de poner las piernas en Cuenca y los brazos en Aberdeen no termino yo de ver muy claro lo de que sea muy relajan. Yo creo que hubo veces en los que los ojos se me tuvieron que dar la vuelta y ponerse pa’trás, por que los pobres perdían la referencia de lo que era tierra firme y lo que no. Relajado no se si salí, pero sí sabiendo que estaba más pocho que un calamar y que el cuerpo tiene más músculos y huesos de los que jamás había imaginado.

Pero sí, he derribado un tabú. El yoga no es tan aburrido como pensaba. Es verdad que no tengo un sensei tan molón como el Señor Miyagi sino que en cambio lo que tengo es una profesora que se dobla más que una toalla del Decathlon, pero tampoco está tan mal. Mis compañeras -por que la mayor parte del público es femenino– son un poco frikis y se lo toman muy en serio, pero yo me he propuesto hacerle también mucho a la profe como el pobre Daniel con las esponjas y dejar a las flipadas del contorsionismo de lado. Estoy impaciente por la siguiente clase, ya me veo haciendo la grulla… eso si consigo deshacer el nudo que tengo aún hecho en los brazos y que me impiden coger bien las pipetas y también si las agujetas estás de la tripa desaparecen y me dejan doblarme de nuevo.


Image

 

O «mummy duck strikes back», que queda mucho más molón. Después de un año en el laboratorio dundiano ha llegado el momento de retomar frases pasadas y demostrar mis encantos con un nuevo patito, mi primer patito como postdoc en el extranjero.

mama-pato

 

Durante la tesis ya me tocó hacerme cargo de unos cuantos pobres estudiantes que llegaban temerosos y a ráfagas al 1.4.1. Con todos ellos me tocó pasar por los protocolarios momentos de enseñanza primaria con los temas estrella: pipeta, campana, tubo, matraz, bote. Algunos de estos patitos llegaron a convertirse en auténticos compañeros de batalla, otros…pasaron a la historia. Y bueno, es verdad que ver que cuando ves que la gente sigue adelante en parte gracias a las cuatro cosillas que les has enseñado…te hace sentir bien.  Eso sin contar claro está, con los momentos de morderse la lengua por la desesperación haciendo cuentas o los momentos de tensión total ante la incertidumbre de salir todos volando por los aires por usar unas prácticas poco ortodoxas. Todos esos momentos no tienen desperdicio y son los que luego pasado el tiempo recuerdas con más cariño.

En mi caso, el término mamá pato nació cuando en uno de esos veranos, no uno, ni dos, ni tres, sino tres estudiantes entraron a la vez en el laboratorio como si no hubiera otra cosa que hacer durante el verano que ir a meterse en un cuchitril lleno de aparatejos de destrucción masiva a pasar el tiempo. Esta vez, y ante la saturación mental que me producía aquella situación, decidí que por aquello de no perder mucho tiempo e ir uno por uno y ya que no me quedaba otra que hacerlo, enseñarles las cosas básicas del centro  y a comenzar a trabajar en cultivos a todos a la vez.  De ahí que los paseos por todo el IIB suscitaran las risitas del personal y se me acabara conociendo con ese nombre o asociándome a la pegadiza canción infantil. 

images

Ahora ha llegado el momento de escribir un nuevo capítulo en mi curriculum docente. A partir del lunes tendré una estudiante griega durante 4 meses. Por un lado me hace ilusión, pero por otro también tengo la presión de no poder quedar mal, así que me parece que estos días me voy a pegar unas buenas sesiones de estudio para que no me pille desprevenido y tenga que salirme por la tangente y hablarle de fútbol (estrategia que sin duda seguiré si veo que la cosa se pone chunga). Además esta vez tiene el detallito extra de que ya no puedo pasarle el marrón al jefe si veo que la cosa se complica o si no se que hacer, así que espero saber demostrar mi digievolución y estar a la altura. Una cosa de la que me alegro es que este primer estudiante no sea británico. No es que no confíe en mis conocimientos de inglés nivel Shakespeare, pero sí es cierto que relaja un poco más saber que puedes utilizar un acento más mediterráneo a la hora de comunicarte.

Así pues, ya iré contando mis nuevas experiencias de mamá pato. Espero que me de para tantas batallitas como las anteriores, por que si es así esperaré impacientemente la llegada del siguiente patito…

gar laboratorio

Todo el mundo habrá oído hablar alguna vez sobre el cuento de «Las habichuelas mágicas». Sí, ese cuento que hablaba de un niño repelente que paseaba tranquilamente por su pueblo y que se encontraba a un tío raro que le daba unas judías. Nadie saber por qué, pero este las plantaba y a la mañana siguiente tenía en la puerta de su casa una planta trepadora enorme que llegaba a las nubes en las que habitaba un ogro mal oliente forrado hasta las cejas al que obviamente dejaba más pelado que el culo de un mandril. Esta fumada de cuento que nadie sabe de donde ha salido tiene algunos puntos de utilidad que sirven como moraleja para los niños: a) Coge sin dudarlo las cosas que te den los desconocidos por la calle b) Si no te gustan las judías verdes de tu madre tíralas al suelo y vete a la cama c)Toma drogas, escala árboles y roba a la gente fea todo lo que puedas, se lo merecen.

habmagicas

 

Pues bien, los cuentos hay veces que están basados en hechos reales y hay que hacerles caso. Y no es que me haya pinchado con una rueca o que le haya dado un morreo a una paliducha desconocida dentro de una urna, no. Esta historia tiene que ver con plantas mutantes. Nunca hay que desafiar a la capacidad de crecimiento de las plantas o bien empezar a plantearse que el agua dundiana tiene alguna cosilla más que sales minerales, y que si se investiga sobre ello puede llegar a ser el bombazo del próximo Tour de Francia. Resulta que hace ya unos meses fuimos al James Hutton Institute de Invergowrie a una jornada de puertas abiertas en la que nuestra granjera más dicharachera participaba activamente. Aparte de ver tractores, semillas y granjeros con mono azul lleno de barro tuvimos la suerte de poder llevarnos a casa unas cuantas semillas de florecillas silvestres y dos macetitas pequeñas con una petunia y una tomatera.

tomateyoung

 

Sus primeros pasos fueron difíciles. Parecían mustias y frágiles, y aunque Marta las regaba con mimo nada pasaba, ni flores ni tomates tenían la más mínima intención de aparecer. Así fueron pasando los días hasta el momento en que llego la hora de irnos de vacaciones y dejarlas atrás, en «otras manos». Y ahí, en ese preciso momento algo pasó. No se si fue la alegría con la que se quedaron al perdernos de vista o si nuestra jardinera a tiempo parcial se dedicó a echarles clembuterol en el agua, pero cuando volvimos aquellas no eran nuestras tiernas e indefensas plantas.

tomatepetunia

La petunia había crecido a lo ancho y tenía cuatro o cinco florecillas moradas muy monas, pero el tomate…el tomate…esa planta había desarrollado unas dimensiones sobrenaturales, parecía que había ido al mismo gimnasio que Jean Claude Van Damm o que el niño del cuento se había presentado en nuestra casa dispuesto a hacerlo realidad. ¡Un monstruo! La pipeta de 5 mililitros a la que la teníamos atada parecía un palillo de los dientes a su lado y se desparramaba por la repisa de la ventana como si buscara comerse todo lo que encontrara a su paso. Tuvimos que correr al B&Q (el Leroy Merlin de por aquí) a comprar un palo de metro y medio, cuerda de pita y 12 litros de abono. Ahora mismo, pasado el peligro, tenemos una tomatera árbol sin tomates. Sí, como os lo cuento. Tanta gaita con el tomate para arriba y para abajo poniendo en riesgo nuestras vidas y dejando la moqueta perdidita de tierra pero luego no haber ni rastro de un mísero tomate, Marta está convencida de que van a salir, pero yo creo que se acerca el invierno y el gazpacho no nos lo tomamos ni en taza de café. Yo la única esperanza que tengo es que siga creciendo pa’rriba a ver si llega a una nube dundiana que haga correspondencia con la línea 5 y me voy el viernes a tomar algo a La Latina.

Ya estamos de vuelta de nuestro fugaz viaje. Han sido unos días la mar de intensos, lo que me hace tener la impresión de haber estado fuera más tiempo de lo que ha sido en realidad. Pero hoy estoy cortocircuitado. Bien es cierto que ya preveía que esto fuera a pasar, pero realmente creo que es ahora cuando necesito unas vacaciones para recuperarme.

El balance de estos 4 días y medio de vacaciones se puede resumir en menos de 20 horas de sueño, visitas abueliles, celebracion de artículo, reencuentros, bodorrio y más de 1600 kilómetros de carretera distribuidos en parajes tan dispares como Dundee, el aeropuerto de Edimburgo, Madrid, Belinchón, Cuenca y Ourense. carreteramix

 

Todo ha salido a pedir de boca, y aunque únicamente haya podido estar un ratito con cada persona, me voy más que satisfecho al saber que todos los planes han salido bien y que a pesar de algún estrés de más con el reloj, el «timing» previsto ha funcionado. La family está bien, el iib está lleno de nuevos patitos, mis locas están igual de locas, el cochinillo casado y nosotros sanos y salvos.  Ayer parecía que el día no iba a acabar nunca. Después de lo agotardor que es pasarte todo el día en el coche para volver a Madrid, dar un beso y subirte a un avión de vuelta, vivimos la experiencia de estar encerrados en el avión durante más de media hora por que se habían quedado sin el famoso «finger» o tunelcillo que te lleva a la terminal mientras buscaban una escalera y un autobús que nos sacara del aparato. No veía el momento de llegar a casa y tirarme en la cama, pero finalmente, a eso de las 2 de la mañana dimos oficialmente el viaje por concluido.

Y hoy…no ha sido facil aclimatarse a los 20 grados de diferencia que hay entre un sitio y otro, el tener que volver al abrigo y a no tener nada en la nevera (tengo mono de pulpo). Digamos que ha sido una experiencia un tanto traumática la de volver a la rutina. Además, pensando que eran pocos días sin ir a trabajar, esta vez no dejé ninguna nota con las cosas que tenía pensadas para hoy al volver al labo. Y con la crisis de identidad galopante que tenía esta mañana…ha supuesto que arrancar y enfrentarme a la pipeta haya costado un poco más de la cuenta. Por suerte nos han traido un juguete nuevo que ha hecho que el día haya sido más ameno, tenemos batas de colores. A mi realmente me daba un poco igual el tema del color, pero las niñas estaban super contentas. Lo malo es que ahora tendré que pensar en el color de los calcetines antes de ir a trabajar, no vaya a ser que no vaya bien combinado.

labcoat