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Este año de islas va el juego. No se por que extraña razón hemos decidido que el 90% de nuestro ocio estival del 2014 vaya a ser en diferentes islas. Igual es que echamos de menos jugar a la Oca o a lo mejor es que estamos pasando más frío que un Frigo Pie en el congelador, pero el rollito de estar incomunicados del resto del continente nos ha gustado. Ya empezamos un poco el mes pasado con el viaje a la isla de Skye, pero esta vez hemos cambiado de isla: la isla de Arran. El resto de islas… serán más calurosas, pero eso es aún otra historia que aún está por llegar. Así que primero de todo, ¡Arran-quemos!

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La isla de Arran es un pegote de tierra ubicado en la costa oeste de Escocia. No es una isla muy grande –se puede recorrer facilmente en dos días en coche–, pero se la conoce como una mini-Escocia. En teoría engloba un poco de lo mejor de cada parte de esta tierra: ovejas, montañas, brezos, helechos, piedras, agua, lluvia, nubes… Pero a mi me ha parecido que más bien se trata de un resort vacacional para gente que no quiera pasar mucho calor. Tiene la posibilidad de hacer un montón de excursiones de distintos niveles de dificultad, playas de esas de las que tienes que echarle huevos, castillos, tiendecitas de queso, de velas… vamos, que lo tienen muy bien montado. Además, si te va el rollo más espiritualoide, hay un islote pequeñito enfrente de la isla que fue comprado por un monje budista hace unos años y ahora parece ser que es un reconocido centro de retiro y meditación: Holy island.

 Para empezar, para nosotros se trataba de una experiencia nueva. Sí, es una gilipollez, pero nunca habíamos metido el coche en un barco. Había vivido el ir en un barco con coches, en un barco con trenes y en un barco con gente mareada potando por la borda, pero nunca había vivido la experiencia esa de meter el coche por la proa y sacarlo por la popa como si de una digestión pesada se tratara. Y he de confesar que mi obsesión con llegar con dos horas de adelanto a los aeropuertos se extiende a los puertos marinos. Desde la salida de Dundee y sobretodo con el atasco monumental que pillamos camino de Glasgow, un hormigueo/intranquilidad rondaba por mi cuerpo: no quería llegar tarde y perder el último barco camino a Valinor, la tierra prometida. Vale, que Gandalf no iba en el barco, pero no me gusta llegar tarde a los medios de transporte, me imponen un gran respeto. Por supuesto, como era predecible, llegamos los primeros y tuvimos que hacer tiempo en un café de dudosa reputación. Era de esas típicas cafeterías en las que si entra Chicote seguro que le saca grasa hasta debajo de la caja registradora. «Pas-Arran mil años pas-Arran» hasta que se me pase esta obsesión con estos lugares. Ahora, eso sí, el fresco paseito en barco fue muy bucólico y lleno de referencias a Titanic. ¿Por qué será qué esto no me sorprende?

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 El sábado lo dedicamos a ver la mitad norte de la isla. Fue un plan más tranquilo que el del domingo, por que fuimos tranquilamente parando en todos los puntos pintorescos y gastando carrete. Una recomendación a modo de guía turístico es que para ver el castillo de Brodick lo mejor es ir antes de las 11 por qué básicamente las taquillas aún están cerradas y lo ves por la patilla. Vale que no puedes entrar dentro, pero tampoco tiene pinta de merecer mucho la pena. Ahora, los jardines son espectaculares y tienen plantitas para dejar a los alérgicos al polen para crecer gladiolos. La destilería de Lochranza también está simpática, más que nada por que yo creo que debe ser la más nueva de toda Escocia. Y oye, después de que has estado en la de más altitud, en la más pequeña o en la más recóndita… pues sumar a la lista la de más reciente inauguración es un punto positivo para la vida del escocés de adopción. Y también destacar que Arran, al igual que el resto de Escocia, también tiene piedras. Estas no son pictas por que aquí los salvajes esos no llegaron, pero también son del año del picor y recuerdan inevitablemente a Panoramix nuestro druida y a Obelix y su cantera de menhires

 


El domingo tocó algo más de aventura. Un fallo de cálculo sobre el mapa hizo que la inicial ruta de 2 millas se convirtiera en una de 8, y cuesta arriba. La cara de Marta era como la de Contador subiendo el Angliru,y por más que le decía que el lago de la cima estaba más allá de el quinto pino que se veía a tomar por saco, a ella esto no le motivaba nada. Menos mal que mis cantos invocadores de «cielo y tierra pas-Arran, más tus nubes no pas-Arran», mantuvo a los nubarrones lejos en la distancia durante el tiempo justo para permitirnos hacer la ruta en las mejores condiciones posibles. Lo cierto es que el esfuerzo mereció la pena, por que además de las impresionantes vistas pude meter los pies en el lago y hacerme el guay. Por la tarde hicimos otra rutita, está más sencilla, para ver unas cuevas en la costa de la parte occidental de la isla. Esta ruta ya os digo que no fue tan complicada, pero la presencia de moscas, mosquitos y moscardones que perseguían a Marta era digna del National Geographic. Yo no se que huelen en ella, pero se le acercan en auténticas manadas, lo que contribuye a que sus comentarios genocidas crezcan sin parar.

 Así que Arran-des rasgos, así fue la coronación de nuestra primera isla veraniega. Por suerte el coche no nos ha dejado tirados, por que sino el título de esta entrada habría sido «Trata de Arran-carlo», eso lo saben hasta los chinos. Pero bueno, al fin y al cabo me alegro de que eso no haya pasado por que por mucho que el título hubiera sido muy jocoso, de gracia no habría tenido nada. Y como la isla nos ha cautivado los corazones y recomendamos a todo el mundo que pueda, el ir a visitarla… ¡una estrellaza dorada que se lleva para nuestro mapa!

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He decidido ponerle este título a la entrada echando cuentas  de lo que ha sido la última visita que hemos tenido y que me hizo acordarme  de la película pastelona esa de nombre similar. No se que es lo que tienen los dígitos, fechas y estadísticas que me vuelven tan loco. Aparte de llevar el control de lo que gastamos de luz, de cada cuanto tenemos que recargar el teléfono de invitados y de cuantos kilómetros –perdón, millas– le hemos hecho al coche, en mi cerebro todavía queda hueco para recordar una y cada una de las visitas que hemos tenido en estos casi dos años que llevamos en Dundee ya. Y es que con esta han sido ya diez veces las que hemos sacado a relucir nuestras habilidades hospedadoras, que esperemos que hayan sido de agrado del personal. Aprovecho la ocasión para recordar a los perezosos que al contrario de lo que decía Madonna «el tiempo pasa, rapidito».

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En esta ocasión, he tenido la oportunidad de tener a la familia real al completo, con hermana y todo. Para ella era la primera toma de contacto con el mundo dundonian, y para mi todo un honor. Los preparativos no fueron muy complicados, una vez que solucionamos el tema del colchón para recrear una tercera habitación y de conseguir apañármelas para dejar a las células contentas para poder cogerme la semana de vacaciones, todos los ruegos y plegarias antes de su llegada iban dirigidos a que las nubes nos dieran una tregua de unos días y nos dejaran movernos y no tener que recurrir a estar bajo techo de pinta en pinta. No es que no quisiera darles una imagen equivocada de lo que es Escocia y sus nubarrones, pero queda un poco feo el que vengan a verte en verano aposta y estar debajo del nublo todo el rato. Vamos, que como que no mola.

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Por ideas y planes no íbamos cortos. Cada día tenía incorporado un plan B y un plan C, por los imprevistos que pudieran ocurrir. Pero incluso para mi sorpresa, hemos podido ir a casi todos los sitios que tenía planeado y que cumplían con la norma de estar a una hora de Dundee excepto la excursión estrella, la visita a la isla de Skye. Los turistas se portaron muy bien y se quejaron poco de ir embutidos como sardinas en lata en la parte de atrás del pobre Almera, al que también hay que agradecer su servicio y el haberse portado como un toro sin quejarse durante los 9 días que le tuvimos trotando por la campiña escocesa y al que le han caído la nada despreciable cifra de 1500 millas. Ahí es ná.

Haré un breve resumen de lo que han sido estos días, para que cuando pase tiempo y se me empiecen a amontonar los datos, me sirva como pequeño recordatorio del viaje. Lo haré a grandes pinceladas para no extenderme mucho, así que si no sois los aludidos podéis saltaros esta parte por que igual os resulta igual de interesante que el España-Australia del lunes.

Sábado 7: BBQ en Tentsmuir Forest y concierto en la catedral de St.Paul 

He comprendido que a mi madre le gusta hacer la peonza en la playa y que mi padre se ha declarado un enamorado de las barbacoas portátiles, es un secreto a voces que un negocio revolotea en su cabeza. Además de esto, momento histórico el del choque cultural al tirarse al cuello de los indios para darles dos besos como dos soles casi desata un conflicto diplomático. Por lo demás, bien. Por la tarde, en la catedral de St. Paul, comprendí que las clases de inglés del ayuntamiento deben ser más útiles de lo que su nombre sugiere, mi padre se leyó de cabo a rabo el programa del concierto. ¿Aburrido? No lo se, pero daba el pego de que le estaba gustando. Mi hermana, también presente, desgastaba la pantalla tactil de su teléfonolisto.

Domingo 8: Isla de May y St Andrews

El tiempo escocés es una mierda, sí, una mierda. Si no te gusta espera media hora, el verano es el día favorito de los esoceses…un montón de dichos y una sola realidad: puede llover, hacer sol y estar nublado al mismo tiempo. Otro momento a recalcar es que los estérnidos son peor que los pájaros de Hitchcock y que cuando se cabrean se cagan en tu boca, así de claro. Y los frailecillos… ains, benditos puffins. Si nos dejan un rato más acabamos como Tom Hanks en Náufrago — al menos hasta que se acabara la batería de la cámara. Más tarde, ya en St Andrews asumimos los helados se toman antes de cenar y a mi padre le gustan las ostras y los mejillones pero no el sushi por que es pescado crudo. ¿Sentido? Ninguno, pero así es él.

Lunes 9: Glasgow

En Glasgow llueve día sí, día también y las escocesas no llevan paraguas, corroborado. Nos resulta un tanto hostil y se hace patente de que a pesar de que tiene un montón de tiendas cucas y molonas, no nos gusta. Hay algo turbio en su ambiente que no nos hace que la cojamos cariño. El metro parece de juguete y mi madre tiene tintes racistas y discriminatorios por su tamaño y la manera en la que los conductores cierran las puertas. La universidad en cambio, si que nos gustó. Muy inspiradora, así que usamos sus baños. Estaban limpios.

Martes 10: Castillo de Dunnotar y Glen Clova

El verano existe, puedo llevar pantalones cortos un rato. Mi madre se siente como las de Arriba y Abajo y mi hermana se hace más selfies que Miley Cyrus en un concierto de los Ramones. El castillo resulta inspirador pero casi no entramos por falta de monedas. A la hora de comer, casi dejamos al establecimiento sin provisiones y al carrito de los postres sin ruedas. Matamos por encontrar un buzón, el servicio de correos del Reino Unido echa humo. En el Glen Clova primera gran cagada, me equivoco de ruta y no llegamos a la maldita cascada. Esto provoca un estado de flojera el cual aún no he encontrado explicación. No podemos tomar café con nubes por que en este país las cafeteras cierran a las cinco. Cosas que pasan.

Miércoles 11: Destileria de Edradour, Pitlochry,  The Hermitage y celebración de cumple en Auchmithie

Descubro con alegría que mi padre puede correr. Si hay whisky y la visita ha empezado, pone su mejor ritmo incluso cuesta arriba. Mi hermana dice que le gusta pero es mentira. Cumple 25, va de chula, pero se le siguen dando la vuelta los ojos cada vez que le da un trago. El Hermitage nos trae paz, nos molan las cascadas y creo que empieza a crecer la idea de que vivir en Escocia mola. La ceremonia pasa por un momento de tensión umbilical en el momento en el que el salmón está en un estado que no sabemos si es el correcto. En lonchas o en lomo, en ensalada o en almibar, ahumado o fermentado. ¿El huevo o la gallina? No, señor. Dígame como está el salmón y moveré el mundo.

Jueves 12: Edimburgo

Vuelta a los orígenes. Algo tiene esta ciudad, pero si les llevo aquí no fallo. El cañonazo de la una en punto sigue siendo algo emocionante, el bocadillo de cerdo algo para lo que partirse de risa y la comida india un nuevo descubrimiento: no da gases. Comer con zumos en vez de con cerveza conlleva poner caras similares a las del hombre de las cavernas con el descubrimiento de la rueda. Los documentales de La 2 tendrían para rato con nosotros. Nos molan los palacios en los que hay camas con cortinas, pero nos recuerdan al palacio de Aranjuez. ¿Quedarán rincones de Edimburgo que no hayan pisado? Lo dudo, pero les da igual. Nos gusta Edimburgo, Glasgow KK.

Viernes 13: Dundee y Fort Augsutus

Dundee, ese gran desconocido. Me recalcan varias veces que la mantequilla aquí es buenísima, no repite nada. Aún así pretendemos tomar un Scottish breakfast pero se nos junta el desayuno con la comida. Llevan 7 días aquí pero la adaptación sigue siendo complicada. Mi madre se compra un chubasquero que se podría ver desde otra galaxia, pero ella va tan pichi. Hacemos pisitos y caquitas de órdenes de magnitud incomprensibles y partimos hacia Skye. Por el camino descubrimos un hotel en principio abandonado pero que resulta ser la cuna de las «gorditas» del fish and chips. En Fort Augustus tienen su primera experiencia vital con un B&B. Cuantas cosas estamos aprendiendo en este viaje.

Sábado 14: Castillos de Urquhart y Elian Donan. Skye y playa de coral de Dunvegan

Por fin el lago Ness. Llevamos ya casi mil millas, tres viajes a Escocia y es la primera vez que ven el lago Ness. No encuentran al monstruo, pero el día brumoso en el castillo de Urquhart hace que hasta te lo puedas imaginar. No les decepciona tanto como pensaba, será que se lo había pintado muy mal. No encontramos a Sean Connery en el castillo de Eilean Donan haciendo el Inmortal pero a mi madre le encantan sus cocinas, son una maravilla según ella. En Skye empieza la fiebre del cordero, creo que nos gustan tanto o más que los puffins. La playa de coral es como una experiencia religiosa de Enrique Iglesias, pero nos da hambre. Arde Troya, no hay más que un bar de locales y un restaurante que resiste al invasor extranjero. Nos hacemos con el, llenamos el buche. Estamos salvados. Celebración tardía en la posada de los 100 whiskys. O nos vamos a la cama o acabamos con el esofago como para hacer cinturones.

Domingo 15: Vuelta a Skye, palizón de vuelta y fin de fiesta

Este desayuno está mejor que el anterior. Repetiremos esto a lo largo del día, tanto como lo harán los haggis en nuestro tubo digestivo. Skye nos ofrece hoy más corderos, el faro de Neist Point, y vueltas y vueltas a la isla….Vacas que se ponen en fila, corderos que parecen posar para ser retratados. Nos da pena marcharnos, mi madre y mi hermana sueltan un «Ooooooooooh» al cruzar el puente que podía recordar al grito de William Wallace al darse cuenta de que su querida había…. no lo diré, soy un spoiler free. La vuelta en coche nos deja echos un siete, pero estamos en la cama antes de las 12, que sino Marta se convierte en Gremlin y a ver quien la aguanta. Acaba la fiesta.


Como he dicho antes, para esta entrada he decidido ser algo más telegráfico. He supuesto que a nadie le iba a importar un carajo lo que contara y que probablemente sólo fuera a echarle un vistazo a las imágenes, así que he decidido ahorrarme la molestia de novelar el viaje. Además, como me pusiera a ello probablemente tuviera que escribir el «¿estás bien?» como un millón y medio de veces y como que no es plan de eso.

Así que aquí acabo el resumen a estos días. Debo ser masoquista, por que aunque nos lo hemos pasado muy bien mejor me lo estoy pasando ahora volviendo a la rutina. No me voy a quejar de el tener vacaciones, pero que caos el de desconectar y tener que volver a reconectar. Me gustan las visitas, ya lo he dicho otras veces. Espero con impaciencia la siguiente que aunque seguro que no será tan intensa por que ya me quedo con sitios a los que ir, seguro que estará llena de coletillas y momentos interesantes que recordar hasta la posteridad.

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En capítulos anteriores de dundeeventura os conté la admiración que siento por la isla de Skye y la tirria que le estoy cogiendo a las gaviotas (ver «De Skye al cielo» y «Gaviotomanía»). Pues bien, hoy por capricho del destino tengo un relato que está relacionado tanto con islas como con pájaros. Hoy finalmente hemos visitado la famosa Isla de May.

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La isla de May se encuentra en el estuario del Forth. Es un pequeño islote que aloja una de las mayores reservas de aves del Reíno Unido y es considerado como un punto de gran importancia en la investigación ornitológica. La isla está completamente deshabitada, y para llegar hasta allí existe únicamente un ferry diario que lleva a unas cien personas,lo que hace imprescindible el tener que reservar con antelación. El que sea un lugar tan inhóspito me ha hecho ir tarareando la cancioncilla de Parque Jurásico durante todo el camino de ida. Me estaba metiendo en el papel de ser el Dr.Grant y todo, pero con la intención de no liarla parda y no colaborar en extinciones masivas ni en electrocutar niño. Pero al llegar casi que he cambiado de parecer y he pensado que a la ocasión le pegaba mucho más la melodía del Angry Birds. Que cantidad de pájaros de cuyo nombre no puedo acordarme hemos visto durante el día de hoy. Yo creo que jamás había visto tanta cosa con alas junta, ni en el zoo. Frailecillos, araos, alcas, cormoranes, charranes, alcatraces, gaviotas (de las molonas), patos, además de conejos, focas grises y caracoles nos han hecho que hayamos agotado las baterías de las cámaras durante las escasas tres horas de libertad que nos han dado en la isla. Al llegar, una única instrucción, no salirnos de los caminos. La isla está literalmente plagada de  nidos y madrigueras de diferentes especies, lo me ha hecho sentir como si estuviera en un campo de minas, ¡qué tensión! Aunque bueno, también había tensión por los misiles aéreos. Con tanto bicho dando vueltas sobre nuestras cabezas, lo raro ha sido que el número de impactos intestinales no haya sido más elevado.

La isla es sobretodo famosa por la población de frailecillos (puffins), un pajarillo muy simpático que tras la cría, está en su máximo explendor. Esto ocurre durante el mes de mayo (¿hará honor a su nombre?), pero nosotros, por llevar la contraria como siempre, hemos ido ya en Junio. Y aunque es cierto que no había muchísimos de estos revoloteando por todas partes debido a que  el largo invierno también les ha afectado a ellos, hemos podido ver a unos cuantos y sacarles en todas las posiciones posibles. Me ha llamado la atención lo»Zara winter» que puede llegar a ser un pájaro, no se si es por que en este sitio no tienen practicamente contacto con el ser humano y son muy pachorrones y no se asustan o es que son muy coquetos y las encanta posar delante de las cámaras.

Pero aparte de ponerle cara a los frailecillos, durante el día de hoy también hemos descubierto que los charranes debieron ser los pájaros con los que se debió inspirar Hitchcock para hacer su famosa película, que los alcatraces fueron los que dieron nombre a los kamikazes de Pearl Harbour, que los alcas son los primos hermanos de los pingüinos  y que la mamá pato de Alfred J.Kwak lo debió pasar muy mal antes de dejarle abandonado con un topo. Además también ha habido actuación estelar de algún mamífero. Los conejos y los caracoles eran muy monos, pero poco sorprendentes. Lo auténtico ha sido comprobar una vez más lo molona que sería la vida siendo una foca gris,  tomando el sol en las rocas y pegándote moñazos para bajar al agua a darte un chapuzón y pillar algo de comer como aquel que va al McAuto.

Desde luego es por sitios como este por los que merece la pena estar aquí. Nos hubiéra encantado quedarnos unas cuantas horas más, pero el ferry nos esperaba. Aunque si de algo estoy seguro  es que tendremos ocasión en el futuro de poder volver aquí. Desde luego ha pasado a formar parte de mi Top10  de sitios que visitar sin dudarlo en Escocia. Una pasada, la pena es que sólo se puede visitar de Mayo a Septiembre por no alterar los periodos de cría. Pero desde luego, sitios como este he visto muy pocos. P1050150

Con permiso de mi ciudad natal, hoy voy a coger esta  expresión popular y adaptarla a uno de los mejores sitios en los que he estado nunca, la isla de Skye.

Skye es una pequeña isla en el noroeste de Escocia. Es un sitio recóndito lleno de ovejas de colores, playas y verde y más verde. Es una isla practicamente deshabitada, no llega a diez mil habitantes, lo cual la convierte en un sitio místico y tranquilo donde parece que el tiempo no existe e ideal para perderse descubriéndola. Además, resulta un sitio ideal si buscas un sitio de desconexión tecnológica, ya que una vez te adentras en ella ya te puedes olvidar del Whatsapp y de mirar el Marca cada 10 minutos. Es como entrar en Jumanji pero sin cazador: estás abandonado a tu suerte.

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El pasado fin de semana, aprovechando que el señor McSol había decidido quedarse unos días por aquí, no nos lo pensamos mucho, metimos un par de cosas en la mochila, compramos unos sacos y un poco de pan y chorizo del Tesco y nos lanzamos a la carretera. Como si un chiste se tratará, un francés, una alemana, una austro-polaca, una tricantina y servidor salimos el viernes por la tarde a desintoxicar los pulmones a las tierras norteñas de Skye.

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De Dundee a Skye hay unos 400 kilómetros. No serían muchos si fueran autovías, pero aquí a partir de Fort William…olvídate de carreteras rectas y agarrate a la biodramina si sufres con las curvas. Y una vez en Skye, empieza la aventura: carreteras de orejas, una experiencia divertida para algunos y tremendamente estresante para otros. Por ese motivo decidimos hacer una parada intermedia en Fort Augustus. El viaje fue muy agradable, muy soleado, pero al caer la noche parecía que el cielo se iba a derrumbar sobre nuestras cabezas y tuvimos que poner la tienda sobre mojado. Pasamos la noche como pudimos, algunos lo pasaron con la petaca y otros se pusieron más capas que el muñeco de Michelín, pero todo pasó. Lo bueno que tiene acampar sobre cesped es que los clavos de la tienda entran como la seda. Por la mañana rumbo a Skye. La entrada a la isla es un poco extraña, primero con un puente super chulo que parece que te catapulta a otro universo seguido de un cartel enorme de restaurante indio nada más entrar, lo que da la impresión de que acabas de llegar a Torremolinos. Pero todo termina de cambiar una vez cruzas los Cuilins y te adentras en lo desconocido.

Estuvimos en la playa de coral de Claigan, el norte de Dunvegan. Fue como una tarde de recreo: estuvimos  horas buscando conchitas y piedrecitas para poner en no-se-cuantos sitios,  vimos un montón de focas (con pinta de perro) que jugaban al escondite con nosotros. Cuando sacábamos las cámaras y las señálabamos se sumergían bajo el agua, pero luego nos perseguían por toda la playa. Y por último subimos a una colina que era como una turbina de viento para astronautas. Esa tarde el señor McEolo debía estar encabronado, por que soplaba con una fuerza tremenda y nos entretuvo la tarde haciendo estupideces varias.

Como la noche volvía a amenazar tormenta, decidimos quedarnos en el camping de Dunvegan, y todos los esfuerzos para diseñar una estrategia anti-riadas quedaron en saco roto por que al final se quedó en unas gotillas de’ná. El domingo fuimos aún más a tomar viento (literalmente) y acabamos en el faro de Neist Point. Este es un punto con unos acantilados impresionantes donde tuvimos la suerte de poder tomar el sol y ver corderitos. Sí, corderitos. He tardado en escribir esta entrada por la cantidad de tiempo que me ha llevado hacer limpieza en las fotos y seleccionar a las ovejas más aptas. Si Darwin me viera estaría orgullosísimo de mí. Las ovejas de Skye son muy graciosas por que están marcadas como si  fueran fichas de parchís. A lo mejor soy un poco raro, pero no podía evitar acordarme de la canción de El Informal:«yo soy la ficha roja-ja, yo soy la ficha azuuuul, yo soy la ficha verde-de, quién carajo eres tu…..¡amarillo!.»

El paseo por esta zona es altamente recomendable, así que ya sabeís, destino imprescindible para unas vacaciones. Para este día hay que llevar bocadillo y la tarjeta SD vacía. Un fin de semana en un sitio así te deja como nuevo. Yo personalmente volví que no sabía quien era ni de donde venía, con los pulmones más limpios que una campana de cultivos y con unas ganas tremendas de volver pronto. Ahí o a cualquiera de las tropecientas islas que aún  nos quedan por conocer. Esperemos que el tiempo se siga comportando un poco y nos deje movernos (fingers crossed).

Y como esta entrada está siendo muy fotogénica, os dejo otras pocas fotos para daros envidia y poneros los dientes largos.

Hoy me ha impactado la noticia con la que están abriendo todos los telediarios y que imagino que será portada mañana en todos los periódicos (menos los pastelosos que sólo sacan las tetas de la Kate): incendios en las Highlands, arde Escocia para la versión sensacionalista.

ay_107113682La zona de Fort William, el norte de la isla de Skye y en las Hébridas Exteriores entre otros sitios han estado sufriendo incendios desde la pasada semana. Dicen que han llegando a identificarse hasta 175 focos diferentes, por lo que no se trata de una tontería aislada. Parece increible que un sitio en el que llueve tanto y que está siempre tan húmedo, puedan ocurrir también estas cosas. Ya he oido un par de veces en estas últimas semanas que este invierno está siendo uno de los más fríos y largos de las últimas décadas. Ciertamente me lo creo, por que por mucho que hayamos entrado ya en la primavera, aquí parece que es tímida y que le da pereza llegar (guiño, guiño, Pau), así que es por eso que el hecho de que ahora pase esto te deje un poco descolocado. Según están comentando, aúnque el invierno haya sido muy frío, en todas estas zonas de las Highlands, ha nevado poco y las condiciones han sido bastante secas. Los ganaderos están ahora cortando el brezo y quemándolo para que crezca sano y controladamente, pero la tierra está muy seca y el viento está soplando fuerte estos días. Este puede ser uno de los motivos, aunque tampoco están descartando que hayan podido ser provocados por algún descuidado fumador.

A mi lo que  realmente me preocupa es que no se si esta gente está preparada para hacer frente a incendios así. Es verdad que tienen una obsesión con el fuego que parece que viene desde el incendio de Londres del año del picor, y que en cualquier cosa que compras te avisa de que no lo arrimes al fuego (vamos, que ni que andáramos a todos lados con un Zippo en el bolsillo), pero al igual que de quitanieves van bien servidos y no tienen problema en dejar las carreteras despejadas en un momento, no se que tal van de helicópteros e hidroaviones para llegar a estas zonas tan hinóspitas. Aunque el viento que está haciendo estos días no está haciendo que sea facil extinguirlos, según las últimas noticas parece ser que ya están todos más o menos controlados y que por suerte están pudiendo hacerse con ellos.

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Lo que de verdad espero que todo esto no se deba a algún energúmeno tirando colillas o con alguna intención maquiavélica. Desde luego, por la cantidad de focos que hay no parece que sea el mótivo, pero que no me entere yo o se las tendrán que ver con mi todopoderosa furia escocesa. Por que desde luego si algo fascinante tienen esas tierras son sus glens, con sus lagos, sus ovejas de colores, sus carreteras con orejas y sus cabinas de teléfono perdidas en mitad de la nada que tan especial la hacen. Es algo que por nada del mundo hay que descuidar.